2006
Nicaragua: Con ansias del ‘fruto deseable’
Septiembre de 2006


Nicaragua: Con ansias del “fruto deseable”

Al compartir el “fruto deseable” del Evangelio, los miembros y misioneros de Nicaragua están contribuyendo a que sus seres queridos y sus amigos encuentren la paz.

“Creo que ha llegado el momento apropiado para Nicaragua”, dice Larry Zúñiga, del Barrio San Miguel, Estaca Masaya, Nicaragua, refiriéndose al crecimiento de la Iglesia en su país que, en nada más que un año, ha aumentado el número de estacas de dos a siete.

Si el hermano Zúñiga está acertado, este feliz hecho en la historia de la Iglesia en Nicaragua es el resultado de por lo menos dos factores: la influencia del Espíritu Santo en la gente que busca la verdad, y el efecto del manual Predicad Mi Evangelio como ayuda para que los miembros den a conocer el Evangelio. Los líderes del sacerdocio dirán que ven ambos factores influir en la vida de la gente.

El obispo Luis Castrillo, del Barrio Ciudad Santino, Estaca Managua, Nicaragua, explica que hay muchas personas en Nicaragua que están buscando respuesta a las preguntas sobre la vida y que la encuentran en las enseñanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Él compara la condición de esas personas con el hecho de tener mucha sed en un día de calor y no encontrar un lugar donde tomar algo; cuando al fin encuentran la manera de saciar esa sed, beben libremente y con gratitud del agua que el Evangelio de Jesucristo les ofrece.

Al considerar todo lo que está sucediendo en Nicaragua, el élder Spencer V. Jones, de los Setenta y Presidente del Área Centroamérica, cita tres causas del progreso de la Iglesia allí. Primero, los nicaragüenses parecen tener “hambre espiritual”. Después de un largo período de conflicto en su país, “la gente está buscando paz y el Evangelio se la proporciona”. Segundo, “ha habido una sucesión de presidentes de misión fuertes que han desarrollado una buena relación con los líderes locales y los miembros. En realidad, los misioneros no tienen que salir a golpear puertas muy seguido, sino que por esa relación, tienen grupos muy grandes a quienes enseñar”. Tercero, como resultado, “los misioneros han desarrollado la fe de que tienen la capacidad de bautizar y no vacilan en exhortar a los investigadores a que se preparen para el bautismo. Tienen esa confianza y esa fe en el Señor”.

La dedicación al servicio

El hermano Zúñiga ejemplifica la dedicación a la obra misional que se halla entre los Santos de los Últimos Días. “Hay muchos miembros aquí dispuestos a ayudar”, dice. Después de haber cumplido una misión él mismo, sale tan seguido como le es posible a trabajar con los misioneros de tiempo completo; casi todos sus amigos han estado dispuestos por lo menos a escuchar el Evangelio.

Desde que era niño, Larry Zúñiga quiso prestar servicio en una misión de tiempo completo. Su padre, que es carpintero, le hizo una cajita que le sirviera de alcancía y él empezó a ahorrar dinero para la misión; pero cuando tenía dieciocho años, la madre enfermó gravemente y él tuvo que sacar los ahorros para la misión y vender la bicicleta a fin de ayudar a pagar el tratamiento; de buena gana hizo ese sacrificio por ella. De todos modos, con la ayuda de otros miembros y de parientes, incluso de algunos de ellos que no son miembros de la Iglesia, fue bendecido con los recursos económicos para cumplir una misión de tiempo completo. La dedicación del hermano Zúñiga a la obra misional ha contribuido a llevar a la Iglesia a cinco de sus buenos amigos, y dos de ellos ya han servido como misioneros. A su vez, él continúa sus labores con otros amigos.

Paula Merlo, del Barrio Acome, Estaca Chinandega, Nicaragua, es otro miembro que nunca deja pasar una oportunidad de hacer la obra misional. Si los misioneros piden a los miembros que les ayuden a encontrar personas a quienes enseñar, ella simplemente lo hace. La gente que visite su hogar probablemente se encontrará en medio de una reunión misional. Por ejemplo, hubo un sábado en que hizo arreglos con los misioneros para enseñar en su casa a un total de once investigadores en grupos separados.

La hermana Merlo se convirtió a la Iglesia hace catorce años, después de conocer el Evangelio por medio de una hija que se había bautizado. Tiene también otra hija en Panamá y un hijo en Honduras, y trata de compartir el Evangelio adondequiera que vaya al viajar por Centroamérica. Ella misma no sabe a ciencia cierta a cuántas personas ha contribuido a llevar a la Iglesia. Si la gente no acepta su invitación de escuchar a los misioneros, los invita a una noche de hogar en su casa para que sientan algo del espíritu del Evangelio.

¿Qué la motiva a hacer obra misional? “Primero”, dice, “es un mandamiento que el Señor nos ha dado. Y luego, después de haber ido al templo, me di cuenta de que si no hacemos algo por nuestros muertos o por los vivos, no hacemos nada por el Señor”.

Ernesto Maravilla, presidente de la estaca a la que pertenece la hermana Merlo, la presenta como ejemplo de lo que querría él que todos los miembros hicieran. Él hace recordar continuamente a los miembros y a los misioneros que tienen tanto el mandamiento como la valiosa oportunidad de compartir el Evangelio. Lo hace por medio del ejemplo, invitando también a amigos y a conocidos a las noches de hogar en su casa para darles a conocer el Evangelio.

“Tengo dos responsabilidades”, afirma, “una es la de supervisar y la otra la de motivar a los miembros para que sus esfuerzos estén a la par con los de los misioneros”.

A causa de su apellido, sus amigos bromean diciendo que es una maravilla en la obra misional. Por tener buen sentido del humor, el presidente Maravilla se ríe al oírlo, pero es muy serio con respecto a esa obra. Regularmente se reúne con los líderes misionales de zona para coordinar las labores en la estaca. Alienta con entusiasmo a los obispos a dirigir activamente la obra misional en los consejos de barrio y a verificar que se cumplan las asignaciones. Esos consejos son “el corazón de la obra misional”, comenta. Cuando las reuniones no se llevan a cabo, la obra se atrasa. “Hemos aprendido eso por experiencia propia”.

La Estaca Chinandega tiene un promedio de cuarenta y cinco bautismos por mes.

Compañeros en la enseñanza

“Todo comienza por la reunión de planificación que tenemos con los miembros”, comentó el élder William J. Reano, de Waverly, Tennessee, E.U.A., misionero en la Misión Nicaragua Managua. El élder Reano, que ya terminó su misión, y su compañero se reunían semanalmente con miembros de su área de Managua; éstos les daban nuevas referencias o les indicaban alguien que pudiera darles una. “Formamos una cadena de referencias”, dijo el élder Reano. “He aprendido que la base del éxito en la obra misional es la planificación”.

Su compañero, el élder Rodrigo León, de Costa Rica, atribuye el éxito de su enseñanza tanto a la experiencia del élder Reano como al manual Predicad Mi Evangelio, el enfoque en la enseñanza que ahora utilizan los misioneros. “Ese enfoque es cien por ciento eficaz si se emplea correctamente”, dice el élder León. El éxito brinda más éxito, afirma el élder Reano; los miembros que ven continuos bautismos quieren que sus amigos también tengan la oportunidad de escuchar el Evangelio. El élder León comenta que hay muchos miembros que llevan a investigadores a las reuniones de la Iglesia todas las semanas.

El élder Joshua Kasteler, de Murray, Utah, dice que los misioneros saben que es importante hacer saber a los miembros que ellos son necesarios en la obra misional. Él y su compañero, el élder Jonathan Estrada, de Santa Ana, El Salvador, tratan de que los líderes y los miembros sepan que los misioneros se preocupan por lo que suceda en el barrio; después de un bautismo, ambos trabajan con el barrio para ayudar a los nuevos miembros a integrarse y a recibir llamamientos, lo cual es importante tanto para éstos como para el barrio, según comenta el élder Estrada, porque al prestar servicio, la gente se ve nutrida por la palabra de Dios.

El entusiasmo y el amor que sienten los misioneros por la gente a quien enseñan se refleja en una reunión de toda la misión que tienen con su presidente, Ricardo Valladares, en Managua. Hay entre ellos un espíritu de alegría mientras reciben instrucciones y hablan del éxito que ha tenido la obra. Cuando se anuncian los traslados, ninguno dice: “¡Ah, élder, qué pena que vaya a ese lugar!”, sino que se felicitan mutuamente y mencionan las nuevas oportunidades que tendrán.

El valor del testimonio

El entusiasmo de los misioneros es contagioso.

Víctor Vallecillo es compañero de trabajo de Pedro Avilés, Presidente de la Estaca Managua, Nicaragua, y cuando estuvo buscando la verdad en cuanto a religión, el presidente Avilés le regaló un Libro de Mormón. Desde su bautismo en noviembre de 2004, el hermano Vallecillo se siente tan feliz por el Evangelio que ha adoptado el hábito de invitar a sus amigos a escucharlo, y muy seguido sale con los misioneros a enseñarlo. Su esposa y sus dos hijos también tienen ese espíritu misional. Una noche, el hermano Vallecillo encontró a su hijo adolescente estudiando en un mapa de Nicaragua la parte norte del país, donde su papá creció. “Papá”, le dijo, señalando algunos lugares en el mapa, “el Evangelio todavía no está acá, ni acá ni acá”. ¿Cuánto tiempo pasará, se preguntaba, hasta que los misioneros puedan ir a esos lugares para que otras personas puedan recibir también las bendiciones del Evangelio?

Silvia Zamuria Vanegas, de la Rama Granada, Distrito Granada, Nicaragua, cuenta: “Cuando yo me bauticé, hice al Señor la promesa de que algún día iba a enseñar [el Evangelio] a otras personas, porque lo que había encontrado me había traído mucho gozo”. En mayo de 2005, cuatro años después de su bautismo, partió para cumplir una misión en Guatemala; pero mucho antes de su llamamiento había estado compartiendo el Evangelio con amigos y trabajando con las hermanas misioneras. La hermana Zamuria cita uno de sus dichos favoritos que exhorta a aquellos que puedan encender una vela a que compartan esa luz con la gente que los rodea.

Raúl Díaz Hernández, de la Rama El Coyolar, Distrito León, Nicaragua, creció como miembro de la Iglesia y se ha preparado desde niño para prestar servicio en una misión. Ha trabajado con los misioneros y ya empezó a estudiar el manual Predicad Mi Evangelio; afirma que es un privilegio expresar su testimonio a los demás, pero dice que tiene una razón personal para ayudar a los élderes a enseñar a su cuñado, porque le gustaría que su hermana pudiera disfrutar las bendiciones del templo con su familia.

La influencia de los miembros

José Contreras, Presidente de la Estaca Masaya, Nicaragua, calcula que más de tres cuartos de los bautismos de conversos en la estaca se deben a la ayuda de los miembros que desean compartir el gozo que han encontrado en el Evangelio. Pero, incluso con el incremento reciente, el presidente Contreras dice: “Tenemos que hacer más por llevar a los misioneros hasta personas en las cuales quizás todavía no hayamos pensado”. Él y sus consejeros no sólo ayudan a los miembros a desarrollar su propia habilidad para compartir el Evangelio, sino que también acompañan a algunos de ellos cuando salen con los misioneros a enseñar.

El presidente Contreras lleva la cuenta del promedio de actividad en la estaca, y se preocupa por los que actualmente no disfrutan las bendiciones del Evangelio. ¿Cómo se puede llegar a esos miembros? Él prefiere un sistema básico: enseñarles de nuevo las doctrinas sencillas que aprendieron de los misioneros, las doctrinas puras de Cristo; dice que cuando las recuerden, querrán tener las bendiciones prometidas. Los esfuerzos que se hagan por retenerlos son esfuerzos hechos para bendecirlos.

Jeannethe Campos de Espinoza, ex presidenta de la Sociedad de Socorro de la Estaca Managua, admira el ingenio de una maestra visitante que contribuyó a activar a una de las hermanas a las que visitaba. Le pidió a la hermana que preparara un mensaje del Libro de Mormón a fin de compartirlo con sus maestras visitantes; eso hizo que la hermana descubriera lo que se estaba perdiendo espiritualmente. El mismo sistema se ha empleado para activar a otras personas. A veces, las líderes de la Sociedad de Socorro piden a los miembros menos activos tener una reunión con un grupo pequeño en casa de ellos, a fin de hacerles recordar las bendiciones del Evangelio.

La hermana Espinoza, que se bautizó en 2001, tiene un fuerte deseo de compartir con otros el Evangelio “para que prueben este fruto deseable”. Dice que le da pena ver a las personas desviadas por caminos que las alejan de la felicidad.

En la mayoría de las reuniones de la Iglesia en Nicaragua, el tema predominante parece ser el de compartir el Evangelio para que los demás prueben el “fruto deseable”.

El presidente Avilés, de la Estaca Managua, fue uno de los primeros presidentes de estaca de su país, y ha sido testigo del crecimiento de la Iglesia en los últimos años. El suyo es un país abrumado por la pobreza, una tierra donde es muy fuerte la influencia de las viejas tradiciones y las tentaciones; pero también es una tierra donde muchas veces las instalaciones de la Iglesia no están a la par de su crecimiento, causado por la obra misional y por la forma en que ha mejorado la retención de miembros. El presidente Avilés sabe de qué modo pueden influir en la gente el Espíritu Santo y el amor de los miembros.

Al hablar en la conferencia de un barrio, enfocó su discurso en el tema de tender la mano a los demás para que puedan probar el dulce fruto del Evangelio. Afirma que con fe, los miembros pueden vencer los obstáculos que el adversario les ponga en el camino. “Debemos avanzar a fin de perfeccionarnos”.

“Tenemos que fortalecernos en la rectitud”, continúa. “Queremos ser bendecidos por hacer el bien”. Y ruega que los santos se acerquen unos a otros en unión, que la unidad sea nuestra fortaleza. Es la forma en que continuará el progreso espiritual en Nicaragua.

La Iglesia en Nicaragua

Población: aproximadamente 5.500.000 habitantes.

Región de Managua: aproximadamente 1.400.000 habitantes.

Miembros en Nicaragua: más de 52.000.

Estacas: 7.

Distritos: 5.

Barrios: 44.

Ramas: 41.