2006
Ricardo lo sabe
Septiembre de 2006


Ricardo lo sabe

¿Te has sentido alguna vez tan insignificante que pensaste que Dios no prestaría atención a tus oraciones? Si es así, Ricardo da Silva, de Brasil, tiene algunas experiencias que compartir contigo.

Ricardo y sus amigos estaban afuera, frente a la entrada de una de las salas de sellamientos del Templo de São Paulo, Brasil, y se preguntaban por qué no podían entrar. Nadie los detenía; después de todo, se iba a rededicar el templo y en esa ocasión tenía lugar la recepción al público. Ellos le preguntaron al líder con el que estaban por qué no podían entrar, pero él no les pudo responder, ya que sentía el mismo espíritu que los refrenaba, el cual era un buen espíritu pero, a pesar de ello, les impedía entrar.

Entonces, el líder recordó que la sala se había reservado para el presidente Gordon B. Hinckley; él estaría allí dentro de poco para estar a solas por unos momentos en la casa del Señor, con el fin de buscar la paz del Señor y la inspiración al orar.

Ricardo y sus amigos se fueron en silencio.

Por supuesto que esperamos que nuestro Padre Celestial escuche las oraciones del profeta, pero, ¿qué sucede con el resto de nosotros? ¿En verdad podemos esperar que Dios conteste nuestras oraciones?

Luis Ricardo da Silva puede responder a esa pregunta. Durante un tiempo se consideró a sí mismo una persona demasiado insignificante para que el Señor le prestara atención. “Pensaba: ¿Por qué Dios le prestaría atención a alguien tan insignificante como yo? Pero ahora sé que Jesús me ama; siento Su Espíritu y sé que nuestro Padre Celestial escucha mis oraciones”.

Lo sabe porque ha recibido contestación a sus oraciones. Relata en voz baja las ocasiones en las que el Señor ha respondido a sus oraciones tanto en su hogar como en la escuela y en la Iglesia. Una de esas experiencias fue muy significativa: “Un día me hallaba en el templo con algunos amigos para hacer bautismos por los muertos. Decidimos hacer una oración en el vestidor del baptisterio; al orar sentimos algo especial, como si una luz hubiese llenado el cuarto y alguien más estuviese presente con nosotros. Había estado orando para saber si Dios realmente vive y ésa fue mi respuesta; aquello que sentí fue potente, simplemente lo supe; la oración es algo sagrado”.

El testimonio de Ricardo se fortaleció ese día, pero antes de cumplir los 11 años, no sabía siquiera lo que era un testimonio. Entonces un amigo lo invitó a ir a la Iglesia, y le gustó tanto que siguió asistiendo.

Lamentablemente, a su madre no le gustaba que asistiera y no quiso que se uniera a la Iglesia cuando le pidió bautizarse. “Pero los misioneros hablaron con mi madre y ellos le agradaron, por lo que finalmente dio su consentimiento”, dice él.

Desde entonces, Ricardo ha sido un discípulo lleno de energía y devoto a Cristo. Actualmente es poseedor del sacerdocio en el oficio de presbítero del Barrio Barueri, Estaca Barueri, Brasil. Por lo general, Ricardo es el primero en llegar a la iglesia, a pesar de que para ello tiene que caminar 4 kilómetros. Dice que desea asistir a todas las reuniones, aun a aquellas que no se llevan a cabo los domingos.

Aunque es el único miembro de la Iglesia de su familia, aún así hace todo lo que puede para establecer el reino del Señor. “Eso es lo que deseas hacer cuando tienes un testimonio”, dice él; e incluso está aprendiendo a tocar el piano para acompañar el canto en la reunión del sacerdocio.

“Lo que en realidad importa es la eternidad”, afirma. “Ahora que soy miembro de la Iglesia, veo todo con la perspectiva de una luz eterna”.

¿Acaso no brilla la luz de los cielos para cualquiera que busca al Señor? ¿Aun para aquellos que se consideran a sí mismos como entre los más pequeños en el reino? Ciertamente que sí. Pregúntaselo a Ricardo; él lo sabe.