2006
En defensa de la rectitud
Octubre de 2006


Entre amigos

En defensa de la rectitud

“…tú por la fe estás en pie” (Romanos 11:20).

Durante mi niñez en Alemania, mi familia y yo éramos los únicos miembros de la Iglesia de nuestra ciudad de aproximadamente 60.000 habitantes. No podíamos ir a la reunión sacramental, ni a la Escuela Dominical, ni a la Primaria, ya que el centro de reuniones más cercano estaba a muchas horas de distancia. Bajo permiso especial, efectuábamos los servicios en casa. Mi padre dirigía las reuniones, bendecía la Santa Cena y a menudo enseñaba las clases.

En la escuela siempre fui el único miembro de la Iglesia. A veces los compañeros de clase se burlaban de mí por motivo de mis creencias, y al principio me sentía un poco incómodo, pero sabía que ellos no tenían el conocimiento del Evangelio con el cual yo había sido bendecido, y el pensar en eso, me hacía sentir agradecido de ser miembro de la Iglesia en vez de que me diera vergüenza.

En cierta ocasión, uno de mis maestros me hizo una broma en cuanto a la Iglesia y yo le dije: “Eso no es gracioso; eso es algo en lo que yo creo de verdad”. Después de eso, él no se burló más de mí. Cuando mis compañeros vieron que defendía mis principios, me respetaron y hasta me eligieron para ser el presidente de la clase. Aprendí que nunca me arrepentiría de haber defendido mis creencias.

Tuve presente esa lección cuando, en mi juventud, ingresé en el ejército alemán. Una vez más, mis compañeros militares al principio se burlaban de mí, pero después que se dieron cuenta de que vivía mis creencias, hasta me protegían. Procuraban asegurarse de que nadie me ofreciera alcohol. Si hubiera hecho algo que fuera en contra de mis creencias, se habrían decepcionado de mí.

Niños, tal vez algunas veces se burlen de ustedes o los malinterpreten a causa de sus creencias. Ustedes también pueden defender la rectitud, y a lo mejor la gente que ahora se burle de ustedes algún día los vea como un ejemplo y les demuestre su respeto. Sin importar lo que piensen los demás, nuestro Padre Celestial está contento cuando ustedes son fieles a sus normas. Él los ayudará.

Una parte de mi testimonio es el resultado de haber recibido tantas respuestas a mis oraciones. Cuando tenía 5 ó 6 años, tenía un terrible dolor de oído. Recibí una bendición del sacerdocio y me sorprendió cuando el dolor desapareció. Ésa fue la primera vez que recuerdo haber sentido el poder de la oración y del sacerdocio en mi juventud.

Como adulto, las respuestas a las oraciones me siguen siendo de gran ayuda. Una vez tenía que dar una presentación y necesitaba un archivo muy importante. Lo busqué dentro de todo el material que tenía, pero no lo podía encontrar; el tiempo se agotaba y estaba nervioso. Cerré la puerta, me arrodillé y oré. Al abrir la puerta del armario, donde había buscado ya varias veces, descubrí que en un grupo de archivos se habían pegado dos de las carpetas y esa había sido la razón por la que no había podido encontrar la que necesitaba.

Dependo muchísimo de la ayuda de nuestro Padre Celestial. Mis queridos amiguitos, ustedes también pueden confiar en el Señor y depender de Él. Siempre recuerden las respuestas a las oraciones que ya hayan recibido. Si tienen una fe sencilla en el Padre Celestial y en Jesucristo, tendrán milagros en su vida que les ayudarán a resolver sus problemas y a defender la rectitud.