2006
Familias amorosas, religiones diferentes
Octubre de 2006


Familias amorosas, religiones diferentes

Los principios del Evangelio —particularmente el respeto, el amor y la oración— han bendecido a mis propios familiares que no son miembros de la Iglesia.

Muchos Santos de los Últimos Días, en particular los miembros nuevos, hacen frente a la importante labor de aprender a relacionarse de manera positiva con familiares que tienen una religión diferente.

Incluso el Salvador tuvo familiares que no compartían todas Sus creencias. En la Biblia leemos: “Porque ni aun sus hermanos creían en él” (Juan 7:5).

No es raro que los familiares tengan ideas erróneas sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es mucho lo que la buena comunicación puede lograr para aliviar cualquier tensión que surja en esas situaciones. Yo me uní a la Iglesia cuando era adolescente; poco después de mi bautismo, me enteré de que mi abuela, que era católica, creía que yo ya no me consideraba su nieto debido a mi nueva religión. ¡Qué gran alivio fue aclarar aquel malentendido!

Podemos fortalecer los lazos que nos unen al demostrar que las enseñanzas del Evangelio tienen por objeto fortalecer a todas las familias, independientemente de las creencias de cada quien. Muchas de esas enseñanzas se encuentran en “La familia: Una proclamación para el mundo”, la cual afirma: “Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes”1.

Cualquier familia que se rija por esos principios recogerá los frutos de los mismos. He visto cómo esos principios —particularmente el respeto, el amor y la oración— han bendecido a mi propia familia, en la que no todos son miembros de la Iglesia.

Respeto

Después de la tensión y de los malentendidos iniciales que derivaron de mi conversión a la Iglesia, mis familiares y yo aprendimos a poner en práctica la tolerancia y el respeto en nuestras relaciones mutuas. Por ejemplo, al convertirme en Santo de los Últimos Días, comencé a participar en actividades diferentes los domingos; en vez de jugar al fútbol, iba a la Iglesia. Cuando mis familiares se dieron cuenta de por qué había cambiado mis actividades dominicales, demostraron comprensión y respeto. Del mismo modo, yo fui respetuoso con sus tradiciones. Por ejemplo, no critiqué a mis padres por no hacer la oración familiar. El respeto mutuo ha sido muy importante en nuestra familia.

En el Libro de Mormón se recalcan los principios de la tolerancia y el respeto. En Alma 1:21 leemos: “Ahora bien, había una estricta ley entre el pueblo de la iglesia, que ningún hombre que perteneciese a la iglesia se pusiera a perseguir a aquellos que no pertenecían a la iglesia, y que no debía haber persecución entre ellos mismos”.

Alma enseñó el siguiente principio en la gran ciudad de Zarahemla al preguntar: “…¿Hay entre vosotros quien se burle de su hermano, o que acumule persecuciones sobre él?” (Alma 5:30). Declaró después que quien lo hiciese, tiene necesidad de arrepentirse: “¡Ay de tal persona, porque no está preparada; y el tiempo está cerca en que debe arrepentirse, o no puede ser salva!” (Alma 5:31). El respeto por las diferentes creencias religiosas de nuestros familiares es esencial.

Amor

El principio del amor también contribuye enormemente a una buena relación de comunicación con los miembros de nuestra familia. Tal como se enseña en el Libro de Mormón: “…la caridad nunca deja de ser. Allegaos, pues, a la caridad, que es mayor que todo, porque todas las cosas han de perecer” (Moroni 7:46).

Podemos demostrar caridad cristiana por nuestros familiares al centrarnos en lo bueno que hay en sus vidas. Siento una profunda gratitud y un gran amor por mis padres, que no son miembros de la Iglesia. Ellos me enseñaron principios correctos mediante el ejemplo y el precepto, lo cual me permitió reconocer la veracidad del mensaje de los misioneros. El darme cuenta de ello me ha permitido amar a mis padres aún más.

Podemos ser una bendición para los integrantes de nuestra familia al compartir amorosamente con ellos aquellos principios que se podrían sumar a lo bueno que ya poseen. Si están en desacuerdo con algunas enseñanzas, debemos respetar sus creencias sin comprometer las nuestras. Cuando surjan diferencias de opinión, evitemos contender con nuestros familiares, teniendo presente que “la blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1). La ira no hará sino dañar nuestra relación, mientras que el amor y la bondad ayudan a calmar el corazón. (Véase 3 Nefi 11:29.)

Oración

A veces lo único que podemos hacer es orar por nuestros amados familiares, del mismo modo que tal vez ellos oren por nosotros. Siempre tendremos el deseo de que aquellos a quienes amamos lleguen a ser miembros de la Iglesia. Podemos entender los sentimientos de Alma, padre, que oró por su incrédulo hijo. Cuando un ángel se le apareció a su hijo, el mensajero celestial le explicó que su padre había orado por él “con mucha fe en cuanto a ti, para que seas traído al conocimiento de la verdad” (Mosíah 27:14). La oración es un poderoso instrumento para bendecir la vida de nuestras familias, y, en ciertos casos, es lo único que podemos hacer.

Los principios del amor, del respeto y de la oración son sólo algunos de los muchos principios del Evangelio que podemos llevar a la práctica para beneficio de nuestra familia. Ciertamente, las enseñanzas del Evangelio pueden bendecir a todos los hijos de nuestro Padre Celestial, sean o no miembros de la Iglesia de Jesucristo, pues Él los ama a todos profundamente.

Nota

  1. Liahona, octubre de 2004, pág. 49. Redactada por la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles, esta proclamación profética dirigida a la Iglesia y al mundo explica la doctrina de la familia. Su primera lectura pública la realizó el presidente Gordon B. Hinckley en la reunión general de la Sociedad de Socorro de septiembre de 1995.