2006
Compartir el gozo
Diciembre de 2006


Compartir el gozo

Era el año 1963 y yo servía como misionera de tiempo completo en la Misión Argentina Norte. Diez élderes, mi compañera y yo servíamos en tres pequeñas ramas de Mendoza.

¡Llegó diciembre, y con él la Navidad! Era mi primera Navidad en el campo misional. Al hacer los preparativos para la Nochebuena, nos llenamos de esperanza. Los élderes contrataron a un hombre para que nos paseara en su coche tirado por dos caballos. Decidimos detenernos en las esquinas de las calles donde hubiera muchas personas ajetreadas con las compras de última hora.

Llegado el momento de partir, los doce nos subimos al coche y nos sentamos con las piernas colgando por los laterales y la parte de atrás. El cochero conducía despacio y nos deteníamos cada cuatro o cinco manzanas en las esquinas que habíamos seleccionado; luego nuestro grupo se bajaba y formaba un semicírculo, con las hermanas al frente y los élderes detrás. Abríamos los himnarios y dejábamos que nuestras voces llenaran el aire de la noche, una y otra vez, mientras cantábamos villancicos.

“¡Regocijad! Jesús nació”. Hombres y mujeres, jóvenes y niños, todos se detenían para escuchar, cautivados por el espíritu de la Navidad. Muchos de ellos nos miraban sorprendidos, como si estuvieran recordando el verdadero acontecimiento que estaban a punto de celebrar.

Cuando el coche arrancó para dirigirse a otra parada, nos percatamos de que nos seguían muchas de las personas que nos habían estado escuchando. Cada vez había más. Entre las lágrimas logré ver sus rostros sonrientes. ¡Qué gozo sentimos! Recibimos muchas referencias y contactos, tal como habíamos esperado.

La multitud nos pidió que interpretáramos otra vez “¡Regocijad! Jesús nació” (Himnos, Nº 123). Mientras cantábamos, ellos derramaban lágrimas, conmovidos por el Espíritu de esa Nochebuena inolvidable.

Después de más de 40 años, mi corazón aún rebosa de gratitud al recordar mi primera Navidad como misionera. Doy gracias a mi Padre Celestial por el don de Su Hijo y por saber que de verdad hay “¡Regocijo!”, pues “Jesús nació”.