2007
¿Un poco de violencia?
Agosto de 2007


¿Un poco de violencia?

“Vamos, papá”, le supliqué. “Esa clasificación es sólo por la violencia. Alguna que otra pelea de mentira no nos va a hacer daño”.

Mi primo de 16 años y yo no teníamos por costumbre pedir permiso para ver películas clasificadas para adultos. Éramos buenos chicos, activos en seminario y en nuestros quórumes del sacerdocio, pero ambos habíamos oído hablar de lo buena que era aquella película y de cuántos premios había recibido. Además, nos habían dicho que no había sexo, ni insinuaciones ni personas desnudas, y muy pocas palabrotas. Eso es todo lo malo, ¿verdad?

Pero mi padre no lo veía así, y al final cambió de táctica. “Bien”, dijo. “Tú sabes discernir entre el bien y el mal. Haz lo que consideres correcto”.

Los líderes de la Iglesia nos han dicho que no debemos ver películas inapropiadas y en nuestra familia la regla es que no podemos ver películas que tengan una clasificación “R” (en Estados Unidos, las personas menores de 17 años no pueden ver películas con esta clasificación a menos que vayan acompañadas de una persona adulta). Creo que estaba tratando de que mi padre nos diera permiso a mi primo y a mí para ver la película a fin de hacer mi voluntad y no sentirme culpable. Sin embargo, él dejó que la responsabilidad cayera totalmente sobre mí.

Bueno, no dijo que no. Y, además, no es más que un poco de violencia.

Después de que mi primo y yo vimos la película, me sentí muy mal. Creí sentirme así por la clasificación de la película, así que me prometí nunca más volver a ver una que estuviera clasificada “R”. Pero cuando tiempo después vi otra película con algo de violencia (a pesar de que la clasificación decía que era apta para adolescentes), reconocí ese mismo sentimiento.

¿Qué sucedió? ¿No había hecho lo correcto al escoger una película con una clasificación menos estricta? Tal vez fuera que no es solamente la clasificación de la película lo que importa, sino la violencia en sí. ¿Pero, es posible que la violencia me afecte tanto?

Cuando saqué del bolsillo mi pequeño ejemplar del folleto Para la fortaleza de la juventud, me extrañó que hubiera pasado por alto un punto importante. En la sección “La diversión y los medios de comunicación” dice: “No asistas a ningún entretenimiento que sea vulgar, inmoral, violento ni pornográfico, ni lo mires ni participes en él de ninguna forma”.

Aún así me resistía. “De acuerdo”, me dije. “Tal vez haya gente a la que le afecte la violencia, pero yo sé que no es real. Sí, algunas películas son muy gráficas, pero un poco de acción nunca le ha hecho mal a nadie, ¿verdad?”. De repente ya no estaba tan seguro.

Entonces llegó el golpe; justo después de decirnos que evitáramos la violencia, el folleto dice: “[Proponte] guardar las normas de Dios”.

¡Ay! Era culpable. Sin duda podía justificar que estaba escogiendo lo correcto al evitar la vulgaridad, la inmoralidad y la pornografía, pero, ¿bastaba con guardar la mayoría de las normas de Dios? ¿Era mi entrega algo verdadero si no estaba dispuesto a guardarlas todas?

Poco importaba la clasificación de la película ni el que sólo hubiera un poco de violencia. Había bastado para ofender al Espíritu. Y si eso era lo que pasaba con las películas, ¿podría ese mismo principio aplicarse a todo lo demás? Puede que haya palabras que ofendan al Espíritu aun cuando no sean palabras soeces, y tal vez haya música que le ofenda aunque la letra no sea mala.

Pude notar la diferencia a los pocos días de comprometerme a ser más selectivo con las cosas que veía, jugaba, leía, decía y escuchaba. No me di cuenta de lo insensible que me había vuelto a la influencia del Espíritu.

En cuanto dejé de ver tanta violencia, me di cuenta de que me era más fácil controlar mi genio y que ya no me peleaba tanto con mis hermanos. Entendí que, si bien no empleaba un lenguaje soez, el pulirlo supuso una gran diferencia, pero lo mejor de todo es que podía sentir el Espíritu con más fuerza.

Eso me enseñó que “un poco de violencia” es más de lo que el Espíritu desea ver.

La violencia en los medios de comunicación

Indistintamente de la clasificación que tengan, mirar películas y programas violentos puede afectarte. Los líderes de la Iglesia llevan más de 30 años advirtiéndonos de que no veamos cosas violentas. En el año 2000, líderes de la comunidad médica estadounidense también se manifestaron al respecto a través del siguiente comunicado:

“En su inmensa mayoría, más de un millar de estudios… señalan que existe una conexión directa entre la violencia en los medios de comunicación y la conducta agresiva de algunos niños. La conclusión a la que ha llegado la comunidad de la salud pública, basada en más de 30 años de investigaciones, es que el ver actos violentos en actividades relacionadas con el entretenimiento puede contribuir a un aumento de conductas, valores y actitudes agresivos” (“Joint Statement on the Impact of Entertainment Violence on Children”, 26 de julio de 2000, http://www.aap.org/advocacy/releases/jstmtevc.htm).

Permanece cerca del Espíritu

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“La norma es clara: si algo que pensemos, veamos, escuchemos o hagamos nos separa del Espíritu Santo, entonces debemos dejar de pensar, ver, escuchar o hacer eso. Por ejemplo, si algo que supuestamente es para nuestra diversión nos aleja del Espíritu Santo, entonces esa clase de diversión no es para nosotros”.

Élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Para que siempre podamos tener Su Espíritu con nosotros”, Liahona, mayo de 2006, pág. 30.