2007
La gloria de Dios es la inteligencia
Octubre de 2007


Entre amigos

La gloria de Dios es la inteligencia

“…si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia… por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero” (D. y C. 130:19).

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He pasado la mayor parte de mi vida en el campo de la educación. Cuando era joven, pensaba que el adquirir una educación significaba ir a la escuela, hacer exámenes y sacar buenas notas, pero al ir madurando, empecé a darme cuenta de la diferencia que existía entre sacar buenas notas en la escuela y adquirir una educación. Una persona puede salir bien en los exámenes escolares y aún así no tener una educación. La verdadera educación significa saber cómo aprender. Una vez que descubrí esa lección, el aprendizaje se hizo divertido.

Uno de los propósitos principales de la vida terrenal es aprender, obtener conocimiento e inteligencia. En Doctrina y Convenios 93:36 dice: “La gloria de Dios es la inteligencia”. Tal vez piensen que inteligencia significa tener un talento especial para el trabajo académico, pero inteligencia también significa aplicar el conocimiento que adquiramos para propósitos rectos.

El conocimiento, tanto temporal como espiritual, se adquiere poco a poco. Mi testimonio creció línea por línea, precepto sobre precepto, un poquito allí, otro poquito allá (véase Isaías 28:10), de la misma manera que ocurre a la mayoría de los miembros de la Iglesia. Cuando era niño, recuerdo que mi madre me leía relatos del Libro de Mormón y de la historia de la Iglesia. Me sobrevenía un dulce, pacífico y tranquilizante sentimiento de que lo que aprendía era verdadero. Ese sentimiento se convirtió en un deseo sincero de aprender más mediante el estudio de las Escrituras. Nada ha tenido un mayor impacto en mi vida que el leer, estudiar y escudriñar las Escrituras a fin de obtener más conocimiento e inteligencia.

Vivía en California durante mi adolescencia, durante un tiempo en que las malas influencias, como las drogas y la música de mal gusto, se hicieron cada vez más populares. Debido al conocimiento que tuve la bendición de recibir, decidí no participar en esas cosas; me estaba preparando para ser misionero y servir al Señor. En el campo misional, el conocimiento que tenía de que estaba sirviendo al Señor fortaleció mi resolución de trabajar arduamente en la edificación de Su reino. El trabajar como misionero es quizás una de las mejores maneras de aprender y de obtener conocimiento espiritual.

El verdadero valor del conocimiento es que te permite ser una persona hábil en cualquier situación, que te permite descubrir lo que debes hacer ¡cuando no tienes idea de qué hacer! En las Escrituras con frecuencia se nos enseña a buscar conocimiento tanto por el estudio como por la fe (véase D. y C. 88:118). En nuestra vida, en nuestras familias y en la Iglesia, podemos recibir bendiciones de fortaleza espiritual, de orientación y de protección a medida que, por medio de la fe, procuramos obtener inteligencia y aplicar conocimiento espiritual en rectitud.