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Presidente Gordon B. Hinckley
En memoria de Gordon B. Hinckley


Presidente Gordon B. Hinckley

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President Gordon B. Hinckley

Las naciones de la tierra han oído su voz.

El 20 de agosto de 1935, el presidente Heber J. Grant y sus consejeros, J. Reuben Clark Jr. y David O. McKay, se reunieron con un joven extraordinario recién llegado de servir en una misión en Inglaterra. Mientras prestaba servicio en la oficina de la Misión Europea, en Londres, ese joven había trabajado bien con los medios de difusión, contribuyendo a crear una publicidad positiva para la Iglesia y colaborando en la redacción de literatura proselitista eficaz. Evidentemente, la Primera Presidencia percibió algo notable en Gordon Hinckley, de 25 años, pues su cita de 15 minutos duró más de una hora. Dos días más tarde, le pidieron que trabajara para la Iglesia como secretario del recién creado Comité de Radio, Publicidad y Literatura Misional.

La obra de Gordon Bitner Hinckley para el Señor y Su Iglesia apenas empezaba. Inicialmente como empleado de la Iglesia, luego como Ayudante de los Doce, Apóstol, Consejero de tres Presidentes de la Iglesia y, por último, como Presidente, trabajó para sacar a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días “de la obscuridad y de las tinieblas” (D. y C. 1:30), para convertirla en una “ciudad asentada sobre un monte” (Mateo 5:14) cuyas luces brillan ante los hombres. Llevando consigo por toda la tierra su optimismo, compasión, sabiduría y sentido del humor característicos, el presidente Hinckley no sólo se reunió con Santos de los Últimos Días, sino también con periodistas locales, jefes de estado y reporteros de televisión. Su administración como Presidente de la Iglesia se caracterizó por su franqueza para con los medios de comunicación, por el crecimiento sin precedentes de la Iglesia y de la construcción de templos, y por su preocupación por los problemas de la gente de todas partes.

A pesar de todos los lugares a los que fue, la gente a la que conoció y la publicidad que gracias a él recibió la Iglesia, el presidente Hinckley trató de vivir modestamente y con discreción. No tomaba decisiones para impresionar a los demás, sino para seguir las impresiones del Espíritu. La apacible reverencia por su Padre Celestial, por sus antepasados y sus sacrificios, y por el conocimiento, tanto espiritual como secular, sirvió de guía al decimoquinto profeta de la Iglesia restaurada.

Una casa de instrucción

Gordon Bitner Hinckley vino al mundo el 23 de junio de 1910 en una familia religiosa y culturalmente refinada. Fue el primer hijo de Ada Bitner y Bryant Stringham Hinckley, educadores que se conocieron mientras Bryant servía como presidente del Instituto Superior de Comercio SUD, institución en la que Ada enseñaba inglés y taquigrafía. La primera esposa de Bryant, Christine, había fallecido, dejándole con ocho hijos a su cargo. Él y Ada lograron combinar con éxito a esos hijos con otros cinco hijos, fruto de su matrimonio.

El criarse en un hogar con una biblioteca repleta de más de un millar de tomos de obras literarias, históricas y filosóficas permitió a Gordon convertirse en un ávido lector. Siempre tuvo hambre de conocimiento que no logró saciar ni siendo adulto.

Pero su infancia consistió en más que libros y estudios. La familia adquirió una pequeña granja en lo que en aquel entonces era la zona rural de East Millcreek, en las afueras de Salt Lake City, con la esperanza de fortalecer la débil constitución física de Gordon. Allí, durante el verano, Gordon dormía a la intemperie bajo un cielo estrellado, bebía leche fresca recién ordeñada y aprendía importantes lecciones, como “la destreza para podar árboles en enero y así obtener buena fruta en septiembre”1.

El amor, el respeto y las noches de hogar contribuyeron a la unión de toda esta gran familia.

Gordon recibió su bendición patriarcal siendo niño. Este documento demostró su naturaleza profética al decirle: “Llegarás a ser un líder poderoso y valiente en el seno de Israel… Siempre serás un mensajero de paz; las naciones de la tierra escucharán tu voz y serán llevadas a un conocimiento de la verdad debido al maravilloso testimonio que tú expresarás”2.

Loor al Profeta

La adolescencia trajo consigo varias experiencias espirituales a un Gordon Hinckley en pleno proceso de desarrollo, entre ellas una particularmente poderosa que recordaría el resto de sus días. Como diácono y un tanto reacio a ir a su primera reunión de sacerdocio de estaca, Gordon, no obstante, acompañó a su padre, quien se sentó en el estrado, ya que era miembro de la presidencia de la estaca. Cualquier sentimiento de renuencia se disipó cuando la letra del primer himno llegó a lo profundo de su alma: “Al gran Profeta rindamos honores. Fue ordenado por Cristo Jesús”3. Posteriormente recordó: “Algo sucedió en mi interior al oír cantar a aquellos hombres de fe… Recibí en el corazón la convicción de que el hombre sobre el que cantaban fue realmente un profeta de Dios”4.

Su amistad con Marjorie

Gordon se graduó de la LDS High School [Escuela Secundaria SUD] en 1928, ansioso por comenzar sus estudios en la Universidad de Utah y también por poder cortejar a una joven que vivía al otro lado de la calle. Ambos se conocían desde la infancia y comenzaron a socializar en las actividades del barrio. Aunque Gordon Hinckley se describía a sí mismo como “un joven tímido, vergonzoso, pecoso y poco elegante”5, Marjorie Pay lo consideraba el alma de la fiesta. “Siempre rebosaba de entusiasmo”, decía. “Cuando Gordon entraba en el cuarto, mis amigas, entusiasmadas, me decían: ‘¡Está aquí!’ ”6.

Marjorie y Gordon habían desarrollado una estrecha amistad para cuando Gordon se inscribió en la Universidad de Utah, decidido a obtener un título en literatura inglesa. Es posible que algunas de sus asignaturas hayan avivado las dudas que Gordon ya abrigaba a causa de la Gran Depresión. “En aquella época reinaba un gran desaliento que se percibía con intensidad en el campus”, recordaba. “Empecé a cuestionar algunas cosas, entre ellas, tal vez levemente, la fe de mis padres. No es algo infrecuente entre los estudiantes universitarios, pero la sensación era particularmente grave en aquel entonces… El testimonio que había recibido de niño permaneció conmigo hasta convertirse en un baluarte al que me aferré durante aquellos años tan difíciles”7, dijo.

“Olvídate de ti mismo y ponte a trabajar”

Cualquier duda que Gordon haya tenido en la universidad nunca le impidió participar plenamente en la Iglesia. El presidente Hinckley dijo de su época universitaria: “Anidaba en mi corazón cierto amor por Dios y por Su gran obra que hacía que me elevase por encima de cualquier duda y temor”8.

En junio de 1932, se graduó en Filosofía y Letras de la Universidad de Utah. Sin desanimarse ante una tasa nacional de desempleo del 30%, Gordon se propuso ganar dinero para una meta ambiciosa: estudiar en la Escuela de Periodismo de la Universidad Columbia, en la ciudad de Nueva York.

En aquellos días de desesperación económica, pocos jóvenes pensaban en servir como misioneros, y pocas familias podían permitirse ese gasto. Por eso Gordon se sorprendió cuando su obispo le pidió que considerara ir en una misión. Gordon aceptó el llamado; y finalmente fue Ada, su madre, que había fallecido de cáncer en 1930, quien materializó el aspecto económico de su misión. La familia descubrió una cuenta de ahorros en la que ella había ingresado el cambio que recibía al hacer la compra, con la esperanza de que algún día sus hijos la aprovecharan para ir a la misión. Eso le permitió a Gordon partir para Londres en 1933.

Al poco tiempo se produjo otra decisiva experiencia espiritual. El propio presidente Hinckley se referiría una y otra vez a ella como “el día de mi decisión… Todo lo bueno que me ha acontecido desde entonces se remonta a aquel [día]”9. Desalentado por predicar ante personas que no demostraban interés alguno y por llamar a puertas que no se abrían, Gordon le escribió a su padre: “Estoy perdiendo mi tiempo y tu dinero; no veo ningún objeto en quedarme aquí”.

Bryant Hinckley, siempre el buen educador y aleccionador, le respondió: “Querido Gordon: Recibí tu carta… Sólo tengo un consejo que darte: Olvídate de ti mismo y ponte a trabajar. Con amor, tu padre”. Con la carta aún en la mano, Gordon regresó a su apartamento reflexionando en el versículo que había estudiado durante el estudio de las Escrituras de aquella mañana: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará” (Marcos 8:35). “Me arrodillé”, recordaba, “e hice convenio con el Señor de que intentaría olvidarme de mí mismo y me pondría a trabajar”10.

En 1934 fue llamado a servir como asistente del élder Joseph F. Merrill, del Quórum de los Doce Apóstoles y presidente de la Misión Europea. Gordon escribía artículos que aparecieron en el Millennial Star, una publicación de la Iglesia, y aún más importante para la obra misional, en la revista London Monthly Pictorial. La confianza del presidente Merrill en el joven misionero era tal que envió al élder Hinckley a conversar con el director de una gran editorial responsable de la publicación de un libro repleto de falsedades acerca de la Iglesia. Como resultado de aquella reunión, la editorial accedió a incluir en ese libro desde entonces una acotación en la que quedaba exenta de toda responsabilidad en cuanto a su contenido.

Una carrera en los medios de difusión

Dado el éxito con el que Gordon se había comunicado con la prensa inglesa, el presidente Merrill le pidió que transmitiera a la Primera Presidencia la necesidad de más y mejores materiales para la Misión Europea. Aunque aún albergaba esperanzas de asistir a la Universidad Columbia, Gordon Hinckley no pudo ocultar sus talentos a la Primera Presidencia. Su entrevista con ellos derivó en un empleo como secretario del Comité de Radio, Publicidad y Literatura Misional.

Desde 1935 hasta 1958, en calidad de empleado de la Iglesia, Gordon Hinckley escribió numerosos folletos sobre el Evangelio y libros misionales, produjo programas de radio, supervisó a los traductores del Libro de Mormón del inglés a otras lenguas y supervisó la exposición de la Iglesia en la Feria Mundial de San Francisco de 1939. Además, fue un pionero en el uso de materiales audiovisuales en la obra misional, lo que llevó a que se usaran en los templos y en las exposiciones de la Iglesia. Durante la Segunda Guerra Mundial, esos años de servicio a la Iglesia se vieron brevemente interrumpidos mientras trabajó en un cargo de gerencia para la compañía ferroviaria Denver & Rio Grande Railroad, en Denver, Colorado.

Los años de Gordon como empleado de la Iglesia incluyeron también la administración y preservación del programa misional durante la Guerra de Corea, y la producción de la película del templo, que se empleó por vez primera en el Templo de Berna, Suiza, ya que iba destinada a un público multilingüe.

Otra casa de instrucción

Gordon se casó con su vecina, amiga y novia de la adolescencia, Marjorie Pay, en el Templo de Salt Lake el 29 de abril de 1937.

Su familia creció hasta contar con tres hijas y dos hijos: Kathleen (Barnes Walker), Richard Gordon, Virginia (Pearce), Clark Bryant y Jane (Dudley). La familia dedicaba las vacaciones a recorrer los Estados Unidos, a leer y comentar buenos libros, y a disfrutar de conversaciones divertidas durante la cena.

La forma en que Gordon criaba a sus hijos reflejaba lo que había visto hacer a su propio padre: era tranquilo, práctico y no se inclinaba a adoptar duras medidas disciplinarias. Ni él ni su esposa presionaron a sus hijos para que se comportaran debidamente. Cuando Richard pasó por la etapa de preguntas y dudas típica en todo adolescente, el ejemplo de su padre surtió el mejor de los efectos. “Papá era como un ancla”, dijo. “Sabía en mi corazón que él sabía que el Evangelio era verdadero… Dios era real y personal para él”11.

El Quórum de los Doce Apóstoles

El trabajo de Gordon Hinckley requería que consultara con regularidad con los Doce Apóstoles. Cuando el presidente McKay le pidió que acudiera a su despacho durante el fin de semana de la conferencia general de abril de 1958, Gordon supuso que el Presidente lo necesitaba para algo relacionado con su trabajo; en vez de ello, el presidente McKay le pidió que sirviera como Autoridad General. Sorprendido y emocionado, Gordon Bitner Hinckley fue sostenido como Ayudante del Quórum de los Doce el 6 de abril de 1958.

En 1960, a las Autoridades Generales se les asignaba la responsabilidad de extensas partes del mundo, y el élder Hinckley recibió una de las asignaciones más difíciles: Asia. El área era enorme y compleja, los diversos idiomas suponían un verdadero reto para los misioneros y los disturbios políticos complicaban las cosas. El élder Hinckley trabajó a lo largo del vasto continente para desarrollar el liderazgo local, alentar a los misioneros y buscar terrenos para construir centros de reuniones en un mercado inmobiliario de precios exorbitantes. Por ello, la gente de Asia llegó a amarlo por su disposición para recorrer las calles, viajar en transporte público y comer la comida típica de esos países. Un líder japonés de la Iglesia dijo que el élder Hinckley hablaba y escuchaba como si él también fuera asiático12.

El élder Hinckley continuó su labor en Asia incluso después del histórico sábado 30 de septiembre de 1961, cuando fue sostenido como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. “Aquel fue un momento de reflexión”, dijo el presidente Hinckley. “Un llamamiento así conlleva un enorme sentido de responsabilidad y el deber de dar testimonio del Señor”13. Los miembros de todo el mundo pronto descubrieron por sí mismos el tono espiritual, humorístico y perspicaz que marcó los discursos del élder Hinckley durante sus años de servicio. Sus conmovedores mensajes trascendían culturas y fronteras, combinando fuerza, ternura y jocosa autocrítica de forma tal que llegaban al alma tanto de los dignatarios como de la gente más sencilla.

En calidad de miembro de los Doce, el élder Hinckley supervisó la obra en Sudamérica y más tarde en Europa. El administrar y dar discursos a menudo le tomaba menos tiempo que el brindar servicio caritativo y ayuda humanitaria. Por ejemplo, en 1970, el avión en el que viajaba el élder Hinckley acababa de despegar de Lima, Perú, cuando un devastador terremoto asoló aquel país. Al oír las noticias en Chile, canceló sus reuniones y regresó a Perú, donde él y el presidente de la misión localizaron a los misioneros y a los miembros, coordinaron las labores de auxilio y viajaron hasta pueblos destruidos para ofrecer consuelo.

Como Autoridad General, el élder Hinckley sirvió en numerosos comités, entre ellos el General del Sacerdocio, el de Correlación de la Iglesia y el de Presupuestos y Asignaciones de Fondos. Pero tal vez sus mayores aportaciones se produjeron, como era de esperar, en las comunicaciones públicas con la prensa y las personas del mundo entero. Siguió desarrollando materiales de la Iglesia para los medios de comunicación y buscó constantemente la manera de mejorar el uso de la tecnología para comunicarse con los Santos de los Últimos Días de todo el mundo. Siempre que surgían asuntos de controversia, se llamaba al élder Hinckley a expresar la postura de la Iglesia ante los medios de difusión. “El hermano Hinckley… disfrutaba de las asignaciones difíciles y no era tímido cuando tenía que tratar con los enemigos de la Iglesia”14, explicó el presidente Thomas S. Monson.

La Primera Presidencia

El élder Hinckley sirvió como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles bajo cuatro presidentes: David O. McKay, Joseph Fielding Smith, Harold B. Lee y Spencer W. Kimball. El 23 de julio de 1981 fue apartado como tercer consejero del presidente Kimball, a quien le aquejaban problemas de salud, cuyos consejeros, Marion G. Romney y N. Eldon Tanner, también tenían salud delicada. Desde esa fecha, Gordon B. Hinckley jamás dejó de integrar la Primera Presidencia. Sirvió como consejero de Spencer W. Kimball, de Ezra Taft Benson y de Howard W. Hunter. Desempeñó múltiples responsabilidades cuando la salud de esos presidentes declinó, logrando sacar adelante la obra de la Iglesia bajo la dirección de su líder.

Posteriormente escribió: “Había momentos en que parecía una carga terrible… Me acuerdo de una ocasión particular en que me arrodillé para pedir ayuda al Señor en medio de una situación muy difícil y me vinieron a la memoria aquellas palabras confortantes: ‘…quedaos tranquilos y sabed que yo soy Dios’ (D. y C. 101:16)”15.

Durante su servicio como consejero, se produjeron importantes acontecimientos y cambios en la Iglesia, entre ellos, la implementación en 1989 de los fondos generales de diezmos y ofrendas para sostener a las unidades locales de la Iglesia, y la igualación en 1991 de las contribuciones misionales. Además, se encargó personalmente de seleccionar terrenos, supervisar diseños y dedicar 20 templos durante la década de 1980.

No todos los tratos del presidente Hinckley con el mundo en general fueron fáciles. Con gran habilidad daba explicaciones de un sinnúmero de posturas, desde el matrimonio entre personas del mismo sexo hasta los juegos de azar y los consejos disciplinarios de la Iglesia. Y sin embargo, siguió creando materiales edificantes, supervisando la producción de nuevas películas del templo a comienzos de la década de 1990 y desarrollando la idea para Legacy, una película histórica que representa la saga de los pioneros Santos de los Últimos Días.

Cuando la salud del presidente Benson comenzó a deteriorarse a comienzos de la década de 1990, el presidente Hinckley y el presidente Thomas S. Monson compartieron las responsabilidades cotidianas de la Primera Presidencia hasta el fallecimiento del Profeta en 1994. Juntos, ambos consejeros respaldaron a Howard W. Hunter durante su servicio como decimocuarto Presidente de la Iglesia hasta su muerte acaecida el 3 de marzo de 1995.

El presidente Hinckley se quedó pasmado ante el manto de autoridad que estaba a punto de asumir. “No tenía idea del enorme peso de la responsabilidad que sentiría”16, recordaba. Una mañana temprano acudió solo al cuarto piso del Templo de Salt Lake y, después de leer las Escrituras, contempló las pinturas que había en la sala que representaban la vida del Salvador. “Me impresionó particularmente la pintura de la Crucifixión”, escribió. “Pensé mucho en el precio que mi Salvador pagó por mi redención y luego medité en la enorme responsabilidad que es ser Su profeta en la tierra. Me quedé pensativo y sollocé por los sentimientos de insuficiencia que me embargaban”. Sin embargo, aquel día salió del templo con la poderosa confirmación de que “el Señor obra Su voluntad con respecto a Su causa y reino”17.

El presidente Gordon B. Hinckley fue apartado el 12 de marzo de 1995 como el decimoquinto Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con Thomas S. Monson como Primer Consejero y James E. Faust como Segundo Consejero. Juntos, servirían durante más de doce años, hasta que el presidente Faust falleció en agosto de 2007. El presidente Henry B. Eyring fue sostenido como Segundo Consejero de la Primera Presidencia el 6 de octubre de 2007 durante la conferencia general.

Una mano al mundo

La franqueza del presidente Hinckley hacia los medios de comunicación fue de provecho para la causa de la que había formado parte desde que aceptó trabajar para la Iglesia en 1935. Ahora cumpliría con su misión de hacer salir a la Iglesia “de la oscuridad” (D. y C. 1:30). Ciertamente lo logró al transmitir al mundo que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no es una pequeña secta provinciana del oeste de los Estados Unidos.

En calidad de Presidente, siguió reuniéndose con líderes políticos mundiales y con los que, en todo el mundo, influían en la opinión de la gente. En noviembre de 1995, el presidente Hinckley y el élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce Apóstoles, entregaron al presidente estadounidense Bill Clinton y a su vicepresidente, Al Gore, un ejemplar de la proclamación sobre la familia durante una reunión realizada en la Casa Blanca para analizar maneras de fortalecer a las familias. Más tarde, el presidente Hinckley fue entrevistado por el periodista Mike Wallace, en 60 Minutes, un programa nacional de televisión, y millones de estadounidenses oyeron a un profeta viviente dar testimonio de la Primera Visión, explicar el sacerdocio y hablar sobre otros principios básicos del Evangelio. A través de los años, habló ante numerosos grupos empresariales, políticos e históricos, entre los que se cuentan la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color, la Sociedad General de Descendientes del Mayflower y la Conferencia Nacional de Alcaldes Estadounidenses. Apareció varias veces como invitado del programa de televisión por cable Larry King Live.

Al iniciarse el siglo XXI, el presidente Hinckley fue el primer Presidente de la Iglesia que dirigió la palabra ante el Club Nacional de la Prensa en Washington D.C. y respondió a preguntas sobre todo tipo de temas, desde la genealogía hasta la labor humanitaria. Además, escribió varios libros siendo Presidente de la Iglesia. El primero de ellos, Standing for Something: 10 Neglected Virtues That Will Heal Our Hearts and Homes [En defensa de la verdad: 10 virtudes olvidadas que sanarán nuestro corazón y nuestro hogar] se publicó a comienzos del año 2000 y ocupó un lugar en la lista de Publishers Weekly de los diez libros de religión que más se habían vendido. El día en que cumplió 94 años, el presidente de los Estados Unidos George W. Bush le hizo entrega de la Medalla Presidencial de la Libertad.

Entre los santos

El presidente Hinckley estableció como prioridad el reunirse con los Santos de los Últimos Días de todas partes. “He resuelto que, mientras tenga fuerzas, iré a ver a los de este pueblo, tanto en este país como en el extranjero”, dijo durante la conferencia general de abril de 1996. “Deseo juntarme con la gente a la que amo”18. Poco después de que fue sostenido como Presidente en 1995, realizó un viaje a las Islas Británicas, y ése fue sólo el comienzo. En 1996 estuvo con miembros de la Iglesia en 22 países, diseminados por Centroamérica, Sudamérica, Europa y Asia, y en 13 estados de los Estados Unidos. Fue el primer Presidente de la Iglesia que visitó la China continental.

Mantuvo ese ritmo de viajes en años posteriores; en enero de 2000, por ejemplo, recorrió 37.000 km en diez días por el Pacífico para reunirse con miembros en Kiribati, Australia, Indonesia, Singapur y Guam. En 2004 dedicó el Templo de Accra, Ghana, visitó a los santos de Cabo Verde y recorrió Europa. Para 2005 el presidente Hinckley había recorrido más de un millón de millas como profeta del Señor; sólo en ese año visitó Rusia, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Nigeria y varios países más.

Bajo la dirección del presidente Hinckley, la Iglesia tendió la mano también a los más necesitados del mundo. A modo de ejemplo, en 1996 el programa de ayuda humanitaria de la Iglesia donó ropa a 8,7 millones de personas en 58 países; 450.000 kg de material médico y educativo a 70 países; y alimentos, material médico y productos agrícolas por valor de 3,1 millones de dólares a un país asolado por la hambruna como es Corea del Norte19. En marzo de 2000, anunció la creación del Fondo Perpetuo para la Educación con objeto de conceder préstamos para que jóvenes Santos de los Últimos Días de todo el mundo obtengan la formación necesaria que les permita encontrar un empleo adecuado. Entre 2004 y 2005, la Iglesia ofreció una ayuda enorme a las víctimas del maremoto del sudeste asiático, del huracán Katrina y de otros muchos desastres naturales ocurridos en diversos países.

Edificación para el futuro

La construcción de templos sagrados desempeñó un papel de suma importancia durante la administración del presidente Hinckley. En julio de 1997, el profeta ofreció la oración dedicatoria durante la ceremonia de la palada inicial del nuevo Centro de Conferencias de Salt Lake City. En abril de 2000, se realizó una impresionante conferencia general en ese enorme edificio con capacidad para 21.000 personas, muchas de las cuales no se atrevían anteriormente a viajar hasta esa ciudad por temor a no conseguir asientos en el Tabernáculo. “Llevo cerca de 50 años aguardando este día, desde que me uní a la Iglesia”20, dijo un miembro samoano de 72 años que estuvo presente.

En octubre de 1997, el presidente Hinckley anunció que la Iglesia comenzaría a edificar templos pequeños en aquellas zonas en las que hubiera pocos miembros. El plan dio como resultado un crecimiento sin precedentes del número de templos. Bajo el liderazgo del Profeta se construyeron más de 70 de estos edificios en 21 países. En octubre de 2005, el presidente Hinckley inauguró la construcción de la modernísima Biblioteca de Historia de la Iglesia en el centro de Salt Lake City, cuya finalización se espera para mediados de 2009.

Los esfuerzos del presidente Hinckley por hacer progresos en la Iglesia llegaron hasta la utilización de Internet. Después de establecer su presencia en la Red con LDS.org, la Iglesia lanzó en 1999 un sitio web de historia familiar, FamilySearch.org, que recibió enorme aceptación por parte de un público entusiasta. En 2001 se lanzó Mormon.org para responder a preguntas sobre las enseñanzas de la Iglesia, tras lo cual se produjeron otras propuestas en Internet con objeto de servir a los miembros de la Iglesia y a personas de otras religiones, como sucedió con JosephSmith.net.

Un compañerismo eterno

El 29 de abril de 2003, el presidente Hinckley conmemoró un punto culminante personal: su 66 aniversario de boda. Al reflexionar en su matrimonio, concluyó: “Si los esposos pensaran menos en sí mismos y más en sus cónyuges, tendríamos hogares más felices en la Iglesia y en todo el mundo”21.

La hermana Hinckley falleció poco menos de un año más tarde, el 6 de abril de 2004, por causas propias de la edad. Miles de miembros de la Iglesia asistieron a su funeral, mientras que muchos más lo siguieron por televisión. Su hijo Clark Hinckley leyó una carta que su padre le había escrito a su esposa: “Cuando en algún tiempo futuro la mano de la muerte nos toque suavemente a cualquiera de los dos, habrá lágrimas, sí, pero también existirá la certeza apacible del reencuentro y del compañerismo eterno”.

Lo que todo Santo de los Últimos Días debe ser

El presidente Hinckley vivió para prestar servicio y sacrificarse. Vivió para su familia y para los miembros de la Iglesia, a quienes tendió la mano a través de sus discursos y viajes. Dirigiéndose a esos miembros en la conferencia general de octubre de 2006, les dijo: “Cumplí los 96 el pasado junio. Me he enterado por varias fuentes de que se especula bastante acerca de mi salud y me gustaría aclararles cómo está en realidad. Si llego a durar unos meses más, habré servido a una edad más avanzada que cualquier otro Presidente de la Iglesia. No lo digo con jactancia sino lleno de agradecimiento”. Y entonces agregó un comentario propio de él: “El Señor me ha permitido vivir, aunque no sé por cuánto tiempo. Pero sea cual sea, seguiré dando lo mejor de mí para realizar la obra que se me ha encomendado”22.

En agosto de 2005, el presidente Hinckley instó a los miembros de la Iglesia a acercarse más al Salvador por medio de la lectura del Libro de Mormón, y que lo hicieran antes del fin de ese año. Aun cuando ya estaban programados actos conmemorativos del bicentenario del nacimiento del profeta José Smith, el año 2005 cobró un significado especial para los miembros de la Iglesia que aceptaron el reto y que tuvo como resultado que hubiera más personas que leyeran el Libro de Mormón que en cualquier otra época.

El presidente Hinckley, en su tono afable y cortés, solía aconsejar a los Santos de los Últimos Días que fueran buenos ejemplos. “Seamos buenas personas”, dijo en un discurso de la conferencia general de abril de 2001. “Seamos gente amigable; seamos buenos vecinos; seamos lo que los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días deben ser”23.

Deseábamos hacer esas cosas porque vimos cómo cuidaba de su prójimo, cualesquiera que fueran sus antecedentes o sus creencias religiosas. Vimos cómo se preocupaba por los nuevos conversos. Le vimos utilizar su formación y su espiritualidad para hablar con elocuencia, tomar decisiones sabias y dar al mundo un “ejemplo de los creyentes” (1 Timoteo 4:12). Le oímos reírse de sí mismo y demostrar humildad sincera a la vez que vivía con compostura y energía. Más que nada, llegamos a comprender y a amar aún más a Jesucristo, gracias a Su inolvidable decimoquinto profeta de los últimos días: Gordon Bitner Hinckley.

Notas

  1. Citado por J. M. Heslop en “Hard Work and Responsibility Bring Success”, Church News, 8 de febrero de 1975, pág. 4.

  2. Citado por Boyd K. Packer en “Presidente Gordon B. Hinckley, Primer Consejero”, Liahona, octubre– noviembre de 1986, pág. 11.

  3. “Loor al Profeta”, Himnos, Nº 15.

  4. Citado por Sheri L. Dew en Go Forward with Faith: The Biography of Gordon B. Hinckley, 1996, pág. 35.

  5. Citado por Heslop, Church News, 8 de febrero de 1975, pág. 4.

  6. Charla fogonera de la Sociedad de Socorro del Barrio Holladay 11, Estaca Salt Lake Holladay, 9 de enero de 1996.

  7. Citado por Dew, Go Forward, págs. 46–47.

  8. Citado por Dew, Go Forward, pág. 47.

  9. Citado por Dew, Go Forward, pág. 64.

  10. Citado por Jeffrey R. Holland en “El presidente Gordon B. Hinckley: Valiente y denodado”, Liahona, agosto de 1995 (edición especial), pág. 14.

  11. Citado por Dew, Go Forward, pág. 168.

  12. Véase Dew, Go Forward, pág. 248.

  13. Citado por Dew, Go Forward, pág. 235.

  14. Citado por Dew, Go Forward, pág. 294.

  15. Citado por Holland, Liahona, agosto de 1995 (edición especial), pág. 22.

  16. Citado por Dew, Go Forward, pág. 506.

  17. Citado por Dew, Go Forward, págs. 507–508.

  18. “Esta resplandeciente mañana de la pascua de resurrección”, Liahona, julio de 1996, págs. 70–73.

  19. Véase Hans Moran, “Unite to Help Needy, President Monson Urges”, Deseret News, 21 de noviembre de 1997, sección B, pág. 2.

  20. “Conference Center Draws Members from Many Nations”, Ensign, mayo de 2000, pág. 106.

  21. “En casa con el matrimonio Hinckley”, Liahona, octubre de 2003, pág. 32.

  22. “La fe que mueve montañas”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 82.

  23. “La obra sigue adelante”, Liahona, julio de 2001, pág. 6.