2008
Reservemos tiempo para la santidad
Junio de 2008


Reservemos tiempo para la santidad

En las calles de Hong Kong, la vida discurre a un ritmo apresurado. De día o de noche, multitudes se desplazan de un sitio a otro en carrera ordenada pero trepidante. Las personas, en masa, entran en el metro por un lado mientras otras salen por el otro, en camino a su trabajo, al mercado o a la escuela.

En una cultura que valora el trabajo arduo y los logros, a veces parece que el día no tiene horas suficientes para hacerlo todo.

“Necesito más tiempo”, suspira Ng Kathy Ka-Lai mientras se toma un descanso con sus amigos jóvenes adultos solteros al final de un domingo atareado.

Sus amigos están aprendiendo por experiencia propia que el mundo puede ser insistente e incluso agobiante. Es capaz de tirar de nosotros en doce direcciones diferentes al mismo momento y consumir todo nuestro tiempo libre. Las exigencias de este mundo pueden dejarnos muy poco tiempo para las cosas espirituales. Así que, si no tenemos cuidado, antes de que nos demos cuenta estaremos a merced del mundo más bien que en condiciones de apelar a la misericordia de Dios.

El mundo sigue su curso frenético

Kathy y sus amigos saben lo fácil que es quedar atrapados en las prisas del mundo.

Chow Shu Wai tiene veintiocho años, es supervisor de fabricación y trabaja setenta horas a la semana. Yuen Lung Sing tiene veintinueve y trabaja más de cincuenta horas a la semana como ingeniero de construcción. Kathy, de veintiocho años, también trabaja unas cincuenta horas a la semana en ventas y servicios al cliente. Chan Misty Lai Ming, de veintisiete años, es ayudante de investigación, y Tsang Dick Hing Leung, de veintiocho años, es ingeniero mecánico, y ambos trabajan unas cuarenta y cinco horas.

Y después, estos fieles jóvenes adultos miembros asumen las responsabilidades propias de los llamamientos de la Iglesia, a las cuales dedican entre cinco y quince horas a la semana. En este grupo se encuentran una presidenta de las Mujeres Jóvenes de estaca, un consejero de la presidencia de los Hombres Jóvenes de estaca, un consejero de la presidencia de la Escuela Dominical de barrio, un presidente del consejo de instituto de la región y un representante de los jóvenes adultos solteros de estaca.

Para encontrar el tiempo para renovarse espiritualmente, estos amigos dicen que hay que planificarlo. Para hacerlo, a veces se requiere creatividad o dormir menos, lo que incluye levantarse más temprano, acostarse más tarde y utilizar el tiempo que se requiere para ir y regresar del trabajo y de los momentos que se dan para descansar en él.

“Si tomamos la determinación de reservar tiempo para cosas como el estudio de las Escrituras, entonces es fácil encontrar ese tiempo”, dice Dick. “Cuando no tenemos ningún plan, entonces lo más probable es que perdamos cualquier momento libre que nos quede”.

Cuidado con las distracciones

Y eso es porque, cuando el mundo no exige nuestra atención con el trabajo y otras responsabilidades, por lo general procura acapararla mediante otras maneras de ocupar el tiempo.

“En el mundo hay muchas distracciones”, dice Misty. Por ejemplo, menciona los reproductores de MP3, que permiten llevar tu música favorita adonde vayas, pero a veces te impiden concentrarte.

“Dejé mi reproductor de MP3 hace casi un año”, dice. “Me impedía concentrarme. Si utilizo el reproductor de MP3, no consigo pensar ni meditar”.

Dick habla de la televisión. “Si tengo tiempo para la tele, tengo tiempo para las Escrituras”, dice. “Hay que encontrar un equilibrio y hacer lo correcto en el momento correcto”.

Para estos jóvenes adultos, el problema no consiste en ver programas inapropiados ni en escuchar música inadecuada. El problema es permitir que el entretenimiento consuma el poco tiempo que tienen para las cosas espirituales. O, en palabras del élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles: “Cuando las cosas del mundo te agobian, por lo general las cosas incorrectas pasan a tener mayor prioridad… Satanás tiene un arma poderosa que usa contra la gente buena: la distracción. Él trata que la gente buena llene su vida de ‘cosas buenas’ para que no haya lugar para las importantes”1.

Santifíquense

En su esfuerzo por liberarse del mundo, Dick, Kathy, Lung, Misty y Shu están aprendiendo su responsabilidad de hacer lo que dice el Señor: “Santificaos, pues, y sed santos” (Levítico 20:7). Estos amigos hablan de cómo lograr la santificación.

1. Mediante la fe

“…[ejercerán] la fe en mí, dice el Señor… para que se santifiquen en mí” (Éter 4:7).

La fe conduce a la acción, y estos jóvenes adultos consideran que la fe en Cristo conduce a actos cristianos.

A lo largo del día, Dick se esfuerza por pensar en Jesús con la mayor frecuencia posible. El comenta: “Él es nuestro ejemplo de santidad. ¿Qué hizo Jesús? ¿Qué dijo?”

Así que en el diario vivir procura obrar de acuerdo con la respuesta a esas preguntas.

Motivados por su fe, los amigos estudian las Escrituras, asisten a instituto, trabajan con los misioneros y sirven en el templo. Prestan servicio a los demás y comparten su testimonio cuando resulta posible. También demuestran que están dispuestos a sacrificar sus deseos a fin de ser obedientes al Señor.

“Mi mente y mis obras deben concentrarse en Jesucristo”, dice Kathy. “No sirve de nada decir que quiero ser más paciente si después no hago nada. Si creo en Él y tengo fe en Él, puedo llegar a parecerme más a Él”.

2. Mediante el estudio

“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17).

“Cuando aplicamos las Escrituras a nosotros mismos, éstas se convierten en respuestas que nos ayudan a afrontar y a resolver los problemas de la vida”, dice Dick con respecto a su experiencia en el estudio de las Escrituras.

Todos sus amigos asienten, y cada uno de ellos afirma que se esfuerza por reservar tiempo para leer las Escrituras todos los días, ya sea media hora antes del trabajo o de acostarse, o bien durante el tiempo que les tome ir al trabajo o regresar de él.

El estudio acompañado de la meditación en un espíritu de oración nos abre la mente a la inspiración, dice Lung, y puede incluso cambiar nuestra naturaleza2.

“Las Escrituras me dan una comprensión más profunda del Evangelio”, dice Lung. “Siento el Espíritu y eso me acerca más a Dios”.

3. Mediante el sacrificio

“…[la] santificación… viene de entregar el corazón a Dios” (Helamán 3:35).

“El Salvador nos pide que estemos dispuestos a sacrificar nuestros propios deseos para seguir a Dios”, dice Kathy.

“Debemos estar dispuestos a renunciar a las cosas mundanas”, confirma Misty.

Lung, por ejemplo, menciona al joven que aparece en el evangelio de Lucas, que preguntó a Jesús lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna. Había guardado los mandamientos desde su juventud, pero no estaba dispuesto a dejar sus riquezas cuando Jesús le invitó a vender todo lo que tenía para seguir al Salvador (véase Lucas 18:18–23).

“Para seguir a Cristo, tenía que sacrificar cosas que le importaban”, explica Lung. “Todos tenemos ese tipo de cosas —no necesariamente riquezas—, sino cosas que nos impiden seguirle”.

Un ejemplo que analizaron fue el del padre del rey Lamoni, que estuvo dispuesto a abandonar todos sus pecados para conocer a Dios (véase Alma 22:18).

“Dios desea averiguar si tenemos la fe suficiente para seguirle. Lo que quiere es nuestro corazón”, afirma Misty. “Quiere saber qué es lo que más amamos. Así es como nos convertimos en discípulos suyos”.

“Para llegar a ser santos, tenemos que sacrificar nuestra voluntad y nuestros deseos”, dice Shu.

4. Mediante la obediencia

“…lo que la ley gobierna, también preserva, y por ella es perfeccionado y santificado” (D. y C. 88:34).

Sacrificar nuestros deseos equivale a santificarnos si lo hacemos para cumplir la voluntad del Señor, respetar nuestros convenios y guardar Sus mandamientos.

“Dios nos ha dado ciertas leyes”, afirma Dick. “La obediencia a ellas nos santifica”.

“Recibiríamos más bendiciones si estuviéramos más dispuestos a obedecer”, dice Kathy. “Podemos ser felices si cumplimos Su ley”.

5. Mediante la Expiación

“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Hebreos 10:10).

“Para mí, ser santo significa ser digno de estar en la presencia de Dios, ser puro”, dice Lung. “Eso sólo es posible mediante la Expiación”.

“Él ya ha pasado por todas nuestras dificultades”, explica Misty. “Los sentimientos que tenemos ya los ha experimentado. La Expiación conlleva un enorme poder para hacernos santos como Él es santo” (véase Moroni 10:32–33).

Kathy dice que “recordar lo que el Salvador ha hecho” por nosotros es un paso importante para permitir que la Expiación influya en nuestra vida.

Dick añade que siente los efectos de la Expiación cuando se arrepiente y guarda los mandamientos diariamente, lo cual permite que el Señor lo haga limpio. Esto es un ejemplo de cómo nosotros podemos santificarnos para que el Señor nos santifique (véase Levítico 20:7–8).

En el mundo sin ser del mundo

Estos jóvenes adultos reservan tiempo para la santidad y se liberan de las cosas mundanas en armonía con el siguiente mandamiento del Señor: “…que os organicéis, os preparéis y santifiquéis; sí, purificad vuestro corazón y limpiad vuestras manos y vuestros pies ante mí…”.

Pero la razón por la cual nos ha mandado que seamos santos es tan importante como el comprender la manera de lograrlo.

“…para que yo os haga limpios; a fin de que yo testifique a vuestro Padre, y vuestro Dios y mi Dios, que sois limpios de la sangre de esta perversa generación” (D. y C. 88:74–75).

“A veces la vida es una locura”, dice Dick mientras observa el ajetreo de Hong Kong por la noche. “Cuando reservamos tiempo para el Salvador en nuestro diario vivir, podemos contar con Su ayuda para superar nuestros desafíos. No hay nada en el mundo que sea tan importante para mí como poder regresar con mi Padre en los cielos”.

Notes

  1. “Primero lo más importante”, Liahona, julio de 2001, pág. 7.

  2. Véase Boyd K. Packer, “No temáis”, Liahona, mayo de 2004, pág. 77.