2008
El ejemplo del presidente Grant
Septiembre de 2008


El ejemplo del presidente Grant

“Atención, clase, vayan pasando la tarea hacia delante”. Heidi se dio la vuelta para tomar la de Molly. Le encantaba contemplar la hermosa caligrafía de Molly antes de pasar la tarea de ella hacia delante. Sus letras parecían fluir a la perfección. Heidi contempló su propia hoja y le avergonzaba que alguien viera su mala caligrafía, así que la puso debajo de la de Molly y las pasó hacia delante.

“Mamá, ¿podrías escribirme las tareas?”, preguntó Heidi al momento que entró por la puerta. Su madre también escribía con una bella letra. Tal vez si su madre le escribiera las tareas, no se sentiría tan avergonzada.

“¿Por qué quieres que te escriba las tareas? ¿Acaso te quebraste los brazos?”, bromeó su madre.

Heidi le habló de la bonita caligrafía de Molly. “Ojalá hubiera practicado más caligrafía el curso pasado”. Heidi se sentó a la mesa y dejó caer el rostro entre las manos.

“Tú ya sabes, Heidi”, dijo su madre, “que si te esfuerzas lo suficiente, tu caligrafía puede ser tan buena como la de cualquiera. Sólo tienes que concentrarte en hacerlo”.

Heidi no estaba tan segura. Se imaginó la letra de Molly y pensó que la suya nunca podría parecerse a la de su amiga.

“¿Te acuerdas del profeta Heber J. Grant?”, le preguntó su madre.

Heidi levantó la vista. “Sí. Aprendimos sobre él en la Primaria”.

“Tenía muy mala letra cuando era joven, pero realmente quería mejorarla, así que practicó y practicó hasta que su caligrafía fue tan buena que le dieron un premio”.

¡Heidi estaba asombrada! Admiraba a los profetas, pero jamás se había imaginado que tuvieran problemas como los de ella cuando eran jóvenes. Decidió que si Heber J. Grant fue capaz de esforzarse por mejorar su caligrafía, ella también podría hacerlo.

Al día siguiente, en la escuela, Heidi se empeñó mucho en escribir mejor. Al principio le resultó difícil y tuvo que quedarse hasta tarde para terminar sus redacciones, pero el relato del presidente Heber J. Grant la motivó a continuar.

Tuvieron que pasar semanas antes de que Heidi viera alguna mejora. Seguía tardando mucho en terminar sus tareas, pero la caligrafía iba mejorando.

Cierto día, Molly se dio cuenta. “Heidi”, le dijo, “tienes una letra muy bonita”.

“Gracias”, dijo Heidi sonrojándose. No pudo evitar que en el rostro se le dibujara una sonrisita.

Aquella noche Heidi dejó una nota para su madre en la puerta del refrigerador, escrita con letra muy bonita.