2008
La revelación y el profeta viviente
Septiembre de 2008


Lo que José enseñó

La revelación y el profeta viviente

José Smith reconocía la importancia de la revelación en la Iglesia.

Empezando con la Primera Visión, José Smith fue el profeta escogido de Dios para revelar Su palabra y Su voluntad a la tierra. Al ir madurando en esa función, José adquirió un claro entendimiento del orden de la revelación en la Iglesia. A continuación figuran algunas de las enseñanzas de José Smith sobre la revelación y la función del profeta viviente.

LA REVELACIÓN ES ESENCIAL

“La doctrina de la revelación sobrepuja en gran manera la doctrina de que no hay revelación; porque una verdad revelada de los cielos vale mucho más que todas las ideas sectarias que existen”.

“La salvación no puede venir sin revelación; es en vano que persona alguna ejerza su ministerio sin ella… Ningún hombre puede ser ministro de Jesucristo si no tiene el testimonio de Jesús, y éste es el espíritu de la profecía [véase Apocalipsis 19:10]”.

EL ORDEN DE LA REVELACIÓN

“y no has de mandar al que te es por cabeza, y por cabeza de la iglesia; porque yo le he dado las llaves de los misterios, y de las revelaciones selladas, hasta que les nombre a otro en su lugar”. (D. y C. 28:6–7).

“Los Presidentes o la [Primera] Presidencia están sobre la Iglesia, y las revelaciones de la disposición y voluntad de Dios para la Iglesia deben venir por medio de la Presidencia. Tal es el orden celestial, así como el poder y privilegio del sacerdocio [de Melquisedec]. Cualquiera de los oficiales de esta Iglesia también tiene el privilegio de recibir revelaciones, en lo que respecta a su particular llamamiento y deber en la Iglesia”.

SEGUIR AL PROFETA DE DIOS

“Hay entre nosotros muchísimos hombres y mujeres eruditos que son demasiado sabios para que se les pueda enseñar; por tanto, tendrán que morir en su ignorancia, y en la resurrección descubrirán su error”.

De Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith (Curso de estudio para el Sacerdocio de Melquisedec y la Sociedad de Socorro, 2007), págs. 205, 208, 213.