2008
Cómo dar
Octubre de 2008


Ven y escucha la voz de un profeta

Cómo dar

De “El gozo de dar”, Liahona, diciembre de 1996, págs. 11–14.

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President Henry B. Eyring

Era un día de verano. Mi madre murió temprano por la tarde; mi padre, mi hermano y yo habíamos regresado del hospital a casa, los tres solos. Nos preparamos una merienda sencilla y más tarde recibimos algunas visitas. Se hizo tarde y anocheció, y recuerdo que ni siquiera habíamos encendido las luces.

Alguien tocó el timbre y papá abrió la puerta; eran la tía Catherine y el tío Bill, y vi que él tenía en la mano un frasco de cerezas. Aún conservo claro el recuerdo de esas cerezas maduras, de un color rojo casi púrpura, y la tapa brillante y dorada del frasco. El tío Bill dijo, señalando las cerezas: “Pensamos que les gustarían. Seguramente no habrán comido postre”.

De hecho, así era; los tres nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina, nos servimos unas cerezas y las comimos, mientras los tíos recogían algunos platos sucios y los lavaban.

En mi opinión, el hacer y el recibir un gran regalo siempre consiste en tres partes, que son las siguientes, según lo ilustra ese regalo de cerezas:

Primero, supe que mis tíos habían percibido lo que yo sentía. Debieron de haber pensado que estaríamos muy cansados para prepararnos de comer, y que tal vez un plato de cerezas envasadas en casa nos haría sentir, aunque fuera por un momento, que éramos otra vez una familia. No recuerdo el sabor de las cerezas, pero sí recuerdo que alguien percibió los sentimientos de mi corazón y se ocupó de mí.

Segundo, sentí que el regalo era sincero y generoso. Sabía que el tío Bill y la tía Catherine habían decidido de buena voluntad ir a llevárnoslo y que parecía que el hacerlo les causaba gozo.

Y tercero, había en el regalo un elemento de sacrificio. Yo sabía que mi tía había envasado esas cerezas para su familia, porque de seguro les gustaban; no obstante, tomó lo que a ellos les causaría placer y me lo dio a mí. Eso es sacrificio; y desde entonces he llegado a comprender este maravilloso concepto: el tío Bill y la tía Catherine deben haber pensado que tendrían mayor placer si yo me comía las cerezas que si se las comían ellos.

El obsequiar regalos con sinceridad encierra tres elementos: se siente lo que siente la otra persona, se da sin esperar nada a cambio y el sacrificio se considera una bendición.

Dios el Padre dio a Su Hijo, y Jesucristo nos dio la Expiación; dones de incalculable profundidad y valor para nosotros. Jesús dio Su don con abnegación y de buen grado a todos nosotros. Una de las señales seguras de que la persona ha aceptado el don de la expiación del Salvador es la disposición a dar.