2008
Porque mi padre leyó el Libro de Mormón
Noviembre de 2008


Porque mi padre leyó el Libro de Mormón

Invito a todos los que me oyen hoy a leer el Libro de Mormón y a poner en práctica la promesa que éste encierra. Quienes lo hagan, sabrán que el libro es verdadero.

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Elder Marcos A. Aidukaitis

Buenos días, queridos hermanos y hermanas. Siento un profundo gozo y honor al hablarles hoy. Ruego que Dios guíe mis palabras y que Su Espíritu esté con nosotros a fin de que “el que la[s] predica y el que la[s] recibe [puedan comprenderse] el uno al otro, y ambos [sean] edificados y se [regocijen] juntamente” (D. y C. 50:22).

Considero el 2 de junio de 1940 un día sumamente importante en la historia de mi familia. Ese día mi padre fue bautizado en esta Iglesia.

Al escribirle a su padre, el élder Jack McDonald, uno de los misioneros que bautizó a mi padre, describió ese día con estas palabras:

“El domingo pasado fue un día especialmente hermoso. Los misioneros fuimos a un lugar apartado en el campo, junto a la orilla del río, y allí el élder Jones y yo [el élder McDonald] efectuamos nuestro primer bautismo. Antony Aidukaitis entró en el agua helada y se convirtió en miembro de la Iglesia…Todo era perfecto, el cielo azul, el campo tan tranquilo, verde, tan hermoso que ninguno podía evitar sentir la presencia de una gran influencia.

“[Al caminar] con nuestro nuevo miembro, él nos dijo que no podía explicar lo maravilloso que había sido ese día para él, que en realidad se sentía como un hombre nuevo… Ese fue nuestro primer bautismo, pero ni yo ni nadie puede acreditárselo: él se convirtió a sí mismo”.

Ese acontecimiento cambió la historia de mi vida. No estoy seguro de que mi padre haya podido prever la sabiduría de sus acciones, pero lo amo por lo que hizo ese día; él falleció hace más de treinta años, pero yo honraré y bendeciré su nombre para siempre.

Mi padre era hijo de lituanos, pero había nacido en Escocia; se mudó a Brasil cuando todavía era joven. Su aptitud para hablar inglés facilitó su conversión dado que pudo leer el Libro de Mormón en inglés cuando todavía no había una traducción fiable en portugués. Esa barrera del idioma impidió que mi madre se uniera a la Iglesia hasta unos pocos años después, pero, cuando lo hizo, fue un poderoso ejemplo, para nuestra familia, de dedicación hacia los demás y de amor a Dios; ella tiene noventa y dos años y se encuentra aquí hoy. Me da gran gozo decir que la amo por su extraordinaria fidelidad; también honraré y bendeciré su nombre para siempre.

Admiro la valentía que mi padre tuvo de bautizarse en la Iglesia a pesar de las circunstancias que afrontaba en ese tiempo. No fue fácil; su esposa no se había bautizado con él y los vicios del tabaco y del alcohol eran tentaciones muy grandes para él; era pobre y su madre estaba en contra de que él se uniera a la Iglesia y le dijo que si él se bautizaba ya no lo consideraría más su hijo. Con menos de trescientos miembros en Brasil, la Iglesia ni siquiera tenía una capilla allí. Verdaderamente me sorprende la determinación y la valentía de mi padre.

¿Cómo pudo tomar una decisión así ante tantas circunstancias desfavorables? La respuesta es muy sencilla: pudo hacerlo porque mi padre leyó el Libro de Mormón y, al hacerlo, supo de la veracidad del mensaje de la Restauración. El Libro de Mormón es una prueba de que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es verdadera. La guía Predicad Mi Evangelio enseña: “El Libro de Mormón, combinado con el Espíritu, es el instrumento más poderoso… para la conversión” (2004, pág. 108).

El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Los que lo han leído [el Libro de Mormón] y orado al respecto, fueran ricos o pobres, eruditos o ignorantes, han crecido espiritualmente bajo su poder…

“…Sin reservas, les prometo que si leen el Libro de Mormón y oran acerca de él, a pesar de las muchas veces que lo hayan leído antes, entrará a su corazón… el Espíritu del Señor; se fortalecerá más en ustedes la resolución de obedecer los mandamientos de Dios y recibirán un testimonio más firme de la realidad viviente del Hijo de Dios” (véase “El Libro de Mormón”, Liahona, octubre de 1988, págs. 2–7; véase también “The Power of the Book of Mormon”, Ensign, junio de 1988, pág. 6).

Esas promesas llegaron a ser una realidad para mi padre y para mi familia. De acuerdo con lo que se nos ha enseñado, leemos las Escrituras en familia todos los días; lo hemos hecho por muchos años. En casa, hemos leído el Libro de Mormón varias veces y continuaremos haciéndolo. Como se ha prometido, el Espíritu del Señor ha conmovido el corazón de los integrantes de nuestra familia, hemos sentido la fuerte resolución de andar en obediencia a Sus mandamientos y recibido un firme testimonio de la realidad viviente del Hijo de Dios.

Al saber que el Libro de Mormón es verdadero, uno sabe que José Smith fue llamado por Dios para restaurar la Iglesia de Jesucristo sobre la tierra; sabe que José Smith vio al Padre y al Hijo y que existe sólo una fe y un bautismo válido; sabe que un profeta de Dios vive sobre la tierra en la actualidad y que él posee todas las llaves del sacerdocio y el derecho a ejercerlas, al igual que Pedro en la antigüedad. También sabe que Jesucristo es el Hijo de Dios, el único nombre por medio del cual se recibe la salvación; sabe que Dios el Padre vive y que nos ama; sabe que Su plan de salvación es perfecto y siente el deseo de efectuar las ordenanzas, de vivir los mandamientos y de perseverar hasta el fin.

Me da mucha tristeza cuando alguien a quien se le ha dado el Libro de Mormón y se le ha explicado todo esto aún se rehúsa a leerlo. Me entristece que algunas personas permitan que otras influyan en ellas, rechacen investigar el libro y lo dejen a un lado como algo sin valor, sin participar del banquete espiritual que éste ofrece. Para mí, eso es incomprensible; es como si un hijo o una hija que se encuentra separado de un padre amoroso se rehusara a leer una carta de él sin siquiera abrir el sobre. Los que deciden hacer eso, son como niños consentidos que se niegan a probar la comida que con tanta ternura su madre ha preparado para ellos.

Dios revela Su verdad cuando la gente sigue la exhortación de Moroni que se registra en Moroni 10:3–5 en el Libro de Mormón. En Predicad Mi Evangelio se resumen las instrucciones de Moroni de la siguiente manera:

  • Uno: “Leer el Libro de Mormón y meditar sobre su mensaje concerniente a Jesucristo”.

  • Dos: “Orar a Dios con fe en Jesucristo para recibir el testimonio de que el Libro de Mormón es verdadero y que José Smith es el Profeta de la Restauración”.

  • Tres: “Orar sinceramente y con verdadera intención, lo que quiere decir que tienen la intención de actuar de acuerdo con la respuesta que reciban de Dios” (pág. 115).

Para quienes dicen que no podemos saber estas cosas, les testifico que sí podemos cuando somos lo suficientemente humildes para hacer lo que Dios nos ha indicado mediante Sus profetas sobre la tierra. Creer lo contrario sería aceptar la absurda noción de que Dios no sabe dónde se puede encontrar la verdad o no tiene el poder para mostrárnosla. Sólo porque alguien no haya puesto en práctica lo prometido en este libro no significa que otros no lo hayan hecho.

¿Por qué amo y honro el nombre de mi padre? Porque mi padre leyó la promesa del Libro de Mormón y la puso a prueba. ¿Por qué amo y honro el nombre de mi padre? Porque él no rechazó la respuesta que había recibido, a pesar de tener que afrontar grandes desafíos. ¿Por qué amo y honro el nombre de mi padre? Porque él bendijo mi vida, aun antes de que yo naciera, al tener la valentía de hacer lo que Dios esperaba de él.

Invito a todos los que me oyen hoy a leer el Libro de Mormón y a poner en práctica la promesa que éste encierra. Quienes lo hagan, sabrán que el libro es verdadero.

Testifico que el Libro de Mormón es la palabra de Dios. Debido a ello, sé que José Smith es un profeta de Dios; sé que él no escribió el Libro de Mormón, sino que lo tradujo por medio del poder de Dios. Sé que Thomas S. Monson es el profeta de Dios sobre la tierra en la actualidad, el único hombre en la tierra que posee todas las llaves del sacerdocio y el derecho a ejercerlas. Sé que Jesucristo es nuestro Salvador y que Él vive. Sé que Dios vive y nos ama. En el nombre de Jesucristo. Amén.