2009
Generaciones
Febrero de 2009


Generaciones

Ya sea que seas miembro nuevo o que tu familia haya pertenecido a la Iglesia por décadas, la juventud de los Santos de los Últimos Días de Guadalupe puede decirte que el vivir el Evangelio aumenta nuestra fortaleza a medida que pasa el tiempo.

Coralie “Coco” Gamiette, de 12 años, tiene muchos lugares preferidos para visitar; uno de ellos es una cascada que se llama la Cascade aux Écrevisses. Es el lugar donde fueron bautizados muchos de los primeros miembros de la Iglesia que vivían en la isla Guadalupe del Caribe.

Coco cuenta que la cascada le recuerda a un lugar del Libro de Mormón: las aguas de Mormón, las cuales se describen como “una fuente de agua pura” con “un paraje poblado de árboles pequeños” cerca de allí. Ése fue el lugar en donde se bautizaron cuatrocientas cincuenta de las personas que creyeron en las enseñanzas de Alma. (Véase Mosíah 18.)

Por supuesto que en la actualidad, tanto en Guadalupe como en la mayoría de los lugares en donde se encuentra la Iglesia, los bautismos se realizan en la fuente bautismal de los centros de reuniones. Sin embargo, para Coco la cascada todavía conserva la característica de ser un lugar agradable para ir de picnic, caminar por el arroyo y sentarse bajo la sombra fresca a pensar en el legado de la Iglesia en su familia.

Desde Francia, con amor

Ese legado tiene su origen en una historia algo compleja que se remonta a veinte años atrás, en la ciudad de Angoulême, Francia. Allí, misioneros de tiempo completo fueron guiados hacia un hombre llamado Michel Menardin, quien había llegado de Guadalupe, un territorio de ultramar de Francia, para cumplir con el servicio militar. Michel aceptó el Evangelio y fue bautizado y confirmado.

Ese mismo año, en el mismo pueblo, otros misioneros dejaron un folleto en un buzón. El folleto llamó la atención de una madre soltera, Claudine, quien criaba a su hija Delphine, de diecinueve años. Las dos obtuvieron un testimonio y fueron bautizadas y confirmadas.

Michel y Claudine se conocieron en la capilla, llegaron a la conclusión de que eran el uno para el otro y se casaron. (Ellos son los abuelos de Coco.) Cuando la madre de Michel, Marthé, fue a Francia para la boda, se hospedó en Angoulême, conoció la Iglesia y se unió a ella.

Más tarde, Delphine recibió el llamamiento de servir en una misión en Seattle, Washington, E.U.A. Mientras se encontraba allí sirviendo, sus padres y su abuela volvieron a Guadalupe para vivir allí. Tras su misión, Delphine fue a visitarlos; durante su estadía allí, conoció a Claude Gamiette, quien acababa de llegar de la Misión Florida Jacksonville. Claude servía como consejero del padrastro de Delphine en la presidencia de rama. Los dos ex misioneros comenzaron a salir en citas y se casaron poco tiempo después. Claude y Delphine son los padres de Coco. En la actualidad, catorce años y cinco hijos después, Claude, cuya familia hace años que pertenece a la Iglesia, es el presidente del Distrito Basse-Terre Guadalupe.

En resumen, Coco es la cuarta generación de Santos de los Últimos Días de su familia. “Crecí en la Iglesia”, dice. “He escuchado acerca de ella durante toda mi vida; fui a la Primaria y ahora voy a Mujeres Jóvenes; he escuchado a mis padres, a mis abuelos y a mis bisabuelos expresar su testimonio. Siempre supe que el Evangelio es verdadero. Cuando leo en Mosíah acerca de las promesas que los creyentes hicieron cuando Alma los bautizó, me doy cuenta de que eso es lo que he visto y sentido toda mi vida”.

Coco recuerda que su bisabuela decía que la familia se extiende más allá de la madre y el padre y sus hijos. “Ella dice que la familia se extiende por generaciones, de eternidad en eternidad”, comenta Coco. “Así veo yo a mi familia”.

Poco a poco, día a día

En otra parte de la isla, en la capital Basse-Terre, la Iglesia se ha convertido en una herencia que ya lleva dos generaciones en la familia de Luidgia Duflo, de trece años, y de su hermana Stella, de diecisiete; ellas se unieron a la Iglesia dos años atrás junto con su hermana mayor, su hermano menor y sus padres. Cuentan que el Evangelio les ha enseñado a honrar a su madre y a su padre. Una de las cosas que más disfrutan es la noche de hogar, la cual llevan a cabo en el apartamento de su familia, que se encuentra arriba de la pequeña tienda de su padre. Allí vende productos para el hogar, azúcar, especias, dulces y comida para animales. Uno de los lugares que más les gusta para hablar con él es su oficina, al fondo de la tienda, donde la pared está cubierta de fotografías de diferentes templos Santos de los Últimos Días.

“Le ofrece la oportunidad de hacer un poco de obra misional cuando la gente entra allí por negocios y quiere saber qué son esos edificios”, explica Stella. “Pero también considero que a él le recuerdan, todos los días, sus promesas y metas eternas; desde luego, tiene ese efecto en nosotras. Debemos prepararnos para ir al templo y él nos lo recuerda constantemente”.

La familia Duflo ve un futuro prometedor por delante. “La Iglesia seguirá creciendo en Guadalupe y prosperará”, dice Stella. “Nosotros sólo tenemos que cumplir con nuestra parte, poco a poco, día a día, confiando en el Señor para todas las cosas y compartiendo el Evangelio en toda ocasión en que nos sea posible”.

Seminario y Goliat

Eole Montredon, de quince años, asiste a seminario todos los días entre semana a pesar de que todavía no es miembro de la Iglesia. Ella dice: “En muchos aspectos, es como si hubiera sido miembro toda mi vida, ya que al crecer siempre he sentido la influencia la Iglesia y conozco bien el Evangelio”.

Eole dice que le encanta asistir a seminario porque “es bueno para nosotros, los jóvenes, estudiar las Escrituras juntos, incluso si para asistir nos tenemos que levantar antes de que salga el sol”. Seminario comienza a las seis de la mañana, así que Eole se levanta a las cinco. “Algunos de mis amigos piensan que estoy loca, pero, cuando les explico qué es lo que hacemos, les parece que está bien. Además, siento la influencia del Espíritu Santo cuando estoy allí. Es un sentimiento bueno que recuerdo durante el resto del día”.

Una de sus historias preferidas de la Biblia es la de David y Goliat. Eole dice que le da valor el saber que el Señor ayudará a las personas pequeñas a vencer grandes problemas, ya que ella se enfrenta con un obstáculo que a veces le parece tan grande como Goliat. Sus padres están separados y, a pesar de que su madre es miembro activo de la Iglesia y de que le encantaría verla convertirse en Santo de los Últimos Días, el padre de Eole insiste en que espere. Es por eso que, a fin de honrar a su padre, ella espera y vive con paciencia el Evangelio y ora para que algún día el corazón de su padre cambie.

Eole dice: “Si pudiera darle un mensaje a la juventud de la Iglesia, les diría que asistieran a seminario todos los días entre semana y a la Iglesia todos los domingos, ya que cuanto más hagan, más se darán cuenta de lo bueno que es y de la fortaleza que les brinda”. A pesar de que Eole no puede gozar de la herencia de llevar en su familia miembros de la Iglesia de varias generaciones —todavía no—, ella sabe que puede esforzarse hoy por construir ese legado para las generaciones futuras. “Sé que tengo que empezar ahora”, dice, “y, si permanezco fiel, sucederán cosas buenas”.

Regeneración matutina

En una clase de seminario matutino de Abymes, es evidente que existe el mismo deseo de llegar a ser más fuertes con el tiempo. Los integrantes de la clase compiten para ver quién encuentra referencias de las Escrituras más rápido; van a la pizarra con entusiasmo para hacer dibujos; cada vez que el maestro hace una pregunta, en seguida levantan la mano para ofrecer una respuesta.

“Seminario nos ayuda a conocer mejor a Dios”, dice Travis Devarre, de catorce años. “También nos prepara para que podamos empezar con la obra misional ahora y así prepararnos para una futura misión de tiempo completo. Aprendemos al estudiar la palabra de Dios y llegamos a la escuela bien despiertos, con la mente llena de buenos pensamientos. Seminario te regenera”.

Una de las acepciones de la palabra regenerar es “volver a nacer o convertirse espiritualmente”. También significa “ser restablecido a un estado mejor, superior o más digno”. Travis dice que el servicio que presta mediante el sacerdocio también lo regenera. “Me bendice a mí y a mi familia, ya que me permite ayudar a las personas que me rodean, incluso a mi familia. Eso me llena de felicidad el corazón”.

“Si confiamos en el Padre Celestial, podemos recibir bendiciones”, dice Leslie Amoussouga, de quince años. “Sabemos que Él nos prepara un camino; si no dudamos, si tenemos fe y guardamos los mandamientos, Él llevará gozo a nuestra alma”. En otras palabras, Él nos ayudará a regenerarnos, de generación en generación.

Fotografías por Richard M. Romney.

Arriba, de arriba a abajo: Luidgia, Travis, Eole y Leslie (página opuesta), alumnos de seminario, disfrutan de aprender el Evangelio juntos. Coco (página anterior) sabe que el Evangelio brinda fortaleza a su familia.