2009
Cómo logra éxito un nuevo converso
Febrero de 2009


Cómo logra éxito un nuevo converso

Si nos acercamos a los demás con amistad, nos dedicamos a prestar servicio y nos deleitamos con las Escrituras, nuestra confianza se fortalecerá.

La mañana de invierno en que asistí a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por primera vez era excepcionalmente luminosa y fresca. Al acercarme al centro de reuniones, no tenía idea del cambio que habría en mi vida por unirme a la Iglesia. Felizmente, hay cosas que los conversos como yo podemos hacer para fortalecernos en el Evangelio: es preciso que cultivemos amistades, que prestemos servicio en la Iglesia y que nos deleitemos “en las palabras de Cristo” (2 Nefi 32:3).

Cómo cultivamos amistades

Todos los miembros de la Iglesia, y en especial los conversos nuevos, necesitan amigos que les ayuden a lo largo de la jornada. A continuación, hay algunas maneras en que el desarrollo de una amistad puede tener influencia en las personas.

Los miembros pueden acercarse a los conversos. Antes de mi bautismo, una buena hermana se acercó a mí desde el otro extremo del centro de reuniones sólo porque deseaba conocerme; me conmovió el hecho de que se tomara la molestia de hacerme sentir más estimada; y hubo muchos otros que hicieron lo mismo. A medida que los conversos se den cuenta del gran amor que los miembros sienten por ellos, su corazón también se llenará de amor.

Los maestros de las clases de la Iglesia se ocupan de nosotros en igual forma. La maestra de la clase de Introducción al Evangelio fue una gran fuente de inspiración para mí. Muchas veces me pareció como si el Salvador estuviera hablándome directamente a través de esas lecciones, elevándome y alentándome a seguir adelante.

Los maestros orientadores y las maestras visitantes velan del mismo modo por los miembros de la Iglesia y los bendicen. Recíbanlos amablemente en su hogar y expresen gratitud a ellos y al Señor por el servicio que prestan. Como enseñó el élder David B. Haight (1906–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles: “…esa gratitud… podrá bendecirnos el corazón, la mente y el alma hasta el punto de despertar en nosotros el deseo de seguir adelante y hacer las cosas que se nos pide que hagamos”1.

Los conversos son bendecidos cuando ellos también extienden la mano a otras personas. Un día compré una tarjeta que en la parte exterior tenía la lámina de un ojo gigante y adentro decía: “¡Gracias por velar por mí!”; se la envié a una hermana del barrio que había sido muy amable conmigo. Al hacerlo, me invadió un cálido sentimiento de amor cristiano por ella.

Por último, debemos fortalecer nuestra relación con el Padre Celestial y con Jesucristo; esto se logra al prestar servicio a los demás, expresar gratitud y orar. El Espíritu nos confirmará entonces que somos dignos del gran sacrificio que el Salvador hizo por nosotros.

El servicio en la Iglesia

Generalmente, en algún momento poco después del bautismo, se pedirá a los nuevos miembros que acepten una responsabilidad para prestar servicio en su barrio o rama. El obispo o el presidente de la rama extenderá el llamamiento. Para algunas personas, ése puede ser un momento difícil.

Cuando acepté el primer llamamiento que recibí, de secretaria de la Sociedad de Socorro, pensé: “¿Cómo es posible que me den una responsabilidad tan importante?” El presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, lo explica así: “Habrá ocasiones en las que se sienta abrumado. Uno de los ataques que recibirá será mediante el sentimiento de que usted resulta inadecuado… pero usted tiene acceso a más que sus facultades naturales y no trabaja solo” 2.

Un tiempo después, la presidenta de la Sociedad de Socorro comentó que las ideas que yo había presentado en una reunión de la presidencia demostraban que tenía inspiración. Un tanto confundida, le pregunté: “¿Le parece?”, y ella me aseguró amablemente que sí, que había respondido a las impresiones del Espíritu. Al principio, no es fácil reconocer la mano de Dios guiando nuestra labor, pero si guardamos los mandamientos y trabajamos diligentemente, reconoceremos que Él magnifica a aquellos a quienes llama.

Nos deleitamos en las palabras de Cristo

Tal vez la mejor manera de descubrir que el Señor nos ama y que nos sostendrá es estudiar las Escrituras. Éstas enseñan que Él “invita a todos… a que vengan a él y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha” (2 Nefi 26:33).

Algunos miembros nuevos se maravillarán ante el conocimiento y el testimonio que tienen otras personas. Pero recuerden que la manera de enseñar del Señor es “línea por línea, precepto por precepto” (2 Nefi 28:30). Cada uno de nosotros debe aprender a medida que avanza. Incluso Jesús “no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud; y por esto fue llamado el Hijo de Dios, porque no recibió de la plenitud al principio” (D. y C. 93:13–14).

El saber eso ha hecho que mi reverencia y respeto por Él sean más profundos. Sin duda, el Señor conoce el dolor, la tentación, la adversidad y la soledad que he experimentado (véase Alma 7:11), y puedo volverme a Él con absoluta confianza. Las Escrituras nos enseñan que el amor, la comprensión y la compasión del Señor por nosotros, dondequiera que estemos, son perfectos e ilimitados.

Si nos acercamos a los demás con amistad, nos dedicamos a prestar servicio y nos deleitamos con las Escrituras, nuestra confianza se fortalecerá y llegaremos a ser los Santos de los Últimos Días fieles que queremos ser.

Notas

  1. David B. Haight, “ ‘¿No son diez los que fueron limpiados?’ ” Liahona, noviembre de 2002, pág. 26.

  2. Henry B. Eyring, “Elévense a la altura de su llamamiento”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 77.

Ilustraciones fotográficas por Matthew Reier, John Luke y Frank Helmrich.