2009
Las bendiciones del templo
Octubre de 2009


Las bendiciones del templo

Tomado de un discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young el 15 de noviembre de 2005. Si se desea el texto completo del discurso en inglés, véase http://speeches.byu.edu.

El templo es un edificio sagrado, un lugar santo donde se llevan a cabo ceremonias y ordenanzas que nos preparan para la exaltación.

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Elder Robert D. Hales

Las bendiciones de la investidura del templo son tan esenciales para cada uno de nosotros como lo fue el bautismo; por esa razón, debemos prepararnos para ser limpios a fin de entrar en el templo de Dios.

La oportunidad de entrar en el templo y de tomar sobre nosotros los convenios sagrados que se hacen allí es una de las bendiciones más grandes que tenemos disponibles en la vida terrenal. Luego de hacer esos convenios, la obediencia de vivirlos diariamente es una demostración de fe, devoción y compromiso espiritual de honrar a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo. Nuestra obediencia nos prepara también para vivir con Ellos en las eternidades. Las ordenanzas salvadoras del templo son esenciales para el plan eterno de felicidad e incluso son su foco principal.

La doctrina del templo

El templo es, en verdad, un lugar donde ustedes “están en el mundo pero no son del mundo”. Cuando se encuentren preocupados, enfrentando decisiones cruciales que sean una carga pesada en su mente y en su alma, pueden llevar sus inquietudes al templo y recibir allí guía espiritual.

Es preciso que tengamos un testimonio y un sentimiento de reverencia hacia el templo por ser la Casa del Señor. A fin de preservar su santidad y de invitar al Espíritu para que bendiga a los que vayan a efectuar ordenanzas y convenios en sus santos recintos, se nos enseña que ninguna cosa impura debe entrar en el templo. Allí, la reverencia es un elemento vital para que el Espíritu resida en él a toda hora de todos los días.

Cuando yo era niño, mi padre me llevó desde Long Island, estado de Nueva York, para caminar por los terrenos del Templo de Salt Lake, tocar el edificio y analizar conmigo la importancia que tendría el templo en mi vida. En aquella oportunidad, tomé la decisión de volver algún día para recibir las ordenanzas del templo.

En todas las dispensaciones a lo largo de la historia, el Señor ha mandado a los profetas que se construyera un templo a fin de que Su pueblo recibiera las ordenanzas que en él se realizan. Moisés y los israelitas tuvieron la bendición de un templo portátil, el tabernáculo, donde se llevaba a cabo la sagrada obra de las ordenanzas de la ley de Moisés y donde, de cuando en cuando, el Señor aparecía para conversar con él. El rey Salomón edificó en Jerusalén un hermoso templo que después fue destruido. Y luego, durante el ministerio de Cristo, se construyó otro en esa misma ciudad.

Por el Libro de Mormón, sabemos que Nefi construyó un templo “según el modelo del templo de Salomón” (2 Nefi 5:16); y otros profetas nefitas, entre ellos Jacob y el rey Benjamín, enseñaron al pueblo en el templo (véase Jacob 1:17; Mosíah 1:18).

Es significativo el hecho de que, cuando el Señor Jesucristo resucitado visitó a los nefitas en el año 34 d. de C., apareció ante ellos en el templo (véase 3 Nefi 11:1–11).

El profeta José Smith enseñó lo siguiente: “La Iglesia no está organizada por completo según el orden preciso, ni podrá estarlo, sino hasta que se termine el templo, donde se proveerán lugares para administrar las ordenanzas del sacerdocio”1.

El Templo de Kirtland fue el primero en estos últimos días, y tuvo una función fundamental en la restauración de las llaves del sacerdocio. Como resultado de una oración, el 3 de abril de 1836, José Smith recibió la visita de Jesús en ese templo (véase D. y C. 110). El Salvador apareció en Su gloria y aceptó el Templo de Kirtland como Su casa. En la misma ocasión, Moisés, Elías y Elías el profeta también aparecieron a fin de entregar las llaves del sacerdocio que cada uno de ellos poseía; Elías el profeta restauró las del poder sellador, tal como lo había prometido Malaquías, a fin de que podamos disfrutar la plenitud de las bendiciones del templo.

Los pioneros edificaron el Templo de Nauvoo y llevaron a cabo en él sagradas ordenanzas; fue el primer templo donde se realizaron investiduras y sellamientos, que probaron ser una gran fuente de fortaleza para los pioneros mientras tuvieron que soportar las penurias en su travesía por las llanuras hasta Sión, en el Valle del Lago Salado. Habían sido investidos de poder en el santo templo; marido y mujer se sellaron el uno al otro, los hijos fueron sellados a sus padres. Muchos de ellos perdieron miembros de su familia que sucumbieron a la muerte durante la travesía, pero sabían que aquello no era el fin porque habían sido sellados en el templo por toda la eternidad. Más adelante, por revelaciones que recibió el presidente Brigham Young, los santos construyeron más templos en el Oeste.

Actualmente hay ciento treinta templos en funcionamiento, lo que hace posible que, por toda la tierra, los miembros fieles de la Iglesia vayan a la casa del Señor a recibir las ordenanzas del templo y a hacer convenios con Él.

Las ordenanzas del templo

El propósito principal del templo es proporcionar las ordenanzas indispensables para nuestra exaltación en el reino celestial; esas ordenanzas nos guían hacia nuestro Salvador y nos conceden las bendiciones que nos llegan por medio de la expiación de Jesucristo. El templo es la universidad más grandiosa que conoce el hombre para aprender, y nos da conocimiento y sabiduría sobre la creación del mundo. Las enseñanzas de la investidura nos proporcionan la guía para conducir nuestra vida mientras estemos aquí, en el estado mortal. El significado de la palabra investidura es “don”, y la ordenanza consiste en una serie de instrucciones sobre la forma de vivir y en convenios que hacemos de vivir con rectitud siguiendo a nuestro Salvador.

Otra ordenanza sumamente importante es la de sellarse para la eternidad en el matrimonio celestial. Ese convenio del matrimonio permite que los hijos sean sellados a sus padres y que los que nacen en el convenio formen parte de una familia eterna.

En Doctrina y Convenios se nos enseña: “…lo que sellares en la tierra será sellado en los cielos; y lo que atares en la tierra, en mi nombre y por mi palabra, dice el Señor, será eternamente atado en los cielos” (D. y C. 132:46).

Cuando una pareja se arrodilla en el altar, yo, por ser sellador, soy consciente de mi función como representante del Señor, y sé que lo que se selle en la tierra queda literalmente sellado en el cielo para no romperse jamás si los que se han sellado permanecen fieles y perseveran hasta el fin.

A lo largo de los años, he observado a muchas parejas capaces de mantener su matrimonio fuerte y vital, mientras permanecen fieles a los convenios que toman sobre sí en el templo. Esos matrimonios de éxito tienen varias características en común.

Primero, individualmente saben quiénes son: hijos e hijas de Dios; establecen metas eternas de volver a vivir con nuestro Padre Celestial y con Su Hijo Jesucristo, y se empeñan en dejar de lado al hombre natural (véase Mosíah 3:19).

Segundo, conocen la doctrina y la importancia de las ordenanzas salvadoras del templo y de los convenios que se hacen en él, y saben que deben lograr metas eternas.

Tercero, deciden obtener las bendiciones eternas del reino de Dios en lugar de las posesiones pasajeras del mundo.

Cuarto, esas parejas se dan cuenta de que cuando se sellan por tiempo y por toda la eternidad, han escogido ya a su eterno compañero o compañera y los días de galanteos con otros han llegado a su fin. ¡No tienen porqué seguir buscando!

Quinto, tales matrimonios piensan en su cónyuge antes que en sí mismos. El egoísmo sofoca los sentidos espirituales. Al comunicarse con el Señor mediante la oración, progresan juntos en lugar de apartarse; conversan, y de esa forma no dejan nunca que las cosas insignificantes se vuelvan importantes. Desde el principio hablan de las pequeñas frustraciones sin temor de ofenderse; de esa manera, cuando la presión aumenta y el silbido de advertencia empieza a sonar, no hay explosión de sentimientos amargos; es mucho mejor dejar salir un poco de vapor antes de que salte la tapa de la olla a presión. Si ofenden al ser amado, están dispuestos a disculparse y a pedir perdón. Se expresan mutuamente su amor y se acercan cada vez más el uno al otro; además, se elevan y se fortalecen entre sí.

Las bendiciones del templo

El templo es un edificio sagrado, un lugar santo, donde se llevan a cabo ceremonias y ordenanzas salvadoras esenciales con el fin de prepararnos para la exaltación. Es importante que tengamos un conocimiento seguro de que la preparación para entrar en la santa casa y la participación en tales ceremonias y convenios se encuentran entre los acontecimientos más importantes que experimentaremos en nuestra vida terrenal.

Dotados de albedrío, vinimos voluntariamente de la presencia de Dios el Padre a esta probación mortal, sabiendo que enfrentaríamos “oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). Nuestro objetivo es tomar sobre nosotros toda la armadura de Dios y detener “los dardos encendidos de los malvados” con el escudo de la fe y la espada del Espíritu (véase D. y C. 27:15–18), para perseverar hasta el fin y ser dignos de entrar y vivir en la presencia de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo por toda la eternidad, o sea, para alcanzar lo que llamamos la vida eterna.

Nota

  1. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 442.

Fotografía del Templo de Salt Lake, por Welden C. Andersen; derecha: ilustración fotográfica por John Luke.

Moisés y los israelitas tuvieron la bendición de un templo portátil, el tabernáculo, donde se llevaba a cabo la sagrada obra de las ordenanzas de la ley de Moisés y donde, de cuando en cuando, el Señor aparecía para conversar con él.

Ilustración por Ted Henninger.