2010
Mi sueño del huerto
Marzo de 2010


Mi sueño del huerto

Nombre omitido

Habiéndome criado en una familia fiel y activa de Santos de los Últimos Días, jamás pensé que un día uno de mis hijos se apartaría de la Iglesia.

Mi esposo y yo nos casamos en el templo y con el tiempo tuvimos siete hijos. Hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance por obedecer el consejo de los profetas: les enseñamos el Evangelio, les compartimos nuestros testimonios, asistimos juntos a las reuniones dominicales, efectuamos la noche de hogar, oramos a diario por la mañana y por la noche, y leímos las Escrituras en familia; sin embargo, nada de eso evitó que nuestro hijo se alejara de la Iglesia.

En mi dolor, acudí al Señor en busca de fortaleza, y llegué a entender más claramente el papel que el albedrío juega en nuestras vidas, pero, aun así, me preguntaba: “¿Qué más puedo hacer? Sin duda tiene que haber algo que yo pueda hacer para que él vuelva a la verdad”. En oración pedía por nuestro hijo, pero me parecía que no hacía lo suficiente. Seguramente, si yo demostraba la fe necesaria, él cambiaría, ¿no?

En eso pensaba una noche cuando me fui a acostar. El Padre Celestial tuvo a bien contestar mis interrogantes por medio de un sueño, un sueño que fue sencillo pero que para mí tuvo profundo significado.

En el sueño me encontraba en medio de mi huerto; había plantado y regado las semillas, pero las plantas aún no empezaban a germinar. En mi sueño les dije a mis plantas que crecieran. ¡Las fastidiaba para que crecieran! Entonces me empecé a reír de mí misma; la sola idea de tratar de que mis plantas crecieran diciéndoles que lo hiciesen me resultaba totalmente absurda.

Entonces me desperté. De inmediato comprendí el significado del sueño. Mi hijo era la semilla que yo trataba de obligar a crecer, pero de la misma forma en que no podía hacer que las semillas crecieran, no puedo hacer que mi hijo cambie. Dios ha puesto en el interior de todas las semillas de mi huerto la habilidad de crecer, y es Él quien dirige el crecimiento de cada semilla. Asimismo, mi hijo tiene la habilidad de crecer puesto que es un hijo del Padre Celestial, procreado como espíritu, pero si en su vida ha de producirse crecimiento y cambio, será como resultado del albedrío que tiene, junto con el poder de Dios.

En el huerto de mi sueño, planté las semillas, las regué, saqué las malas hierbas y procuré, por todos los medios, de nutrir mis semillas. Del mismo modo, en mi función de madre planto semillas en la vida de mis hijos. Con la ayuda del Padre Celestial, enseño a cada uno de ellos, trato de darles el ejemplo, les comparto mi testimonio y los amo, haciendo todo lo que me sea posible por ser un instrumento para bien en sus vidas. Después tengo que esperar. En su debido tiempo, el Maestro Hortelano ayudará a las semillas a crecer.

Mientras tanto, Él me ayuda a esperar con paciencia; me llena el corazón de esperanza; me recuerda que estoy haciendo todo lo que Él me pide; a diario me brinda evidencia de Su amor. Me apoya en todo lo que necesite.

Así que esperaré, oraré, confiaré en Sus promesas, y seguiré plantando semillas. La cosecha llegará.

Les dije a mis plantas que crecieran. ¡Las fastidiaba para que crecieran! Entonces me empecé a reír de mí misma.