2010
Sepulcros sellados
Abril de 2010


Hasta la próxima

Sepulcros sellados

Lo que afirmaba el folleto de venta parecía increíble —casi ridículo—, pero me hizo recordar una promesa que está garantizada eternamente.

Un día, después de la muerte de papá, mi madre, mis hermanos, mi hermana y yo realizamos la inevitable visita a la funeraria para hacer los arreglos del funeral. Las tareas que debíamos hacer eran elegir un ataúd y una bóveda donde éste se colocaría.

Mientras considerábamos las opciones, noté un folleto de ventas en el que se promocionaba cierta bóveda. Decía, entre otras cosas, que se sellaba sola y que el sello tenía una garantía de 75 años. A pesar de la solemnidad de la ocasión, la garantía me resultó divertida.

“¿Quién examinará el sello en 75 años?”, me preguntaba. “Y si alguien lo hace y ya se ha deteriorado, ¿quién asegurará la garantía? En serio, ¿qué probabilidades hay de que la bóveda se mantenga sellada?”, reflexioné.

En ese momento de reflexión, mi mente se concentró en otra bóveda, la que se describe en Mateo 27. Esa bóveda, de hecho, un sepulcro de una época y un lugar muy distantes, tenía una abertura cubierta por una gran piedra:

“Y al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato,

“y le dijeron: Señor, nos acordamos de que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.

“Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.

“Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.

“Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:62–66).

De todas las órdenes que jamás se dieron en la historia de reyes, generales y gobernantes, la orden de Pilato de asegurar el sepulcro fue quizás la más inútil.

¿Qué probabilidades había de que ese sepulcro se mantuviera sellado? En realidad, no había manera de que los soldados llevaran a cabo la orden, ya que no había forma de que el sepulcro no se abriera: “Y he aquí, hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y acercándose al sepulcro, removió la piedra” (Mateo 28:2).

Debido a que aquel sepulcro se abrió, todas las bóvedas, tumbas y sepulcros que hayan sido sellados se abrirán. Está garantizado.

La Roca de nuestra salvación es nuestro libertador de la muerte y del infierno. Él es “la resurrección y la vida” (Juan 11:25). Gracias a Él, “el infierno ha de entregar sus espíritus cautivos, y la tumba sus cuerpos cautivos, y los cuerpos y los espíritus de los hombres serán restaurados los unos a los otros; y es por el poder de la resurrección del Santo de Israel” (2 Nefi 9:12).

La tumba del jardín, por Linda Curley Christensen, © 2000 IRI.