2010
Los canarios que tienen gris en las alas
Junio de 2010


Mensaje de la Primera Presidencia

Los canarios que tienen gris en las alas

Imagen
President Thomas S. Monson

Hace casi sesenta años, cuando era joven y prestaba servicio como obispo, murió una viuda de mi barrio que se llamaba Kathleen McKee. Entre las posesiones que dejó había tres canarios: dos, de perfecto color amarillo, eran para regalar a sus amigas; pero en el otro, Billie, el colorido estaba estropeado por plumas grises en las alas. La hermana McKee me había dejado una nota que decía: “¿Podrían usted y su familia tenerlo en su hogar? No es el más bonito, pero sí el que canta mejor”.

La misma hermana McKee se parecía mucho a su canario amarillo con gris en las alas: no había sido bendecida con belleza, ni dotada de donaire ni honrada por una posteridad; sin embargo, su canto ayudaba a los demás a sobrellevar mejor las cargas y tener más capacidad para desempeñar sus tareas.

El mundo está lleno de canarios amarillos que tienen gris en las alas; lástima que entre ellos sean tan escasos los que han aprendido a cantar. Algunos son jóvenes que no saben quiénes son ni lo que pueden o incluso quieren llegar a ser; todo lo que desean es llegar a ser alguien. Otros están abrumados por la edad, cargados de preocupación o llenos de dudas, y llevan una vida que está muy por debajo de su capacidad.

Para llevar una vida grandiosa, debemos desarrollar la capacidad de enfrentarnos a las dificultades con valor, a la desilusión con buen ánimo y al triunfo con humildad. Se preguntarán: “¿Y cómo se logran esas metas?”, a lo que les respondo: “¡Logrando una perspectiva de quiénes somos en realidad!” Somos hijos e hijas de un Dios viviente, a cuya imagen fuimos creados. Piensen en ello: creados a la imagen de Dios. No podemos tener esa convicción sincera sin experimentar un profundo y nuevo sentido de fuerza y poder.

En nuestro mundo, parece que muchas veces el carácter moral se pone en segundo lugar después de la belleza o del encanto personal. Sin embargo, el consejo que dio el Señor a Samuel largo tiempo atrás todavía resuena como un eco: “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).

Cuando el Salvador buscaba a un hombre de fe, no lo eligió entre la multitud de los santurrones que se encontraban regularmente en la sinagoga, sino que lo llamó de entre un grupo de pescadores de Capernaúm. El impetuoso, desconfiado e iletrado Simón llegó a ser Pedro, el Apóstol de fe, un canario amarillo que tenía gris en las alas y mereció la confianza total y el imperecedero amor del Maestro.

Cuando el Salvador eligió un misionero devoto y potente, no lo encontró entre sus adeptos sino entre sus adversarios: Saulo, el perseguidor, se convirtió en Pablo, el proselitista.

Para enseñar el camino hacia la perfección, el Redentor eligió a personas imperfectas; lo hizo en aquel entonces y sigue haciéndolo en la actualidad, incluso con canarios amarillos con gris en las alas. Él nos ha llamado a ustedes y a mí para servirlo aquí en la tierra. Nuestra dedicación debe ser absoluta. Y si en la lucha que afrontemos tropezamos, debemos suplicarle: “¡Guíanos, oh, guíanos, gran Alfarero de mortales, para salir de las tinieblas a la lucha otra vez!”1.

Mi ruego es que podamos seguir el ejemplo del Hombre de Galilea, a quien se le podía encontrar entre los pobres, los perseguidos, los avasallados y los afligidos, y que, al hacerlo, surja de nuestro corazón un verdadero canto.

Nota

  1. “Fight Song” [“Canto de lucha”], Escuela Secundaria [Liceo] Yonkers.

Ilustración por Steve Kropp.

Ilustración fotográfica por Christina Smith; ilustración por Maryn Roos.