2010
Diferentes pero unidos
Agosto de 2010


Diferentes pero unidos

Estar juntos para siempre empieza por ser unidos ahora.

Diana Vásquez no tuvo la oportunidad de despedirse de su padre. No sabía que era necesario, porque cuando ella y sus dos hermanos salieron para la escuela el 9 de junio de 2007, él parecía estar bien. Pero antes de que ella regresara a casa, él se acostó a descansar y no despertó.

“Fue tan inesperado”, dice Diana, que en ese entonces tenía 16 años. “Al principio no lo podía aceptar”.

Incluso aquellos que saben que el plan es que las familias estén juntas para siempre a veces no valoran plenamente a su propia familia. Claro, los hermanos a veces se irritan unos con otros, los padres y los hijos no siempre están de acuerdo y, a menudo, pasar el tiempo con los amigos parece más divertido.

Mas cuando la tragedia llega sin aviso, como sucedió en la familia de Diana, de repente las cosas que realmente importan —como la familia— cobran mayor relieve.

Por fortuna para la familia de Diana, ellos ya estaban esmerándose por ser unidos aquí y en el más allá. El aferrarse unos a otros en los momentos en que las dificultades los podían haber distanciado les ha brindado paz y felicidad en esta vida, así como la esperanza de que en la venidera puedan estar juntos.

¿Qué es la unión?

Diana y su familia viven en Cusco, una ciudad en lo alto de los Andes peruanos, en el corazón del antiguo imperio inca.

Unos años antes de la muerte del padre, la familia de Diana encontró un lugar predilecto para comer al aire libre en Sacsayhuamán, las ruinas de una fortaleza incaica que quedaban cerca de su casa. Los incas construyeron muros tan firmes que siguen de pie aunque han pasado más de 500 años y ha habido un sinnúmero de terremotos.

Para Diana, su familia es como uno de esos muros: los desafíos la han sacudido, pero no ha caído.

Las piedras con las que se hicieron los muros de Sacsayhuamán tienen distintos tamaños y formas: algunas son largas, otras cortas, algunas son cuadradas y unas sencillamente enormes. Sin embargo, aunque todas las piedras son diferentes, el muro no se debilita. Cuando se encajan de forma correcta, los distintos tamaños ayudan a que la estructura no se desmorone. Las diferencias en las piedras en realidad ayudan a cumplir el propósito en común.

Lo mismo se aplica a nuestras diferencias.

“Todos tenemos dones y talentos distintos”, explica Diana. “Debemos usarlos para ayudar a los demás” (véase 1 Corintios 12).

Después de la muerte del padre de Diana, ella, su madre y sus dos hermanos asumieron papeles diferentes en base a sus talentos y habilidades, pero cada cual se esmeraba por lograr un propósito en común: cuidarse el uno al otro. Al hacerlo, tuvieron “entrelazados sus corazones con unidad y amor el uno para con el otro” (Mosíah 18:21).

El presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, explica: “Nuestro Padre Celestial desea que nuestros corazones estén entrelazados; esa unión en amor no es simplemente un ideal: es una necesidad”1.

¿Cómo logramos la unión?

Los incas no emplearon mortero en sus mejores trabajos de mampostería sino que encajaron las piedras de manera tan esmerada que no queda entre ellas espacio para introducir siquiera una hoja de papel. Ese encaje tan extraordinario fue posible porque esos constructores maestros pudieron vislumbrar un lugar para cada piedra y cómo darle forma a cada una a fin de que encajara en el plan general.

Al dejar que el Constructor Maestro nos dé forma, podemos llegar a ser uno con los demás y con Él2. El presidente Eyring señala que esa unión sucede cuando somos obedientes a las ordenanzas y los convenios del Evangelio3.

Recibir las ordenanzas del Evangelio y guardar los convenios tuvo una influencia enorme en la familia de Diana. Los primeros en unirse a la Iglesia fueron Diana y Emmanuel, su hermano menor. Antes de eso, cuenta Diana, la familia discutía mucho. Ella sabía que sus padres querían lo mejor para ella y sus hermanos, pero eran estrictos.

“A mi padre le teníamos más miedo que amor”, dice ella.

Algunos meses después del bautismo de Diana, se unieron a la Iglesia su padre y Richard, su hermano mayor. Más de un año después, su madre hizo lo mismo.

“Mi padre cambió”, indica Diana al comentar sobre la conversión de él. “Cuando hacíamos algo mal, nos hablaba al respecto. Discutíamos menos. Había más armonía en nuestro hogar”.

El haber hecho convenio de seguir a Jesucristo los había acercado más a Él y los había unido. Tenían un propósito en común: llegar a ser una familia eterna. Un año después del bautismo de la madre de Diana, la familia se selló en el templo.

“Fue una experiencia hermosa”, indica Diana. “No puedo explicar lo que sentí cuando entré a la sala de sellamiento y vi a mis padres ahí. No me quería ir”.

Después la familia sintió un deseo aún mayor de guardar los mandamientos a fin de llegar a ser una familia eterna. Menos de una semana antes de la muerte del padre de Diana, él dio una lección en la noche de hogar sobre ser unidos al guardar los convenios a fin de poder estar juntos para siempre. “Nadie tiene el mañana garantizado”, dijo. “Tenemos que estar preparados para que si uno de nosotros muere, igual podamos estar juntos”.

Guardar los convenios cambia los corazones

Diana ha aprendido que al esmerarse juntos por guardar los convenios del Evangelio, los miembros de una familia pueden unirse más, y se siente agradecida de haberlo aprendido antes de que fuera demasiado tarde.

El día en que murió el padre de Diana, lo último que le dijo a su hija antes de que ella saliera para la escuela fue: “Te quiero mucho, Dianita”.

Diana confía en la promesa extendida por el Señor, según la cual su familia puede volver a estar junta si sigue guardando los convenios que ha hecho.

“He visto cómo el Padre Celestial nos ha unido más porque seguimos al Salvador”, explica la joven. “Tengo que creer que también va a cumplir Su promesa de que estaremos juntos para siempre si guardamos los mandamientos”.

“Sé que nuestra familia de verdad puede ser eterna gracias al divino plan.

“Sé que podemos lograr la gloria eterna que promete el Padre Celestial. Sólo perseverando hasta el fin, poniendo nuestro corazón en las cosas de Dios y ayudándonos mutuamente podremos lograr nuestro objetivo de ser una familia eterna”.

Notas

  1. Henry B. Eyring, “Seamos uno”, Liahona, septiembre de 2008, pág. 2.

  2. Véase Thomas S. Monson, “Hogares celestiales, familias eternas”, Liahona, junio de 2006, pág. 66.

  3. Véase Henry B. Eyring, “Para que seamos uno”, Liahona, julio de 1998, pág. 72.

Después de la muerte de su padre, Diana Vásquez aprendió algo importante sobre la unión gracias a los muros de piedra de Sacsayhuamán, una fortaleza incaica construida hace 500 años en el Perú.

Derecha: Diana, su madre Duvalie y sus hermanos Richard y Emmanuel (arriba) se han unido más porque se han apoyado mutuamente al guardar los mandamientos.

Fotografías por Adam C. Olson, excepto donde se señale lo CONTRARIO.

Fotografía del presidente Eyring por Craig DIMOND.