2010
El Santo Templo
Oct. 2010


El Santo Templo

En los templos, los miembros de la Iglesia que se hacen merecedores de entrar en ellos, pueden participar en las ordenanzas redentoras más exaltadas que se han revelado al género humano.

En los templos podemos participar en las ordenanzas redentoras más exaltadas

Son muchas las razones por las cuales debemos desear ir al templo. Incluso en su aspecto exterior, parece dar una idea de sus fines de carácter profundamente espiritual. Esto se hace mucho más patente dentro de sus paredes. Sobre la puerta del templo se encuentra la inscripción: “Santidad al Señor”. Cuando se entra en cualquier templo que se haya dedicado, se entra en la Casa del Señor.

En los templos, los miembros de la Iglesia que se hacen merecedores de entrar en ellos, pueden participar en las ordenanzas redentoras más exaltadas que se han revelado al género humano. Allí, en una ceremonia sagrada, la persona puede ser lavada y ungida, recibir instrucción, ser investida y sellada. Y cuando nosotros mismos hayamos recibido esas bendiciones, podremos oficiar por aquellos que hayan muerto sin haber tenido esa oportunidad. En los templos se efectúan ordenanzas sagradas tanto para los vivos como por los muertos.

Las ordenanzas y las ceremonias del templo son sencillas, hermosas y sagradas

La lectura detenida y a conciencia de las Escrituras revela el hecho de que el Señor no comunicó todas las cosas a todas las personas, sino que se establecieron ciertos requisitos que eran necesarios para recibir información sagrada. Las ceremonias que se efectúan en el templo se encuentran en esta categoría.

No hablamos de las ordenanzas del templo fuera de esos edificios. Nunca se dispuso que el conocimiento de estas ceremonias se limitara a un pequeño número de personas selectas que estarían obligadas a asegurarse de que nadie más se enterara de ellas; en realidad, es todo lo contrario, ya que exhortamos vigorosamente a toda persona a prepararse y hacerse merecedora de la experiencia del templo. A los que han ido a la Casa del Señor se les ha enseñado un ideal: Algún día toda alma viviente y toda alma que haya vivido tendrá la oportunidad de oír el Evangelio y de aceptar o rechazar lo que el templo ofrece. Si se rehúsa esta oportunidad, el rechazo debe provenir de la persona misma.

Las ordenanzas y las ceremonias del templo son sencillas; son hermosas y son sagradas. Se conservan confidenciales, no sea que se den a conocer a quienes no estén preparados para ellas. La curiosidad no es una preparación, como tampoco lo es un profundo interés. La preparación para dichas ordenanzas supone ciertos pasos preliminares: fe, arrepentimiento, bautismo, confirmación y méritos; la madurez y dignidad que se espera de aquel que va como invitado a la Casa del Señor.

Aquellos que son dignos pueden entrar en el templo

Todos los que sean dignos y cumplan con todos los requisitos establecidos pueden entrar en el templo para conocer allí las ordenanzas y los ritos sagrados.

Una vez que usted haya comenzado a vislumbrar la importancia de las bendiciones del templo, así como el carácter sagrado de las ordenanzas que allí se realizan, no deseará poner en tela de juicio las elevadas normas que el Señor ha establecido para entrar en el santo templo.

Usted debe poseer una recomendación vigente para ser admitido en el templo. Esta recomendación la deben firmar los oficiales correspondientes de la Iglesia. Sólo los que son dignos deben ir al templo. El obispo o el presidente de rama tiene la responsabilidad de hacerle preguntas con respecto a su dignidad personal antes de que reciba las ordenanzas del templo. Esta entrevista es de gran importancia, ya que es una ocasión en la que puede examinar, junto con un siervo del Señor, el curso de su vida. Si hubiera en ella cualquier asunto impropio, el obispo podrá ayudarle a resolverlo. Por medio de este procedimiento, podrá declarar su dignidad o se le puede ayudar a establecerla para entrar en el templo con la aprobación del Señor.

La entrevista para conseguir una recomendación para el templo se lleva a cabo en privado entre el obispo y el miembro de la Iglesia interesado en obtenerla. En dicha entrevista, al miembro se le hacen preguntas profundas con respecto a su conducta y su dignidad personales, así como a su lealtad a la Iglesia y a sus oficiales. La persona debe certificar que es moralmente digna y que está observando la Palabra de Sabiduría, pagando un diezmo íntegro, que está viviendo de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y que no mantiene afiliación ni simpatiza con ningún grupo apóstata. Se le instruye al obispo que el guardar estrictamente confidenciales los asuntos que trate con el entrevistado es de suma importancia.

El dar respuestas aceptables a las preguntas del obispo establecerá, por lo general, la dignidad de la persona para recibir la recomendación para el templo. Si el interesado no guarda los mandamientos o hay algo fuera de lugar en su vida que deba ponerse en orden, será necesario que demuestre un arrepentimiento sincero antes de que se le extienda una recomendación para el templo.

Después de que el obispo haya llevado a cabo la mencionada entrevista, el presidente de estaca también entrevista a la persona antes de que reciba las ordenanzas del templo.

La enseñanza en el templo es simbólica

Antes de ir al templo por primera vez, o aun después de haber ido muchas veces, tal vez le sea útil comprender que la enseñanza en los templos se imparte en forma simbólica. El Señor, el Maestro de maestros, presentó gran parte de Sus enseñanzas de esa manera.

El templo es una excelente escuela; es una casa de aprendizaje. En los templos se conserva un ambiente propicio para la instrucción sobre asuntos que son profundamente espirituales. El fallecido élder John A. Widtsoe, del Quórum de los Doce, fue un distinguido rector universitario y un erudito mundialmente conocido. Sentía profunda reverencia por la ceremonia del templo, y una vez dijo:

“Las ordenanzas del templo comprenden todo el plan de salvación, como lo han enseñado de cuando en cuando las autoridades de la Iglesia, y dan claridad a temas difíciles de entender. No hay nada que torcer ni enroscar para acomodar las enseñanzas del templo dentro del gran plan de salvación. La integridad filosófica de la investidura constituye una de las grandes pruebas que corroboran la veracidad de las ordenanzas del templo. Por otra parte, la minuciosidad de este examen y la exposición del plan del Evangelio convierten la adoración en el templo en uno de los métodos más eficaces para refrescar la memoria con respecto a la estructura total del Evangelio” (“Temple Worship,” Utah Genealogical and Historical Magazine, abril de 1921, pág. 58).

Si usted va al templo y tiene presente que la enseñanza es simbólica, y si va con el debido espíritu, nunca saldrá de allí sin que su visión se haya ampliado, sin sentirse un poco más exaltado, sin que su conocimiento haya aumentado en lo tocante a las cosas espirituales. El plan de enseñanza es excelente; es inspirado. El Señor mismo, el Maestro de maestros, instruyó constantemente a Sus discípulos con parábolas, una forma verbal de representar simbólicamente las cosas que de otro modo podrían ser difíciles de comprender.

El templo mismo llega a ser un símbolo. Si ha visto de noche uno de los templos, totalmente iluminado, sabe la impresión que esa vista produce. La Casa del Señor, bañada de luz, destacándose en medio de la oscuridad nocturna, viene a ser un símbolo del poder y de la inspiración del evangelio de Jesucristo que se eleva como un faro en un mundo que se hunde cada vez más en la oscuridad espiritual.

Al entrar en el templo, usted se cambia la ropa de calle por la ropa blanca del templo. Este cambio de ropa se hace en el vestuario, donde a cada persona se le designa un armario con un compartimiento para vestirse, totalmente privado. En el templo se observa esmeradamente el ideal de la modestia. Al guardar su ropa en el armario, deja allí, junto con ella, sus preocupaciones, inquietudes y distracciones. En seguida, sale del vestuario vestido de blanco y experimenta una unidad y una sensación de igualdad, dado que todos los concurrentes están vestidos de manera similar.

El matrimonio en el templo es la ordenanza máxima del templo

Ustedes, los que estén contemplando la posibilidad de casarse en el templo, tendrán interés en saber lo que ocurrirá. No citamos las palabras de la ordenanza del sellamiento (matrimonio) fuera del templo, pero podemos describir la sala de sellamiento como hermosa en cuanto a sus efectos, tranquila y serena en espíritu, y sagrada por la santa obra que allí se efectúa.

Antes de que la pareja vaya al altar para la ordenanza de sellamiento, es privilegio del oficiante dar —y de la joven pareja recibir— algunas palabras de consejo. A continuación se mencionan algunos pensamientos que una joven pareja podría oír en esa ocasión:

“Hoy es el día de su boda y se hallan embelesados de emoción. Los templos se han edificado como santuarios para efectuar ordenanzas tales como ésta. Aquí no estamos en el mundo. Las cosas del mundo no tienen aplicación en este lugar y no deben ejercer influencia alguna sobre lo que aquí realicemos. Hemos salido del mundo para entrar en el templo del Señor. Éste es el día más importante de sus vidas.

“Ustedes han nacido en esta tierra, invitados aquí por padres que prepararon un tabernáculo mortal en el cual pudiera morar su espíritu. Ustedes dos han sido bautizados. El bautismo, una ordenanza sagrada, es símbolo de limpieza, símbolo de muerte y resurrección, símbolo de la iniciación de una vida nueva; incluye el arrepentimiento y la remisión de pecados. La Santa Cena es una renovación del convenio del bautismo y, si nos esforzamos por lograrlo, podemos retener la remisión de nuestros pecados.

“Tú, el novio, has recibido el sacerdocio. Primero se te confirió el Sacerdocio de Aarón y probablemente has progresado por los diversos oficios de éste: diácono, maestro y presbítero. Entonces llegó el día en que fuiste considerado digno de recibir el Sacerdocio de Melquisedec. Ese sacerdocio, el sacerdocio mayor, se define como el sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios (véase Alma 13:18; Helamán 8:18; Doctrina y Convenios 107:2–4). Se te confirió un oficio en el sacerdocio y ahora eres élder.

“Cada uno ha recibido su investidura. En esa investidura se les invistió con potencial eterno. Pero todas estas cosas, en cierto respecto, fueron preliminares y preparatorias a fin de que viniesen hasta el altar para ser sellados como esposo y esposa por el tiempo y por toda la eternidad. Ahora serán una familia, libres para actuar en la creación de vida, con la oportunidad, mediante la devoción y el sacrificio, de traer hijos al mundo, de criarlos y guiarlos a salvo en la jornada de su existencia mortal; para que en un día futuro los vean venir, como ustedes han venido, a participar en estas sagradas ordenanzas del templo.

“Han venido según su propia voluntad y se les ha considerado dignos. El aceptarse el uno al otro en el convenio del matrimonio es una gran responsabilidad, una que conlleva bendiciones sin límites”.

El poder sellador ata en la tierra y en el cielo

Si queremos comprender la historia así como la doctrina de la obra del templo, debemos entender lo que es el poder para sellar. Hemos de percibir, por lo menos hasta cierto grado, por qué razón las llaves de autoridad para emplear el poder para sellar son de importancia vital.

“Y al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?…

“Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!

“Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

“Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:13, 16–19).

Pedro habría de tener las llaves; habría de tener el poder para sellar, esa autoridad que lleva consigo el poder para atar o sellar en la tierra, o para desatar en la tierra, y así se haría en los cielos. Esas llaves le corresponden al Presidente de la Iglesia, al profeta, vidente y revelador. Ese sagrado poder para sellar existe actualmente en la Iglesia. Nada consideran con más sagrada reflexión aquellos que conocen el significado de esta autoridad. Nada se estima con mayor celo. Hay relativamente pocos hombres sobre la tierra que poseen, al mismo tiempo, este sagrado poder: en cada templo hay hermanos a quienes se les ha conferido el poder para sellar. Nadie puede recibirlo sino del profeta, vidente y revelador y Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

El profeta José Smith dijo que con frecuencia le hacían la pregunta: “‘¿No podemos salvarnos sin recibir todas esas ordenanzas?’ Yo respondía que no; no podemos lograr la plenitud de la salvación. Jesús dijo: ‘En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros’. [Véase Juan 14:2.] La palabra casa que aquí se menciona debió haberse traducido como reino; y la persona que desea ser exaltada hasta la morada más alta tiene que obedecer una ley celestial, y toda la ley también” (véase Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 408).

La obra del templo es una fuente de poder espiritual

Los templos son el centro mismo de la fortaleza espiritual de la Iglesia. Hemos de dar por sentado que el adversario procurará interponerse entre nosotros como Iglesia y entre cada uno en forma individual al esforzarnos por participar en esta sagrada e inspirada obra. La obra del templo atrae mucha resistencia porque es la fuente de gran poder espiritual para los Santos de los Últimos Días y para toda la Iglesia.

En la ceremonia de la colocación de la piedra angular del Templo de Logan, el presidente George Q. Cannon, que en ese entonces era miembro de la Primera Presidencia, dijo lo siguiente:

“Toda piedra angular que se coloca para el cimiento de un templo, y todo templo que se erige de acuerdo con el orden que el Señor ha revelado para Su santo Sacerdocio, disminuye el poder de Satanás sobre la tierra y aumenta el poder de Dios y la santidad, conmueve los cielos con extraordinario poder para nuestro beneficio, invoca y hace descender sobre nosotros las bendiciones de los Dioses Eternos y de aquellos que moran en Su presencia” (véase “The Logan Temple”, Millennial Star, 12 de nov. de 1877, pág. 743).

Cuando los miembros de la Iglesia se sienten angustiados o cuando decisiones críticas agravan pesadamente sus pensamientos, es normal que vayan al templo. Es un buen lugar al cual podemos llevar nuestras inquietudes. En el templo podemos recibir perspectiva espiritual; allí, durante el tiempo de servicio en el templo, nos encontramos “fuera del mundo”.

A veces sucede que la mente se nos abruma de problemas y nos sentimos acosados por multitud de asuntos que exigen nuestra atención inmediata, a tal grado que sencillamente no podemos pensar ni ver con claridad. En el templo parece asentarse la nube de distracción, parecen levantarse la niebla y la bruma, y podemos “ver” lo que antes no veíamos y hallar una manera de salir de nuestras dificultades, de la que hasta entonces no teníamos conocimiento.

El Señor nos bendecirá a medida que nos ocupemos de la sagrada obra de las ordenanzas del templo. Las bendiciones que allí recibiremos no se limitarán a nuestro servicio en el templo, sino que seremos bendecidos en todos nuestros asuntos.

Nuestras labores en el templo nos cubren con un escudo y una protección

Ninguna obra ofrece mayor protección a la Iglesia que la obra del templo y la investigación de historia familiar que la acompaña. Ninguna obra surte un efecto más purificador sobre el espíritu; ninguna obra que llevemos a cabo nos da mayor poder; ninguna nos exige una norma más elevada de rectitud.

Nuestras labores en el templo nos cubren con un escudo y una protección, individualmente y como pueblo.

Por lo tanto, asistan al templo, vayan y reclamen sus bendiciones. Es una obra sagrada.

Templo de la Ciudad de Panamá, Panamá. Dedicado el 10 de agosto de 2008.

Templo de Tokio, Japón. Dedicado el 27 de octubre de 1980.

Templo de Curitiba, Brasil. Dedicado el 1º de junio de 2008.