2010
No temas
Diciembre de 2010


Se dirigen a nosotros

No temas

De María y José aprendemos que no tenemos por qué temer; para cada problema, existe una solución.

María y José aprendieron temprano en la vida que para cada problema Dios tiene una solución. A María, el ángel le dijo: “…no temas… porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lucas 1:30, 37).

A veces los jóvenes se enfrentan a un problema que parece el Monte Everest. Creen que simplemente es demasiado alto y difícil de escalar. Debido a que no ven niguna solución, llegan a desanimarse—y quizás incluso a volverse negativos y pesimistas—acerca de su futuro. Pero, al igual que María y José, tú puedes aprender que por más insolubles que parezcan los problemas de la vida, Dios siempre tiene una solución.

Cuando María se enteró de su llamamiento divino de dar a luz al Hijo de Dios, sin duda pasaron por su mente un caudal de cuestiones y preocupaciones. Después de todo, ella estaba desposada con José; ¿qué iba a pensar él? Entonces el ángel del cielo aconsejó: “…no temas” Lucas 1:30. Cuando José supo del embarazo de María, no vio ninguna otra solución satisfactoria más que romper el compromiso matrimonial, pero de nuevo el ángel aconsejó, “…no temas” Mateo 1:20. Fue la misma instrucción celestial que previamente se le había dado a Zacarías (véase Lucas 1:13) y que posteriormente se daría a los pastores: “No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo” Lucas 2:10.

Hay mucho temor en el mundo hoy día: para casarse, tener hijos, establecer compromisos, defender lo correcto, enfrentarse a la presión de los compañeros. Existen temores a las condiciones económicas y desastres naturales, pero el consejo que el Señor tiene para nosotros hoy es similar al que se dio a María y a José: “Sed de buen ánimo, pues, y no temáis, porque yo, el Señor, estoy con vosotros” (D. y C. 68:6; cursiva agregada).

El consejo del ángel a María y a José, “…no temáis”, fue más que una instrucción específica para sus problemas particulares; fue una salutación universal para todas las personas porque María y José desempeñarían un papel singular en el ministerio del Salvador, ministerio que haría posible eliminar todos los temores de todas las personas de todas las edades.

Gracias al nacimiento, a la vida y la expiación del Salvador, no existe ningún problema insoluble. Por supuesto que hay tragedias y dificultades pasajeras, pero no tienen por qué ser permanentes ni inconquistables. ¿Pueden imaginarse a alguien con un problema que Dios no pueda resolver? Él siempre tiene una solución que avanzará nuestro progreso eterno. Ésa es tanto la razón como la esencia de la Expiación. Por eso Mormón dijo: “…debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo” (Moroni 7:41).

No hay duda sobre la capacidad que tiene la Expiación de brindar soluciones a nuestros problemas. Las Escrituras son muy claras en cuanto a este punto. Las verdaderas cuestiones son las siguientes: ¿Aceptaremos dichas soluciones? ¿Escogeremos la respuesta del mundo o la respuesta de Dios? ¿Nos arrepentiremos o daremos excusas; buscaremos la gracia de Dios para vencer nuestras debilidades o “nos las arreglaremos solos”; reconoceremos el amor de Dios en momentos de tragedia o Lo rechazaremos en cada crisis de la vida?

La Expiación es el vehículo para resolver los grandes problemas de la vida. Con la Expiación, Dios nos coloca en el asiento del conductor de nuestro destino divino, siempre y cuando sigamos Su voluntad. María fue un excelente ejemplo de esta obediencia. Ella le dijo al ángel: “Hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). No hubo excusas, ni demora, ni quejas, simplemente una humilde sumisión a la voluntad de Dios. José tuvo el mismo carácter obediente. Aunque las fuerzas de la razón indicasen que María podría haber sido infiel, él “hizo como el ángel del Señor le había mandado, y la recibió como esposa” (Mateo 1:24).

María y José aprendieron una de las lecciones más poderosas de la vida: si crees en la Expiación y haces la voluntad de Dios, no tienes por qué temer, porque siempre habrá una solución a tus problemas.

Los críticos en el mundo nunca han aprendido esta lección. Hay que reconocer que son brillantes y observadores; ellos ven la multitud y complejidad de los problemas que nos asaltan, pero con frecuencia alzan las manos en desesperación porque no ven ninguna solución. La razón es porque no entienden la Expiación. Pueden ver el imponente problema ante ellos, pero tienen atrofiada la visión. Es como si un muro bloqueara su visión del horizonte; todo lo que pueden ver es el problema. Como resultado de ello, se vuelven escépticos, cínicos y pesimistas; su perspectiva se ilustra en el diagrama 1.

Diagrama 1: Críticos

ojos naturales

problemas

soluciones

Por otra parte, hay muchos otros que son espiritualmente analíticos sin ser críticos. Ellos también son brillantes y observadores; ellos también ven los problemas complejos y difíciles de la vida, pero tienen una visión completamente diferente. No hay ningún muro que les bloquee la vista; más bien, tienen una lente telescópica que les ayuda a ver no sólo los problemas sino más allá. En otras palabras, también ven las soluciones que ofrece la Expiación. Su perspectiva en la vida se muestra en el diagrama 2.

Diagrama 2: Espiritualmente analítico

ojos espirituales

problemas

soluciones que ofrece la Expiación

En consecuencia, estas personas tienen pocos temores, si es que los tienen; son positivos y optimistas y están entusiasmados por la vida, porque saben con certeza que para cada problema hay un remedio espiritual. El Salvador así lo declaró: “Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Por lo tanto, en la Iglesia de Cristo no hay lugar para el negativismo. El negativismo y el cinismo derivan de Satanás; la alegría y el optimismo derivan de Cristo.

Todos los problemas del mundo parecen clasificarse en cuatro categorías principales, a las cuales el Salvador descendió y venció; de ahí Su mandato: “confiad”.

  • Primero, la muerte. Las Escrituras declaran: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” 1 Corintios 15:22).

  • Segundo, el pecado. El ángel le dijo a José que Jesús “[salvaría] a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

  • Tercero, la debilidad. El Salvador enseñó a Moroni que “basta [Su] gracia [el poder habilitador de la Expiación] a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27).

  • Cuarto, las dolencias comunes de la vida que no estén relacionadas con el pecado (tales como las enfermedades, el rechazo, la depresión, la pérdida de empleo, etc.). Isaías profetizó que el Salvador iba a “vendar a los quebrantados de corazón”, “consolar a todos los que lloran” y dar “gloria en lugar de ceniza” (Isaías 61:1–3; véase también Alma 7:9–13).

Por cada aflicción que nos arroja el mundo, el Salvador tiene un remedio con un poder sanador superior. No es de extrañar que María exclamara: “Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46–47). Él es el Salvador porque en verdad Él puede salvarnos de la muerte, del pecado, de la debilidad y de las dolencias comunes de la vida.

Nuestro Padre Celestial deseaba que María y José comenzaran la incierta senda de la vida sin temor, sabiendo que Su Hijo estaba allí con todos Sus poderes salvadores. Él desea que nosotros también aprendamos esta lección temprano en la vida: “…no temas… porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lucas 1:30, 37).

Conforme a tu palabra, de Elspeth Young, prohibida su reproducción; ilustraciones por Steve Kropp.

A María, el ángel dijo: “…no temas… porque ninguna cosa es imposible para Dios”.

Él es el Salvador porque en verdad Él puede salvarnos de la muerte, del pecado, de la debilidad y de las dolencias comunes de la vida.

No se haga mi voluntad, sino la tuya, por Harry Anderson © Pacific Press Publishing Association, prohibida su reproducción; ilustración fotográfica por Matthew Reier.