2010
¿No hay suficiente tiempo?
Diciembre de 2010


El Evangelio en mi vida

¿No hay suficiente tiempo?

No creí que tenía tiempo para instituto, pero el Espíritu me motivó a hallarlo.

A finales de diciembre de 2008, me encontraba sentado en la sala celestial del Templo de Seúl, Corea, pensando en el nuevo año por venir. Me había casado en ese mismo templo hacía unos dos meses y, últimamente, mis días y semanas parecían repletos con mi trabajo, con mi llamamiento en la Iglesia y con mi familia recién establecida. Había estado asistiendo con regularidad a las clases de instituto, pero entonces consideré que quizás dejaría de asistir.

Al orar para pedir dirección para el nuevo año, sentí la clara impresión de que tenía que seguir asistiendo a instituto. También sentí la impresión de aumentar mi asistencia al templo. Al salir del templo ese día, me sentí lleno de una sensación de paz y gratitud por la nueva guía que el Señor me había dado. Sentí fuertemente que si seguía la guía que había recibido, sería bendecido.

A inicios de enero, empecé a servir como obrero en el Templo de Seúl, lo que requería que dos veces a la semana viajara aproximadamente una hora a dicho templo para cumplir con mi asignación. Además, dos veces a la semana, mi esposa también realizaba un viaje de una hora, una vez para servir como obrera del templo y la otra para asistir conmigo a una clase de instituto sobre el Libro de Mormón.

Al asumir estos nuevos compromisos, pronto quedó claro que tendría que reducir mis horas de trabajo cada semana. Debido a que trabajo en ventas, me pagan según la cantidad de clientes que mantenga. Me di cuenta de que, al recortar mis horas de trabajo, también sufriría una considerable reducción salarial. Sin embargo, recordé la impresión que había recibido y supe que todo se solucionaría si me comprometía plenamente a seguir al Señor.

Al asistir a instituto y al templo con más regularidad, comencé a recibir muchas bendiciones. Noté grandes cambios; sentí el Espíritu más cerca y con más frecuencia, y mi testimonio del Evangelio restaurado creció. Mi esposa y yo nos beneficiamos grandemente por servir en el templo y asistir a nuestra clase de instituto. Inesperadamente, también recibí bendiciones temporales. De alguna manera, a pesar de la reducción de mis horas de trabajo, pude conocer a más clientes que nunca y mis ingresos no se redujeron, sino que, por el contrario, casi se duplicaron.

Yo sé que estas maravillosas bendiciones provinieron del Señor. Estoy agradecido de que Él me dio el consuelo de saber que cuando buscamos “primeramente el reino de Dios y su justicia… todas estas cosas os serán añadidas” (3 Nefi 13:33).

Ilustración por Scott Greer.