2011
Ofendida por mi amigo
Febrero de 2011


Ofendida por mi amigo

Natal’ya Fyodorovna Frolova, Países Bajos

En mi rama de la Iglesia en Rusia tenía un amigo con el que me relacionaba en todas las actividades de la Iglesia. Teníamos mucho en común, me divertía mucho con él y estaba contenta de tener un amigo tan bueno.

Pero entonces sucedió algo extraño. Por alguna razón que no me era posible determinar, él me ofendió gravemente; no pidió perdón, y yo dejé de relacionarme con él. Ni siquiera lo saludaba los domingos. Eso continuó durante dos meses; estaba dolida y me sentía desdichada, pero él no dijo nada.

Después me enteré de que él se iba a ir de nuestra ciudad. Pensé que nuestra relación no debía quedarse así, por lo que consideré que debíamos reconciliarnos. Por entonces recordé un pasaje del Libro de Mormón: “Ve luego a tu hermano, y reconcíliate primero con él, y luego ven a mí con íntegro propósito de corazón, y yo te recibiré” (3 Nefi 12:24).

Me fue difícil humillarme y dar el primer paso, pero oré y entonces lo llamé. No sabía cuál sería su reacción, y estaba preparada para lo peor. Lo que escuché me sorprendió.

Me pidió perdón sinceramente, y pude darme cuenta por su voz que él había sufrido mucho por lo que había hecho… tal como yo. Sobre todo, recuerdo una frase que repitió tres veces: “¡Natal’ya, gracias por llamar!”

¡Me sentía tan feliz! Él se mudó poco tiempo después, pero nos separamos como grandes amigos.

El aprender a amarnos y a perdonarnos los unos a los otros es una de nuestras tareas más difíciles. El perdón —en especial cuando no estamos en error— requiere que seamos humildes y que venzamos nuestro orgullo. Aprendí que dar el primer paso para perdonar y reconciliarnos vale la pena.