2011
Una gran comunidad de Santos
Marzo 2011


Una gran comunidad de santos

Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se encuentran en diferentes países, se dedican a una variedad de ocupaciones y llamamientos, y se enfrentan a diversos desafíos.

Pero el Salvador y Su evangelio proporcionan soluciones a nuestros problemas, nos unen en amor y en un objetivo común, y nos conectan como comunidad mundial.

Ya sea que se reúna con otras 13 personas en una pequeña rama de Ucrania o con 200 en un barrio de México, usted pertenece a algo mucho más grandioso. La fe que compartimos en el Señor literalmente hace que “ya no [seamos] extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19).

Al conocer a algunos de sus vecinos de todo el mundo en este artículo (y en cada ejemplar de las revistas de la Iglesia), esperamos que encuentre la seguridad de que el evangelio de Jesucristo ofrece lo que usted necesita para enfrentarse a sus propios desafíos.

Vi‘iga Faatoia, de Samoa

  • Edad 60

  • Alcalde

  • Primer consejero del obispado

El maremoto que azotó Samoa en septiembre de 2009 se llevó a mi hijo; también se llevó al hijo de mi hermana. Yo perdí mi casa, dos autos y casi todas mis posesiones. Casi toda nuestra aldea se está trasladando a las colinas para que esto no vuelva a suceder.

Sé que Dios ama a aquellos que han sobrevivido porque, por medio de la Iglesia, Él nos ha dado casas nuevas, alimento y agua. Sé que Él ama a aquellos que no sobrevivieron porque, por medio de Su poder, podemos volver a estar juntos. Hemos sido bendecidos.

Valerina M., de Utah, EE. UU.

  • Edad 10

Ser la hermana mayor no siempre es fácil; a veces me siento frustrada, pero he aprendido a ser una buena amiga de mi hermana y de mi hermano menores al observar a mi mamá y la relación que ella tiene con sus hermanas. Ella me enseña a dar un ejemplo cristiano a los que nos rodean. Puedo hacer estas cosas para demostrar lo mucho que agradezco el amor de nuestro Padre Celestial y de Jesucristo, así como el amor de mi mamá y de mi papá.

Varvara Bak, de Russia

  • Edad 25

  • Estudiante

  • Maestra de la Primaria

Quiero ser más como Cristo; no es que espero ser perfecta, pero quiero recordar quién soy y ser mejor hoy de lo que fui ayer. Eso puede ser difícil cuando las normas del mundo a nuestro alrededor son tan bajas. Sería fácil dejar que mis normas decayesen.

Pero, en cierta manera, no es tan difícil mantener las normas de la Iglesia. Creo que la gente aprecia a las personas con normas altas. Siempre me han gustado las personas que no fuman ni beben y que tienen buenos principios morales. De modo que, cuando investigué la Iglesia, ya estaba viviendo muchas normas del Evangelio; y debido a que ya guardaba esos mandamientos, obtuve un testimonio de ellos muy rápido.

Chhoeun Monirac, de Camboya

  • Edad 18

  • Primer consejero de la Presidencia de Hombres Jóvenes, maestro de seminario

Todos nos enfrentamos a problemas inesperados en la vida. Después de que mi familia regresara de ser sellada en el Templo de Hong Kong, China, y justo antes de que una de mis hermanas se fuera a servir en una misión de tiempo completo, mi hermano mayor y mi hermana perdieron sus empleos y el salario de mi padre se redujo a la mitad. Fue un tiempo difícil para los 11 miembros de nuestra familia en nuestra pequeña casa, pero nos aferramos a las promesas dadas en el templo.

En esa ocasión el Espíritu Santo me hizo recordar un pasaje de las Escrituras: “Pero antes de buscar riquezas, buscad el reino de Dios” (Jacob 2:18). Me dio esperanza. Confié en que Dios me bendeciría a mí y a mi familia.

Mi hermano y mi hermana ahora han encontrado trabajos que permiten a nuestra familia comer, y yo he tenido varias entrevistas prometedoras. Es un milagro que ha aumentado nuestra fe en Cristo. Yo sé que el Señor nos ama y nos conoce. Él conoce nuestras necesidades. Si guardamos Sus mandamientos, prosperaremos en la tierra (véase Mosíah 2:22).

Elizabeth Kangethe, de Kenia

  • Edad 27

  • Periodista independiente

  • Presidenta de la Sociedad de Socorro de barrio

Antes de recibir el Evangelio, mi mundo era un lugar oscuro. Era lenta en perdonar y albergaba malos sentimientos por cualquiera que sentía que me había hecho algún daño. Estaba desilusionada con el matrimonio al ver a mi alrededor a esposos ebrios y mujeres maltratadas.

El aceptar el evangelio de Jesucristo me cambió. Fue maravilloso ir a la iglesia y ver que las familias se sentaban juntas; que se enseñara acerca del amor, el respeto mutuo y la comprensión. Me encontré abandonando tradiciones que no estaban en armonía con el Evangelio.

Me sentí compelida a hacer las paces con alguien que percibía como un enemigo. Ahora nos mantenemos en contacto frecuente. Conocí a un maravilloso ex misionero y pronto nos casaremos en el templo.

Estoy convencida de que estoy en el lugar correcto. El amor y la preocupación que los miembros tienen los unos por los otros produce en mí un sentido de pertenencia. Mi vida ha cobrado mayor sentido. Sé que es absolutamente imprescindible que permanezca fiel hasta el fin, evitando volver la vista hacia atrás a la oscuridad y el remordimiento del pasado.

Lucia Leonardo, de Guatemala

  • Edad 23

  • Estudiante

  • Segunda consejera de la presidencia de estaca de las Mujeres Jóvenes

Los problemas que enfrento son los mismos que tienen todos los de mi edad. ¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Qué debo estudiar? ¿Con quién debo casarme? ¿Cómo lidio con la insistencia de mis amigos no miembros para que yo rebaje mis normas? A veces es fácil deprimirse, sentirse triste o nerviosa.

El Evangelio ha guiado mi vida en todos los sentidos. Aunque todavía tengo que solucionar algunos detalles, sé lo que quiero y sé adónde voy gracias al Evangelio. Estoy agradecida por ello. Me hace realmente feliz. Me ayuda a permanecer fuerte y a ayudar a otros, porque sé que cuando necesito ayuda, puedo orar a mi Padre Celestial.

Harrison Lumbama, de Zambia

  • Edad 46

  • Funcionario de una organización no gubernamental de beneficencia

  • Presidente de distrito

Sólo sobrevivir hasta fin de mes ha sido una de las pruebas más grandes de mi vida. El costo de vida es alto comparado con mis ingresos. Cada día mi mente está ocupada pensando en cómo pagar el alquiler, que nos estamos quedando sin comida, los gastos de la escuela de los hijos, etc.

El Evangelio que ahora conozco me ha ayudado a mantenerme cuerdo a pesar de los desafíos. Al guardar los mandamientos y mis convenios, de alguna manera las cosas parecen ser llevaderas. Mediante nuestra obediencia a la ley del diezmo, nuestro Padre Celestial nos ha bendecido para que nunca pasemos hambre y que por Su gracia podamos superar los obstáculos de la vida. El Evangelio se ha convertido en un remedio balsámico contra los peligros de la vida; nos ha dado la esperanza de un futuro mejor, si somos obedientes y fieles.

Sea cual sea la prueba a la que me he enfrentado, el Evangelio ha tenido una respuesta para mí. Sin el Evangelio, mi vida simplemente habría estado sin dirección ni propósito.

Ilustraciones por Steve Kropp.