2011
Mis ponis en punto de cruz
Abril 2011


Mis ponis en punto de cruz

Sandra Jennings, Nuevo México, EE. UU.

Tengo un cuadro bordado en punto de cruz de dos ponis pintos en el que trabajé por alrededor de un año. Ya casi estaba terminado cuando descubrí que me había equivocado en el color de uno de los ponis. Como era un color probable para el pelaje de un caballo, no me di cuenta del error hasta que vi que el color del poni no armonizaba con los colores adyacentes del lienzo.

Estaba desconsolada; había pasado tanto tiempo trabajando en el bordado, y la idea de sacar todos los puntos del color equivocado era casi aplastante. Con lágrimas en los ojos, abrí el cesto de la basura y arrojé el bordado.

Me senté a la mesa en la que guardaba los utensilios de costura para llorar la pérdida de mi hermoso cuadro de ponis y seguir adelante con otros proyectos; pero no podía hacerlo, sencillamente no podía abandonar el proyecto en el que había trabajado tan arduamente. Abrí el cesto de la basura y recuperé el lienzo. Encontré un nudo al dorso del color equivocado y lo corté con cuidado. Di vuelta el bordado y comencé a sacar el hilo.

A veces el proceso de quitar los puntos iba rápido; otras veces hallaba que no era tan fácil. No estaba segura de cómo deshacer lo que había hecho. En ocasiones tenía que cortar el hilo de a un punto a la vez. Mi hijo comentó que estaba admirado de que me tomara todo ese trabajo para corregirlo. Después de todo, sólo se trataba de un bordado en punto de cruz.

Al quitar los puntos, comencé a pensar en el arrepentimiento y cuán difícil ha sido corregir algunos de los errores que he cometido. El verdadero arrepentimiento requiere deseo, trabajo y sufrimiento intensos, pero vale la pena el esfuerzo.

Mientras bordaba el caballo otra vez, recordé que el arrepentimiento permite que la expiación de Jesús quite la mancha del pecado de mi vida y me ayude a empezar de nuevo. Mis “ponis del arrepentimiento” están colgados en mi casa, y son un gentil aunque vívido recordatorio de hacer lo correcto, nunca darme por vencida cuando fallo y recordar que, mediante el arrepentimiento, la Expiación compensará la diferencia.