2011
El juego de la cena
Septiembre de 2011


El juego de la cena

“…partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón” ( Hechos 2:46).

El olor a especias de la salsa de los espaguetis flotaba en el aire mientras Joseph y su familia se sentaban para la cena del domingo. El papá hizo la oración y la comida comenzó a hacer su recorrido alrededor de la mesa.

“Vamos a jugar a las frases de películas”, dijo Joseph.

Las frases de películas era su juego favorito para jugar mientras cenaban. A su mamá, a su papá y a sus dos hermanas, Jill y Julia, también les gustaba el juego. Una persona citaba una frase de una película que la familia había visto; entonces todos intentaban ser el primero en adivinar de qué película era la frase.

“Quizás deberíamos jugar otro juego”, dijo mamá. “Como es domingo, quizás deberíamos jugar a las frases de las Escrituras”.

“¿Qué es eso?”, preguntó Joseph.

“Yo pienso en una cita de las Escrituras y todos ustedes intentan adivinar quién la dijo”, explicó ella.

“Eso suena aburrido”, dijo Joseph. “Además, no sé ninguna frase de las Escrituras”.

“¡Yo comenzaré!”, dijo Jill. “‘Iré y haré lo que el Señor ha mandado’”.

Julia levantó la mano velozmente. “¡Nefi dijo eso!”.

“Lo adivinaste, Julia; ahora te toca a ti pensar en una”, dijo Jill.

“A ver… Muy bien, adivinen ésta si pueden: ‘Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!’”.

Esta vez papá levantó la mano. “Eso es lo que el Padre Celestial le dijo a José Smith en la Arboleda Sagrada”.

“Correcto”, dijo Julia. “¡Así se hace, papá!”

Joseph comenzó lentamente a sentarse un poco más derecho en la silla.

“Quiero pensar en una muy difícil”, dijo papá. “A ver ésta: ‘Deja ir a mi pueblo’”.

Joseph levantó la mano rápidamente. “Moisés dijo eso; ésa era fácil”.

“Así es. Ahora tienes que pensar tú en una”, dijo papá.

Joseph descansó la barbilla sobre la mano. Entonces apareció una sonrisa en su cara al recordar su lección de la Primaria de más temprano ese día. La hermana Morris había hablado sobre la vez en que los discípulos habían intentado evitar que los niños se acercaran a Él. “Dejad a los niños venir a mí”, dijo Joseph.

Una vez más, Julia levantó la mano. “Jesús dijo eso”.

“¡Lo adivinaste!”

Jugaron hasta que todos habían terminado de cenar.

Más tarde esa noche, cuando mamá estaba arropando a Joseph en la cama, él dijo: “Bueno, ese juego no estaba tan mal después de todo”.

“Hoy pensaste en una cita muy buena”, le dijo la mamá.

“Gracias. ¿Podemos volver a jugar el domingo que viene?”.

“Creo que ésa es una buenísima idea”, dijo ella; le dio un gran abrazo y un beso y salió de la habitación.

Joseph se acurrucó en sus mantas, sonriendo. Acababa de comenzar una nueva tradición del día domingo.

Ilustración por Natalie Malan.