2012
Hallar respuestas en el Libro de Mormón
Enero de 2012


Hallar respuestas en el Libro de Mormón

Nuestra jornada en la tierra puede ser difícil, pero nuestro amoroso Padre Celestial no nos envió aquí para enfrentar solos las tormentas de la vida. Una de las ayudas más grandes que nos dio es el Libro de Mormón, que no sólo nos enseña la plenitud del Evangelio, sino que también nos guía a través de los problemas que afrontamos. A medida que escudriñemos el Libro de Mormón, el Espíritu nos ayudará a encontrar respuestas a nuestros problemas y preguntas.

El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó:

“El Libro de Mormón, más que cualquier otro libro que conozco, es la fuente máxima para encontrar las respuestas a los problemas de la vida real…

“¡Cuántas veces reciben paz en su vida al leer el Libro de Mormón aquellos que luchan con tremendos problemas! Innumerables son los ejemplos de guía espiritual que emanan del Libro de Mormón”1.

En los siguientes relatos, miembros de la Iglesia nos hablan de cómo encontraron en el Libro de Mormón las respuestas que buscaban.

Experimentar un cambio de corazón

Aunque aprendió el Evangelio desde pequeño, Greg Larsen (el nombre se ha cambiado), de California, EE. UU., más tarde se apartó de él; se vio envuelto en drogas y delitos, y no tardó en ir a la cárcel. Deseaba enderezar su vida, pero no estaba seguro de cómo hacerlo.

“Los hombres del barrio local enseñaban clases de la Escuela Dominical en la prisión”, escribió Greg. “Uno de ellos me dijo que mi vida mejoraría si leía el Libro de Mormón; y eso fue lo que hice.

“Cuando salí de la prisión, regresé a la Iglesia, pero aún sentía el impulso de volver a mis malos hábitos. Al seguir leyendo el Libro de Mormón, en Alma 19:33 aprendí acerca del pueblo del rey Lamoni: ‘Que había habido un cambio en sus corazones, y que ya no tenían más deseos de hacer lo malo’. Empecé a orar para tener ese cambio en el corazón”.

Greg encontró la respuesta a su oración en Helamán 15:7, donde se enseña que “…esa fe y arrepentimiento… efectúan un cambio de corazón”.

“Al leer esas palabras, me corrían lágrimas por las mejillas. El Espíritu testificó que mi Padre Celestial me amaba y me ayudaría. Sentí que si tenía la fe suficiente para hablar con mi obispo, eso bastaría. Al colocar mis pecados a los pies del Salvador, recibí un verdadero cambio de corazón”.

Encontrar el camino

Laura Swenson, de Idaho, EE. UU., llegó un día a casa frustrada y llorando; no estaba casada y los planes que tenía para ir a la universidad y para la profesión que había soñado se estaban desmoronando. “Me preguntaba si estaba logrando algo en la vida”, escribió.

“Sentí la impresión de acudir al Libro de Mormón. En los primeros cuatro versículos de 1 Nefi 18, encontré la respuesta a mis inquietudes. En esos versículos se describe el barco que Nefi construyó para llevar a su familia a la tierra prometida; era de ‘maestría singular’, y no se había construido ‘según la manera del hombre’; más bien, se construyó ‘según el modo que… había mostrado el Señor’ (versículos 1–2). Nefi consultaba al Señor con frecuencia mientras construía el barco. Cuando lo terminó, ‘era bueno y… su ejecución era admirable en extremo’ (versículo 4).

“Me di cuenta de que mi travesía era de ‘maestría singular’; no se acomodaba a los modelos de los hombres, pero me llevaría a donde necesitaba ir si buscaba la guía del Señor. Esos versículos fueron un faro de luz en un momento de oscuridad. Mis problemas no terminaron de la noche a la mañana, pero encontré la perspectiva que necesitaba. Hoy en día tengo una profesión satisfactoria que nunca había planeado tener”.

El descubrimiento de otro Testamento

Cuando era joven, Adrián Paz Zambrano, de Honduras, se preguntaba por qué la Biblia sólo menciona la región de los alrededores de Jerusalén, y si Jesucristo habría visitado otras naciones.

“Años más tarde, dos misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días vinieron a mi casa”, escribió Adrián. “Me mostraron el Libro de Mormón y me invitaron a leer 3 Nefi, que habla sobre la visita de Cristo a las Américas.

“Mientras leía, recordé las dudas que tenía cuando era joven; había encontrado las respuestas. Gracias al Libro de Mormón, supe que Jesucristo visitó las Américas después de Su resurrección. Me inundó un gran gozo, porque supe que Dios amaba a todos Sus hijos sin importar dónde vivieran ni cuáles fuesen sus circunstancias”.

Adrián y su esposa oraron juntos para saber si la Iglesia era verdadera y ambos recibieron un testimonio; se bautizaron y fueron confirmados, y un año después la familia se selló en el templo.

Proveer de lo necesario para su familia

A los 30 años, a Eric James, de Nuevo México, EE. UU., se le diagnosticó una enfermedad renal. Como padre joven, estaba desmoralizado y se preguntaba si podría proveer de lo necesario para su familia.

En el Libro de Mormón leyó que Nefi se preguntó lo mismo cuando rompió su arco de acero fino; pero después de hacer un arco de madera, le fue posible alimentar a su familia. (Véase 1 Nefi 16:18–23, 30–32.)

“El relato de Nefi me llenó el alma como una luz brillante”, dijo Eric. “La salud que había disfrutado hasta ese momento era semejante al arco de acero de Nefi; cuando mi salud decayó, fue como si se me hubiera roto el arco; pero me di cuenta de que el Señor me había bendecido con un arco de madera en la forma de un trasplante de riñón, el cual me daría la fortaleza para proveer de lo necesario para mi familia. Eso me dio esperanza. Casi diez años después, sigo proveyendo de lo necesario para mi familia y prestando servicio al Señor lo mejor que puedo”.

Enseñar la obediencia a los hijos

Cuando sus hijos eran pequeños, Juan José Resanovich, de Argentina, acudió al Libro de Mormón para resolver sus dudas en cuanto a cómo enseñar y criar a sus hijos. “Mi esposa y yo escudriñamos sus páginas en busca de inspiración para criar a nuestros hijos, y siempre encontramos respuestas”, escribió.

Los Resanovich enseñaron a sus hijos la obediencia al señalarles el ejemplo de Nefi que se encuentra en 1 Nefi 3:5–6:

“…tus hermanos murmuran, diciendo que lo que yo les he requerido es cosa difícil; pero no soy yo quien se lo requiere, sino que es un mandamiento del Señor.

“Por lo tanto, ve tú, hijo mío, y el Señor te favorecerá porque no has murmurado”.

“Les enseñamos a nuestros hijos que Nefi respetaba a sus padres terrenales y las cosas de Dios”, escribió Juan. “Establecimos la meta de que como familia tendríamos la actitud de respeto y obediencia que Nefi tuvo.

“Cada uno de nuestros hijos sirvió en una misión, y no tuvimos que convencerlos de que lo hicieran. Han sido buenos alumnos, buenos amigos y buenos hijos. Nuestra familia tiene mucho que mejorar, pero el Libro de Mormón es una gran ayuda para lograr nuestras metas”.

Escapar las ligaduras de la adicción

Mientras se esforzaba por superar una adicción a la comida, Susan Lunt, de Utah, EE. UU., suplicó ayuda. Acudió al Libro de Mormón y leyó que Nefi fue librado de las ligaduras que sus hermanos le habían atado en las manos y los pies:

“…¡Oh Señor, según mi fe en ti, líbrame… sí, dame fuerzas para romper estas ligaduras que me sujetan!

“Y… he aquí, fueron sueltas las ligaduras” (1 Nefi 7:17–18).

“Ese pasaje describía exactamente cómo me sentía: sujeta con las ligaduras de la adicción”, escribió Susan. “Las ligaduras tangibles de Nefi inmediatamente fueron sueltas cuando suplicó ser liberado. Mis ligaduras eran intangibles y no superé mi adicción en un momento, pero al leer esas palabras, sentí que algo en mi interior cambió; sentí como si las ligaduras que tenía alrededor del corazón, de la mente y del cuerpo se hubieran soltado, y supe que podría superar mi adicción”.

Susan ha logrado gran progreso y, gracias a la inspiración que encontró en el Libro de Mormón, ha podido superar otros hábitos que la tenían atada, entre ellos el enojo, el egoísmo y el orgullo. “Sé que el Libro de Mormón es la palabra de Dios”, explicó, “y que en las páginas de ese libro se encuentra la respuesta a cualquier interrogante de la vida”.

Nota

  1. M. Russell Ballard, en “Agregamos nuestro testimonio”, Liahona, diciembre de 1989, pág. 13.

Ilustraciones fotográficas por Welden C. Andersen.

Derecha: fotografía por Christina Smith.