2012
Las bendiciones de centrar nuestra atención en el templo
Septiembre de 2012


Nuestro hogar, nuestra familia

Las bendiciones de centrar nuestra atención en el templo

No hay obra más grandiosa que la edificación de una familia eterna, y esa obra llega a realizarse en la casa del Señor.

Pocas cosas en esta vida nos afectan más que la pérdida de un ser querido, y la vida del obispo Richard Rodríguez y de Ruth, su esposa, se ha visto marcada por ese tipo de pérdida. No obstante, con ojos para ver y oídos para oír, y mediante las ordenanzas sagradas del templo, han enfrentado esa dificultad con fe, y eso los ha conducido más cerca del Salvador, de la felicidad y de la paz.

Cómo afrontar las pérdidas

Richard y Ruth se conocieron cuando trabajaban en una fábrica de cemento de Azogues, una pequeña población situada en los Andes, no lejos de la ciudad de Cuenca, Ecuador. Él se había convertido a la Iglesia unos años antes, junto con su madre y un hermano. En esa época, Ruth no era miembro.

“Cuando la conocí, ya no la pude dejar”, dice Richard, sonriendo.

Se casaron en 1996; pocos meses después, el padre de Ruth murió.

“Su muerte me causó una severa depresión”, explica ella. “Uno nunca se sobrepone a la pérdida de un ser querido; siempre se siente ese vacío”.

En 2001 murió la madre de Richard, lo que nuevamente les ocasionó mucho pesar; pero con el correr de los años, Richard había madurado en su conocimiento y testimonio del Evangelio, y eso le proporcionó una perspectiva reconfortante.

“Gracias al Evangelio, entendía un poco del estado en que se encontraba mi mamá”, comenta. “Compartí con Ruth el pasaje de Alma 40:11 y le expliqué lo que le sucede al espíritu cuando se separa del cuerpo; eso nos brindó gran consuelo a los dos”.

Valorar el albedrío

No obstante, aunque era amable con los miembros y los misioneros, a Ruth no le interesaba la Iglesia: “Simplemente no sentía la necesidad de cambiar de religión”, dice ella.

Richard decidió no insistir sobre el asunto. “Cada vez que hablábamos de la Iglesia, la conversación terminaba mal”, aclara. “Y cuando la presionaba, era peor; así que dejé de hacerlo; no quería causarle malestar”.

En los últimos meses de 2001, los misioneros invitaron a Ruth a un servicio bautismal. Su decisión de aceptar esa invitación hizo que todo cambiara.

La hermana que se iba a bautizar dio su testimonio durante el servicio. “Habló de los milagros que le habían ocurrido desde que conoció la Iglesia: milagros de salud, de bienestar y de fortaleza”, recuerda Ruth. “Esa hermana básicamente vivía sola y, sin embargo, tenía ese fuerte testimonio”.

Ruth se preguntó cómo era posible que una mujer que había enfrentado pruebas tan difíciles tuviera esa clase de fe. Esa pregunta, junto con el hecho de haber aceptado la invitación para asistir al servicio bautismal, conmovieron su corazón y la prepararon para recibir el testimonio del Espíritu.

“Fue en aquel momento que tomé la decisión de bautizarme. Más tarde, cuando Richard y yo nos encontrábamos solos, le pregunté: ‘Richard, ¿qué te parece si me bautizo en diciembre?’. Eso fue suficiente. Yo ya estaba familiarizada con la Iglesia y con el Evangelio, pero me faltaba recibir las charlas de los misioneros”.

“Dios prepara el corazón de las personas”, agrega Richard. “Podemos hacer algunas cosas nosotros mismos; yo hice muchas cosas, pero esto no ocurrió hasta que Ruth estuvo preparada”.

Ella está de acuerdo: “Al casarnos, tenía muchos obstáculos que superar. Cuando finalmente los superé, me di cuenta de que no tenía por qué esperar que sucediera otro milagro en mi vida. Y entonces estuve preparada para bautizarme”.

Enfrentar las dificultades con fe

El bautismo de Ruth, en diciembre de 2001, marcó un cambio en el enfoque de la familia, y gracias a ese cambio recibieron fortaleza espiritual y bendiciones que los han guiado hasta el presente.

“El 28 de junio de 2003 nos sellamos en el templo”, cuenta Richard. “Y gracias a ello, hemos recibido muchas bendiciones: nuestros dos primeros hijos fueron sellados a nosotros y los otros dos nacieron bajo el convenio. Nuestros hijos son una bendición”.

Él explica que prestar servicio fiel en la Iglesia ha traído armonía a su hogar: “Mi esposa y yo estamos unidos en un yugo de igualdad; hemos enfrentado dificultades y pruebas, pero hemos podido superarlas unidos. Creemos en las mismas cosas; y por estar sellados en el templo, sabemos que si perseveramos fielmente el Señor nos ayudará”.

Centrar la atención en el templo cambia al barrio

Cuando Ruth se bautizó, sólo había veinticinco miembros en lo que era entonces la Rama Azogues; ahora es un barrio y muchas veces a la reunión sacramental asisten setenta y cinco o más miembros.

“Al fortalecer a la familia, se fortalece a las personas individualmente”, comenta Ruth. “Cuando los miembros guardan los mandamientos y escuchan todo lo que los líderes nos enseñan, nuestras familias y el barrio se fortalecen; es como si cada una de las familias fuera parte de un cemento que une a todo el barrio para que progrese”.

En calidad de obispo, Richard ha impulsado los esfuerzos para fortalecer a las familias al motivar a los miembros a hacer y guardar los convenios del templo y adorar en él con frecuencia. Una de las formas en que se manifiesta ese énfasis son los viajes que hace el barrio al Templo de Guayaquil, Ecuador, que está a unas cinco horas de allí.

“Nuestro barrio asiste tan a menudo como sea posible”, comenta Ruth. “La meta que tenemos es que todas las familias se sellen en el templo”.

“La asistencia al templo para sellarse ha contribuido a que las familias progresen espiritualmente”, agrega Richard. “En los últimos años se han sellado varias familias; ahora ellas preparan los nombres de sus parientes y llevan a cabo las ordenanzas por sus antepasados. Todos los que lo hacen han establecido un compromiso más firme hacia el evangelio de Jesucristo y han logrado mayor felicidad. El templo ha cambiado la perspectiva de los miembros”.

Centrar la atención en el templo cambia a las personas

Por haber tenido experiencias sagradas y personales, la familia Rodríguez ha recibido un fuerte testimonio personal de los convenios del templo y de la obra vicaria por los antepasados.

“Hemos hecho la obra por mis tíos y tías, los hermanos y hermanas de mi padre”, dice Ruth. “Hemos sentido que nosotros mismos debíamos efectuar las ordenanzas por nuestros parientes, y sé que la obra vicaria que llevamos a cabo es verdadera. Siento una gran paz por la labor que hemos podido hacer a favor de nuestros antepasados. Ha sido una obra muy especial”.

Richard testifica: “Me encanta hacer la obra del templo por los que están esperando; ésa es la labor de nuestra vida; es lo que deseamos hacer”.

La asistencia al templo ha cambiado a su familia. “Cuando nos sellamos en el templo, todo cambió radicalmente”, comenta Ruth. “Nuestra fortaleza espiritual ha aumentado”.

El esposo concuerda con ella: “Para nuestra familia, ha significado mayor unión familiar, sabiendo que el vínculo de la familia, el que, en definitiva es el principio y el fin de todo, nos da la fuerza para seguir adelante. En la vida siempre hay dificultades, pero con la perspectiva que el templo nos brinda, podemos enfrentar el futuro de otra manera. El tener estas bendiciones en común y, especialmente ayudar a otras familias a lograr lo mismo, nos proporciona un gozo muy grande; y siento que la dedicación en nuestro hogar es mucho más fuerte”.

Richard considera que la decisión de la familia de prepararse para ir al templo, recibir ordenanzas, ser sellados y luego volver para llevar a cabo la obra vicaria por sus antepasados, ha sido una de las bendiciones más grandes que han recibido. “Cuando ejercemos la fe y aceptamos el evangelio de Jesucristo y, particularmente, cuando vamos al templo a recibir las ordenanzas selladoras y salvadoras por medio del sacerdocio, la vida cambia”, dice. “La persona que recibe los convenios del templo nunca vuelve a ser la misma”.

Detalle de La Ciudad Eterna, por Keith Larson © 2000; fotografía del Templo de Guayaquil, Ecuador, por Janae Bingham.

Arriba: Richard y Ruth Rodríguez con sus hijos (desde la izquierda): María Judith, Jorge, Richard, hijo, y Freddy. La familia se selló en el Templo de Guayaquil, Ecuador (derecha).

Fotografía de la familia por Joshua J. Perkey.