2013
Lo que Agung aprendió del bádminton
Enero 2013


Lo que Agung aprendió del bádminton

Un adolescente de Indonesia aprende que el tener esperanza evita que se dé por vencido.

Imagen
young man with badminton racquet

Es un típico día húmedo en Yogyakarta, Indonesia, y a Agung le escurren gotas de sudor de la frente mientras espera el saque de su oponente. El partido de bádminton está reñido y el joven de quince años se siente motivado a ganar.

Después de un frenético intercambio, su oponente coloca la pluma completamente fuera del alcance de Agung. Sin querer perder el punto en un partido tan reñido, Agung se lanza hacia la pluma pero no la alcanza, y queda ensangrentado por haberse deslizado en la cancha de cemento.

Es fácil ver que le encanta el bádminton competitivo; pero Agung no sueña con llegar a ser un jugador profesional de bádminton. No va a escoger entre “servir” la pluma en las Olimpíadas y servir en una misión. Él mismo admite que no es particularmente bueno para ese deporte.

Entonces, ¿por qué este joven corto de estatura y de amplia sonrisa se esmera tanto? Por la esperanza.

“Creo que puedo mejorar”, dice.

Una razón para tener esperanza

La esperanza es la razón por la que hacemos muchas cosas; hacemos ejercicio porque esperamos ser más fuertes y estar más sanos; practicamos un instrumento musical porque esperamos aprender a tocar bien; Agung practica bádminton porque tiene la esperanza de mejorar.

“Si no tuviese la esperanza de mejorar y de ganar alguna vez, sería muy fácil darme por vencido”, dice Agung.

La esperanza es un elemento esencial del plan de salvación. La esperanza de que podemos ser perdonados nos lleva a arrepentirnos y a volver a intentarlo después de no haber cumplido con un mandamiento.

Cómo combate Satanás la esperanza

Dos de las mejores armas de Satanás en nuestra contra son la duda y el desaliento. Él no pudo frustrar el plan de nuestro Padre Celestial impidiendo la Expiación; pero todavía puede tratar de evitar los efectos purificadores de la Expiación en nuestra vida si nos roba la esperanza de que podemos ser perdonados.

Agung comenta: “Satanás quiere que perdamos la esperanza, porque cuando nos damos por vencidos nos alejamos de nuestro Padre Celestial”.

Sin embargo, cuando Satanás logra desanimarnos, hay maneras de recuperar la esperanza.

Obtener esperanza

Cuando necesitamos esperanza en el futuro, podemos mirar hacia el pasado. Agung utiliza un ejemplo de la escuela que le ha enseñado esa lección. “Me he dado cuenta de que si estudio mucho, salgo bien en mis exámenes”, explica; “basándome en esa experiencia, tengo la esperanza de que si practico mucho, podré mejorar en bádminton. Mi experiencia me da esperanza”.

Cuando necesitamos tener esperanza en Jesucristo, podemos encontrarla tanto en nuestras experiencias pasadas con el poder de la Expiación (véase Romanos 5:4), así como en las experiencias de los demás, incluso las que escuchemos en la reunión sacramental, en una lección de la Escuela Dominical, en la revista Liahona, o en las Escrituras (véase Jacob 4:4–6).

Al estudiar las palabras llenas de esperanza de los profetas, al orar para recibir el don de la esperanza y al aprender a reconocer el poder del Salvador en nuestra vida, nuestra fe en Él aumentará, y también la esperanza de que Él nos ayudará en el futuro1.

Nunca nos demos por vencidos

Agung sabe que él probablemente nunca será un atleta profesional, pero sabe que mientras lo siga intentando, existe la esperanza de mejorar.

Ha aprendido que el gran poder de la esperanza es éste: “Siempre que no te des por vencido, hay esperanza”, dice.

En la vida, la expiación de Jesucristo es la fuente máxima de la esperanza. Gracias a la Expiación podemos arrepentirnos cuando cometemos un error. Eso también significa que debido a la Expiación, no hemos fallado la prueba de la vida cuando cometemos errores, a menos que nos demos por vencidos y no tratemos de arrepentirnos ni de obedecer.

Es por eso que Agung continúa invitando a su padre a la Iglesia cada domingo; es por eso que trata de defender lo que es correcto, aun cuando sus amigos no lo hacen; es por eso que con tanta frecuencia viaja una hora de ida y vuelta en bicicleta a la capilla para ir a seminario, la Mutual, las reuniones del domingo, las clases de preparación misional y para ayudar a limpiar el edificio.

“No es fácil tratar de ser como Jesús”, dice Agung. “A veces me desanimo, pero no me doy por vencido. Gracias a Su sacrificio por mí, tengo la esperanza de que puedo ser mejor”.

Gracias a la Expiación hay esperanza, y debido a la esperanza, la Expiación puede cambiar nuestra vida.

Nota

  1. Véase Dieter F. Uchtdorf, “El poder infinito de la esperanza”, Liahona, noviembre de 2008, págs. 21–24.

Fotografías por Adam C. Olson.