2013
¿Dónde puedo conseguir una revista como ésta?
Abril de 2013


¿Dónde puedo conseguir una revista como ésta?

Sharon Rather, Nevada, EE. UU.

Durante un viaje con mi familia desde Nevada, EE. UU., a Alaska, EE. UU., me puse a conversar con una mujer alta, atractiva y amigable que estaba sentada del otro lado del pasillo.

Me preguntó a dónde me dirigía y le dije que estábamos en camino a Juneau, Alaska, para visitar a nuestro hijo y a su familia. Me contó que era de Las Vegas; y luego, conmovida, agregó que se dirigía a Juneau para visitar a sus suegros y realizar un servicio en memoria de su esposo, con quien había estado casada 20 años y que recientemente había fallecido de cáncer.

Miré al otro lado del pasillo y pensé para mis adentros en cuán afortunada era por conocer el plan de salvación y por ser obrera del templo en el Templo de Las Vegas, Nevada. Me preguntaba qué podría hacer para levantarle el ánimo a esa señora.

De repente, recordé claramente una cita del profeta José Smith que yo había repartido en la Sociedad de Socorro. Cuando organizó la Sociedad de Socorro, dijo que las hermanas “se apresurarán a socorrer al forastero con los recursos que tengan a su disposición; derramarán aceite y vino en el contristado corazón del afligido, secarán las lágrimas del huérfano y animarán el corazón de la viuda” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 482).

Volví a mirar hacia el pasillo y vi a una forastera afligida, una viuda de corazón afligido. Recordé que más temprano ese mismo día había leído la revista Ensign de julio de 2011; contenía algunos artículos edificantes que pensé que podrían darle un poco de ánimo y de consuelo.

Me armé de valor, abrí la revista en uno de los artículos y le pedí que lo leyera. La observé con atención y me sorprendió el ver que leía cada línea detenidamente. Al terminar, leyó otro artículo.

Era evidente que algo le había llegado al corazón. Se llevó la revista con fuerza contra el pecho y luego se secó una lágrima.

“¿Dónde puedo conseguir una revista como ésta?”, me preguntó. Le dije que se podía quedar con ella; entonces leyó un poco más.

Cuando llegamos a Juneau, me tomó la mano, me miró fijamente a los ojos y dijo: “Gracias”.

Aprendí una gran lección de esa experiencia. Estamos rodeados de forasteros con corazones contristados que necesitan una palabra amable de aliento y que necesitan saber lo que nosotros sabemos por ser Santos de los Últimos Días.