2013
Vivir para las eternidades
Julio de 2013


Vivir para las eternidades

Tomado de un discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young–Idaho, el 20 de marzo de 2007. Para consultar el texto completo en inglés, vaya al sitio web.byui.edu/devotionalsandspeeches.

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Élder Keith K. Hilbig

Ruego a los jóvenes adultos que visualicen a menudo su futura existencia celestial con su familia en las eternidades.

Cuán diferente y difícil es el mundo de los jóvenes adultos de hoy, casados o solteros, comparado con el de hace dos o tres generaciones. Cuando yo estaba en la universidad, muchos de los problemas actuales ni siquiera existían, o no eran tan graves.

Pero ustedes están aquí ahora, en este momento; están avanzando mientras sus mayores van pasando a las eternidades. Están aquí en esta época, no por casualidad sino como parte de un plan eterno que se diseñó, se aceptó y se puso en práctica antes de que la tierra fuese creada.

¡Cuán afortunados son por saber de la restauración del Evangelio! Saben que hubo una existencia preterrenal en la presencia del Padre Celestial y de Jesucristo. Allí se les enseñó y se los probó, y aprendieron sobre las leyes que les permitirían progresar y avanzar. Obedecieron esas leyes y así se ganaron el derecho de venir a la tierra, lo cual los colocó en un curso que conduce a la exaltación, al dominio y a la divinidad.

Ustedes entienden el propósito de la vida terrenal y se les ha enseñado acerca de las oportunidades después de la muerte. En resumen, tienen la perspectiva de la eternidad, pueden mirar hacia atrás y pueden contemplar lo que está por delante.

La mayoría de sus amigos jóvenes adultos que no son miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y el mundo en general, saben poco de esas realidades. Viven como si estuvieran en una caja definida por dos acontecimientos: el nacimiento y la muerte. Toman decisiones y participan en conductas que están restringidas por una perspectiva limitada. Viven básicamente para el momento, el transcurso de tiempo entre el nacimiento y la muerte, que es apenas un nanosegundo en el plan eterno. Posiblemente no sepan nada de su existencia premortal y muy poco de la eternidad.

El potencial eterno que ustedes tienen

Sin embargo, cada uno de ustedes conoce la promesa de su potencial individual en las eternidades. El Señor promete a las parejas que se sellan en el santo templo:

“Saldréis en la primera resurrección… y heredaréis tronos, reinos, principados, potestades y dominios, toda altura y toda profundidad… y si cumplen mi convenio y no cometen homicidio, vertiendo sangre inocente, les será cumplido en todo cuanto mi siervo haya declarado sobre ellos, por el tiempo y por toda la eternidad; y estará en pleno vigor cuando ya no estén en el mundo; y los ángeles y los dioses que están allí les dejarán pasar a su exaltación y gloria en todas las cosas, según lo que haya sido sellado sobre su cabeza, y esta gloria será una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás.

“Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos” (D. y C. 132:19–20).

Les ruego que visualicen con frecuencia su futura existencia celestial junto a su familia en la eternidad, una condición de gloria y de beneficio inimaginables que no nos es posible comprender por completo todavía. Pero de lo que podemos estar absolutamente seguros es de que cada uno de ustedes guardó “su primer estado” (Abraham 3:26), cada uno pasó todas las pruebas de la existencia premortal, ejerció gran fe y, por consiguiente, recibió el privilegio de obtener un cuerpo mortal y de venir a esta esfera mortal.

Por lo tanto, no se atrevan a vivir para el momento, sino que deben vivir para las eternidades. Recuerden siempre que si ustedes y su cónyuge son obedientes (o futuro cónyuge si no se han casado todavía), tendrán “aumentada gloria sobre su cabeza para siempre jamás” (Abraham 3:26), una magnífica promesa personal de Dios a cada uno de Sus hijos.

Si son fieles en guardar los mandamientos de Dios, Sus promesas se cumplirán al pie de la letra. El problema es que el adversario del alma de los hombres se esfuerza por cegarles la mente y, si lo dejan, Satanás les echa tierra en los ojos, por así decirlo, y los ciega con las cosas del mundo.

Los teólogos y eruditos del mundo cristiano no saben lo que ustedes saben de los asuntos de la eternidad, ¡pero Satanás sí lo sabe! Él conoce la preparación premortal que recibieron, su propósito en la tierra y, además, el potencial eterno que tienen.

La traducción hebrea de la palabra diablo es el que estropea”1. El diablo procura estropearles la jornada hacia las eternidades; él trata de entrometerse para impedirles lograr su potencial aquí y en el más allá, y se esfuerza por hacerles ejercer el albedrío en forma imprudente. Hay jóvenes que, ansiosos por afianzar su independencia, piensan que la forma mejor de demostrarla es haciendo algo malo. Cualquier insensato puede hacer eso, cualquier multitud puede hacerlo.

En realidad, la independencia, la verdadera libertad, se demuestra y se experimenta mejor al optar siempre por hacer lo justo. ¡Dios les ha dado no sólo el derecho de escoger entre el bien y el mal sino también el poder de escoger lo bueno en lugar de lo malo! De esa manera, Él les ha dado un poder mayor que el de Satanás y sus huestes. En última instancia, son ustedes quienes deciden, no Satanás.

Nuestro Padre Celestial diseñó esta experiencia terrenal con un objetivo importante: que fuéramos probados y venciéramos el mal. Él muy raramente dispone pruebas y tentaciones específicas, pero sabe que la vida terrenal las proporcionará en abundancia y desea que, mientras estemos aquí en la tierra, aprendamos a vencer nuestro ser “natural” (véase Mosíah 3:19), a privarnos de lo mundano y a probar que somos dignos. Satanás tiene otras ideas y hará todo lo posible por impedir nuestro progreso.

Las tentaciones del mundo

Este mundo, con la colaboración y el estímulo astutos y siniestros de Satanás, les ofrece la tentación de sentirse aceptados; de hacer lo que hacen los demás; de gozar de la emoción del momento tal vez con películas o videojuegos inapropiados, deslices morales (incluso la pornografía), lenguaje grosero, vestimenta inmodesta o deshonestidad. Satanás tratará de confundir su comprensión del propósito divinamente establecido de la unidad familiar: que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que los hijos tienen el derecho de ser criados por una madre y un padre2.

Si por un momento, en forma insensata, aceptan la invitación de Lucifer, él puede privarlos de las bendiciones de la eternidad. Él no tiene una perspectiva personal de lograr la vida eterna. Recuerden que perdió la guerra en los cielos, una batalla librada por medio del testimonio (véase Apocalipsis 12:11), en la cual los fieles seguidores de Cristo derrotaron a Satanás y a quienes lo apoyaron. Las pérdidas fueron considerables: todos los seguidores de Satanás, un tercio de las huestes de los cielos, fueron expulsados y nunca recibirán un cuerpo físico ni tendrán la oportunidad de la vida eterna.

Lehi, hablando a su hijo Jacob, dijo:

“Y yo, Lehi, de acuerdo con las cosas que he leído, debo suponer que un ángel de Dios había caído del cielo, según lo que está escrito; por tanto, se convirtió en un diablo, habiendo procurado lo malo ante Dios.

“Y porque había caído del cielo, y llegado a ser miserable para siempre, procuró igualmente la miseria de todo el género humano…” (2 Nefi 2:17–18).

Lehi también enseñó: “Así pues, los hombres son libres según la carne… Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables como él” (2 Nefi 2:27).

En nuestra época, los que trafican con drogas, distribuyen pornografía, promueven entretenimientos nocivos, defienden mentiras, hacen propaganda de vestimenta inapropiada, incitan a la inmoralidad y critican a la familia tradicional; todos fomentan opciones que degradan la vida espiritual de los hijos y las hijas de Dios, e incluso conducen a la muerte espiritual.

Tengan presente que Satanás se ríe del infortunio de aquellos que se han dejado engañar por esas tentaciones (véase Moisés 7:26). Sus métodos son variados pero tienen un objetivo común: la desobediencia y la consiguiente pérdida de bendiciones.

Las bendiciones de la obediencia

La obediencia posibilita bendiciones y brinda paz. Piensen en una determinada decisión consciente que hayan tomado de hacer lo correcto, aun cuando la tentación de hacer lo malo fuera fuerte. Quizás haya sido la determinación de eliminar pensamientos impuros o de decir la verdad cuando mentir habría sido más fácil, o tal vez la decisión de levantarse y salir de un cine (o cualquier otro lugar indebido) cuando lo que habían promocionado como aceptable resultó ser inapropiado.

Al pensar en aquella decisión apropiada, ¿qué sienten? ¿Alegría? ¿Un sentido de autodominio o de potestad? ¿Más confianza ante el Señor? ¿Mayor capacidad para resistir el mal? ¡Eso es poder, es libertad!

Si resisten la tentación constantemente, se volverá más fácil hacerlo, no porque la naturaleza de la resistencia haya cambiado, sino porque su capacidad de resistir habrá aumentado3. Ustedes pueden superar cualquier tentación que se les presente (véase 1 Corintios 10:13).

Ustedes tienen conocimiento de su origen divino y plena conciencia de su destino divino. Los invito a “elevarse a la altura de la divinidad que llevan dentro”4 y a no vivir para el momento sino para las eternidades.

Excelentes jóvenes adultos, futuros líderes en el reino de Dios y en la sociedad, ustedes no deben convertirse en una baja de esta batalla perpetua. Sobrevivieron a la guerra en los cielos, y pueden ganar la pelea en la tierra. No vivan para el momento sino para las eternidades.

Tengan por seguro que su esfuerzo por obedecer los mandamientos vale la pena, puesto que la recompensa es volver a la presencia de Dios en el más alto grado del reino celestial.

Notas

  1. Diccionario bíblico en inglés, “Devil” [Diablo].

  2. Véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

  3. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Heber J. Grant, 2003, pág. 36.

  4. Gordon B. Hinckley, “Cada uno… una persona mejor”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 99.