2013
Desperté al Evangelio
Agosto 2013


Desperté al Evangelio

Nombre omitido, Francia

Fui criado por padres que eran ateos y cuando era joven sentía que mi vida sin Dios estaba bien. Sin embargo, eso cambió en 1989 cuando sufrí la ruptura del intestino grueso y permanecí en coma durante ocho días.

Tengo pocos recuerdos de mi estadía en el hospital, pero después de la operación recuerdo muy bien haber visto a un hombre vestido de blanco, de pie junto a mí, diciéndome que era hora de “volver y despertar”. Cuando me resistí, agregó: “Querido hermano, estás muerto; puedes regresar o quedarte aquí”. Hice lo que me dijo y desperté terriblemente adolorido.

Después de salir del hospital, tuve sueños extraños en los que aparecían personas que nunca había conocido. Tenía la sensación de haber prometido hacer algo, pero no sabía lo que era. Decidí investigar y leer acerca de diferentes religiones y, al leer el Nuevo Testamento, comprendí que si la verdad existía sobre la tierra, se encontraría en Jesucristo.

Busqué desde 1989 hasta 1994. Me sentía perdido y confundido mientras buscaba a la gente que seguía viendo en mis sueños. Mi conflicto y confusión eran enormes y empecé a orar desesperadamente para encontrar respuestas.

Poco después de esas oraciones, conocí a una nueva compañera de trabajo que se dio cuenta de que yo no era feliz, y le conté que estaba buscando la verdad. Ella me trajo un Libro de Mormón, el cual me negué rotundamente a aceptar; pero ella me convenció de que lo aceptara y lo leí todo en una noche. Inmediatamente supe que había encontrado lo que buscaba.

Cuando conocí a los misioneros, me asombré de ver que uno de ellos era alguien que había visto en mis sueños. No tardé en pedir que me bautizaran, pero primero tuve que recibir todas las lecciones.

Al estudiar el Evangelio y asistir a la Iglesia encontré a todas las personas que estaban en mis sueños; supe que el Evangelio era lo que tenía que encontrar. El día de mi bautismo fue uno de los días más felices de mi vida y seis meses más tarde se me llamó como presidente de rama. Ahora, casi veinte años después, sigo feliz prestando servicio en la Iglesia. Junto con mi familia, el Evangelio es mi posesión más preciada.