2013
Dos diáconos nuevos
Septiembre de 2013


Dos diáconos nuevos

Anthony Poutu, Nueva Zelanda

Hace algunos años tuve el privilegio de prestar servicio como asesor del quórum de diáconos; teníamos tres diáconos activos, y se los llamó para que formaran la presidencia del quórum.

En una de las reuniones, esa joven presidencia decidió que querían que por lo menos dos de los diáconos menos activos del quórum empezaran a asistir a las reuniones y actividades de la Iglesia. Con espíritu de oración, fijaron una fecha —el domingo seis semanas después— para alcanzar su objetivo. Oraron para tener éxito en ese cometido sagrado y con fervor se comprometieron a hacer lo siguiente:

  • Orar juntos con regularidad.

  • Ayunar juntos.

  • Visitar a cada diácono de la lista.

  • Planear actividades para que cualquier diácono que regresara a la actividad, entrara en un programa bien organizado.

La presidencia tenía la firme convicción de que esas metas eran la voluntad del Señor, por lo que siguieron adelante con fe y confianza.

Durante las semanas siguientes, esos tres jovencitos hicieron lo que habían prometido, esperando recibir respuesta a sus oraciones. Oraron juntos, ayunaron juntos, visitaron a los diáconos menos activos, los invitaron a regresar y prepararon actividades, con la convicción de que tenían que estar preparados para el aumento de la asistencia.

Pese a su diligencia, ningún diácono volvió; ni a la Iglesia ni a ninguna otra actividad. La fecha se acercaba y aunque estaban desilusionados porque los miembros de su quórum no volvían a la Iglesia, los jovencitos seguían confiando en que el Padre Celestial contestaría sus oraciones.

El domingo que habían establecido como su meta llegó y ninguno de los jóvenes que la presidencia había contactado fue a la Iglesia. No obstante, el obispo anunció en la reunión sacramental que dos jovencitos de 12 años que habían estado investigando la Iglesia se bautizarían esa tarde.

Qué bendición sería para esos dos miembros nuevos de la Iglesia unirse a un quórum con una presidencia de esa calidad; y qué bendición fue para la presidencia ver que sus esfuerzos y oraciones se contestaron de manera tan directa, y saber que el Señor cumple Sus promesas.

Fue tal el entusiasmo en el quórum que un miembro de la presidencia dijo: “Hagámoslo otra vez”.