2013
Una respuesta a sus oraciones
Diciembre de 2013


Una respuesta a sus oraciones

Lindsey Leavitt, Nevada, EE. UU.

No sentía el espíritu navideño; era el mes de diciembre de mi último año de la escuela secundaria y todavía tenía que presentar mi solicitud de admisión a la universidad y terminar mi último proyecto de las Laureles. Esperaba encontrar un proyecto para servir como voluntaria que pudiera incluir en mi solicitud universitaria y al mismo tiempo sirviera como mi proyecto de las Laureles. Por suerte, mi asesora del consejo estudiantil nos preguntó a mi amiga Jessica y a mí si nos gustaría organizar una campaña a fin de recaudar juguetes para una organización de beneficencia local.

Delegué la mayor parte del trabajo al comité del proyecto; les pedí que hicieran un tablero de anuncios en el que apareciera un termómetro grande que indicara el número de juguetes donados. Pensamos que eso sería suficiente publicidad, y pasábamos cada hora del almuerzo recolectando donaciones. Los estudiantes donaron pocos juguetes, por lo que el nivel del termómetro permanecía muy bajo.

Curiosamente, nuestra asesora empezó a separar algunos juguetes. Cuando Jessica y yo le preguntamos lo que pensaba hacer con ellos, nos dijo que a un maestro de la escuela le acababan de diagnosticar cáncer. Después de grandes dificultades para enseñar mientras se sometía a tratamiento, él había decidido pedir licencia del trabajo. Se acercaba la Navidad y, con las cuentas médicas que se iban acumulando, su familia no tendría mucho para celebrar la Navidad. Nuestra asesora sugirió que envolviéramos los regalos que había apartado para ellos.

Eso me conmovió. Había considerado mi proyecto de servicio como un medio para satisfacer únicamente mis necesidades y no las de los demás. Decidí triplicar nuestra meta de juguetes donados e iniciar una colecta monetaria para ese maestro y su familia.

Jessica y yo visitamos los salones de clase para promover nuestra causa. La ayuda que recibimos fue enorme; maestros, personal y estudiantes donaron juguetes y dinero para ayudar a la familia. En poco tiempo, superamos nuestra meta de juguetes, lo que sorprendió a la organización de beneficencia. También recolectamos más de $1.000 dólares para la familia.

Mientras envolvíamos con cuidado los regalos que habíamos recolectado y comprado, me di cuenta de que el testimonio en cuanto al servicio que había recibido era tan maravilloso como los regalos que estábamos obsequiando. No puedo expresar la emoción que sentí cuando, a escondidas, observamos a la familia descubrir los regalos que habíamos dejado de manera anónima en la entrada de su casa.

Unos meses más tarde, a Jessica y a mí se nos pidió que enseñáramos un seminario sobre proyectos de servicio. Explicamos lo que habíamos hecho sin mencionar el nombre del maestro. Una joven levantó la mano y se puso de pie; mientras hablaba se le llenaron los ojos de lágrimas. El maestro era su tío, y ella describió lo mucho que nuestro servicio había significado para él, pues dijo que fue una respuesta a sus oraciones.

¡Qué gran gozo sentimos esa época navideña al unirnos en servicio sincero y saber que habíamos causado un impacto significativo!