2013
El camino a casa
Diciembre de 2013


Hasta la próxima

El camino a casa

La autora vive en Utah, EE. UU.

Cuando no sabemos qué dirección tomar, Jesucristo nos muestra el camino.

El camino de regreso a casa en autobús comenzó como cualquier otro. Después de cinco minutos, había apoyado la cabeza contra la ventana y el movimiento del autobús al parar y avanzar me puso a dormir. Todavía me estaba ajustando a todas las nuevas responsabilidades que tenía debido a mi reciente matrimonio, mientras aún trabajaba y asistía a la escuela tiempo completo. Algunos días no podía evitar quedarme dormida durante el viaje entero al trabajo y de vuelta.

Mientras dormitaba, oí voces que daban direcciones. Me di cuenta de que al nuevo conductor del autobús le tenían que dar instrucciones de dónde dar vuelta, por qué calle ir y dónde parar a lo largo de los 80 km que abarcaba su ruta.

Al ver que llegar a casa seguramente llevaría más tiempo que la hora y media acostumbrada, me molesté. Empecé a pensar mal en cuanto a la aptitud del conductor. Las voces que le daban indicaciones seguían interrumpiendo mis intentos de dormir.

Al poco tiempo, noté que se dejaron de oír los gritos. Levanté la vista y vi que una mujer daba indicaciones al conductor con amabilidad desde su asiento, dos filas más adelante de donde yo estaba. Observé mientras ella, con dulzura y bondad, lo dirigía y, antes de bajarse en la parada que le correspondía, le indicó cuáles eran las siguientes paradas. Mucho después de llegar a casa, todavía me sentía afligida por mi reacción de criticar en comparación con la guía amorosa de esa mujer.

Me di cuenta de que yo era como el conductor del autobús: de la misma manera que el conductor del autobús desconocía la ruta que debía seguir, yo desconozco el camino que debo seguir en la vida. Ambos estábamos en un camino desconocido. Estoy segura de que él estuvo agradecido de que alguien que ya había transitado ese camino estuviera dispuesto a darle indicaciones con paciencia en cuanto a lo que se hallaba por delante.

Cristo hace lo mismo por nosotros. Cuando no sabemos qué dirección tomar, Su ejemplo nos muestra el camino. Cuando tenemos dudas, Él amorosamente proporciona las respuestas. ¿Cuántas veces, aun cansado después de viajar grandes distancias, Él procuraba satisfacer las necesidades de los demás?

Desde ese día, hemos tenido algunos conductores nuevos; a veces han necesitado ayuda y, gracias al ejemplo que me mostraron una mujer amorosa y el Salvador, he estado dispuesta a darla.