2014
Nuestra luz en la oscuridad
Febrero de 2014


Nuestra luz en la oscuridad

Susan Wyman, Georgia, EE. UU.

Se nos acababa de incendiar la casa, y mi familia, un total de ocho personas, estaba viviendo en una casa rodante de tres cuartos que colocamos frente a la casa incendiada. Durante ese tiempo afrontamos pruebas y desacuerdos.

En ese entonces, mi esposo no estaba activo en la Iglesia. Nuestros dos hijos adolescentes estaban tomando decisiones que sólo les causarían pesar. Al mismo tiempo, yo prestaba servicio como presidenta de las Mujeres Jóvenes del barrio, y varias de las mujeres jóvenes luchaban con tentaciones serias. Algunos de los padres de ellas también estaban pasando por pruebas y, por lo tanto, no estaban ayudando a sus hijas en esos tiempos críticos.

Yo sabía que esas jovencitas necesitaban que las ayudase con sus trampas espirituales; era consciente de que mis seis hijos me necesitaban y sabía que mi buen esposo dependía de mi fortaleza. Aun así, parecía que sólo había oscuridad a mi alrededor y me sentía vacía, débil e incapaz de guiar a esas queridas personas hacia la seguridad.

Una noche, ya tarde, mientras acunaba a nuestro niño en la quietud de la casa provisional, pensé en aquellos que necesitaban que yo fuese fuerte; sentí la gran oscuridad que los rodeaba. Angustiada, oré con todo mi corazón para que el Padre Celestial me mostrara la manera de ayudarlos a pesar de mis debilidades. Me contestó de inmediato y me mostró la manera.

Me pareció verme a mí misma en el salón cultural de la capilla, que era grande y no tenía ventanas. Era muy tarde en la noche y no había ni un destello de luz. Entonces encendí una pequeña vela de cumpleaños. Parecía insignificante; sin embargo, el poder de esa pequeñísima luz era suficiente para disipar la oscuridad.

¡Ésa era mi respuesta! La cantidad de oscuridad que nos rodea en el mundo no importa; la luz es eterna y es infinitamente más poderosa que la oscuridad (véanse 2 Corintios 4:6; Mosíah 16:9; D. y C. 14:9). Si nos mantenemos dignos de la compañía constante del Espíritu Santo, nuestras almas reflejarán suficiente luz para disipar cualquier cantidad de oscuridad, y esa luz en nuestro interior atraerá a otras personas.

Eso era todo lo que necesitaba saber. Esa simple noción me ha sostenido durante los últimos 25 años, sabiendo que, con la ayuda y la guía del Señor, podemos hacer —y ser— todo lo que Él necesita que hagamos y que seamos en este mundo de oscuridad.