2014
Los Santos de los Últimos Días en Italia: Un legado de fe
Junio de 2014


Pioneros en toda tierra

Los Santos de los Últimos Días en Italia: Un legado de fe

La autora vive en Utah, EE. UU.

La historia de la Iglesia en Italia comienza en los tiempos del Nuevo Testamento, cuando la capital del Imperio Romano era el lugar de residencia de un grupo de cristianos fieles. En la Biblia no hay un registro de quién llevó inicialmente el Evangelio a Roma, pero cuando el apóstol Pablo envió una epístola a los romanos, alrededor del año 57 d. C., ya había existido una rama de la Iglesia allí desde hacía “muchos años” (Romanos 15:23).

Pablo describió a los cristianos de Roma como “llenos de bondad” (15:14); él conocía a algunos de ellos y su epístola contiene una lista larga de nombres de santos a quienes amaba y enviaba sus saludos (véase 16:1–15).

También elogió la fe de esos cristianos y les aseguró que oraba fervientemente por ellos; que anhelaba verlos y esperaba que Dios le concediera la oportunidad de visitarlos pronto (véase 1:8–15).

Cuando al fin llegó a Roma, fue como prisionero; sin embargo, la expectativa de los miembros de la Iglesia ante su arribo era tal, que algunos de los hermanos viajaron 69 km para verlo en la plaza de Apio. Al verlos, “Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento” (Hechos 28:15).

Más adelante, Pablo fue martirizado en Roma, donde Nerón y otros emperadores perseguían encarnizadamente a los cristianos. Con el tiempo, la Iglesia cayó en la apostasía, pero los primeros santos romanos dejaron, en el centro del imperio, un legado de fe que estableció la base para que el cristianismo se extendiera por todo el mundo.

Un pueblo que el Señor ocultó

En 1849, el presidente Lorenzo Snow (1814–1901), que entonces era miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, recibió el llamamiento de establecer una misión en Italia. Mientras consideraba dónde iba a comenzar, supo de los valdenses, una comunidad religiosa en las montañas del Piamonte, al noroeste de Italia.

Durante siete siglos, los valdenses habían sufrido terribles persecuciones a causa de sus creencias. Anticipándose varios cientos de años a la Reforma Protestante, predicaban que la Iglesia original de Cristo había caído en la apostasía; se separaron de la Iglesia Católica Romana, que los declaró herejes, y fueron expulsados de las ciudades, torturados y masacrados. No obstante, en lugar de renunciar a su fe huyeron hacia las montañas1.

“Un torrente de luz pareció invadir mi mente al pensar en los valdenses”, señaló el élder Snow. Y en una carta a su familia, escribió: “Creo que el Señor ha escondido a un pueblo allí, en medio de las montañas de los Alpes”2.

En otras regiones de Italia las leyes no favorecían la actividad misional; pero, dos años antes de que llegara el élder Snow, a los valdenses del Piamonte se les había concedido la libertad religiosa después de siglos de persecución3. No sólo eso, sino que varios de ellos habían tenido sueños y visiones extraordinarios que los prepararon para recibir el mensaje de los misioneros4.

El 19 de septiembre de 1850, el élder Snow, acompañado por otros dos misioneros, dedicó Italia para la predicación del Evangelio. Él escribió: “Desde ese día empezaron a presentársenos oportunidades para proclamar nuestro mensaje”5.

Durante los siguientes cuatro años, los misioneros tuvieron éxito pero también enfrentaron oposición. Publicaron dos folletos misionales y una traducción del Libro de Mormón en italiano, y bautizaron a unos cuantos conversos. Sin embargo, en 1854, la obra había decaído; se envió a los misioneros a trabajar en otras áreas, los conversos más firmes estaban emigrando a Utah, EE. UU., y la persecución aumentaba. En 1862, se suspendió todo el proselitismo activo, y la misión se cerró en 1867.

La Misión Italiana estuvo abierta solamente doce años, pero durante ese tiempo hubo doce familias y siete personas más que se convirtieron y emigraron a Utah, EE. UU. Los valdenses que abrazaron el Evangelio infundieron fortaleza a la Iglesia en Utah y, actualmente, hay decenas de miles de miembros cuyo patrimonio se remonta a los setenta y dos valdenses fieles que abandonaron el hogar de sus antepasados para unirse a los Santos de los Últimos Días en las Montañas Rocosas6.

Se apresura la obra

Después de cerrarse la Misión Italiana, no se llevó a cabo la obra misional oficialmente en Italia por casi cien años. Fue en medio de la Segunda Guerra Mundial que la luz del Evangelio comenzó a brillar otra vez en ese país, cuando se estacionó a Santos de los Últimos Días que formaban parte del personal militar de Estados Unidos en ciudades por toda Italia. Los miembros formaron grupos que realizaban reuniones dominicales; y esos grupos continuaron después de la guerra a medida que miembros de la Iglesia fueron asignados a bases militares en Italia.

Durante los veinte años siguientes, el Señor apresuró Su obra y muchos italianos empezaron a convertirse a la Iglesia después de conocer a los misioneros en países vecinos. En Nápoles y Verona hubo grupos de miembros militares que se organizaron en ramas bajo la dirección de la Misión Suiza, la cual logró que se volviera a traducir y publicar el Libro de Mormón en italiano. El momento de enviar misioneros a Italia se estaba acercando.

En 1964, Italia se estableció como un distrito de la Misión Suiza y al poco tiempo se enviaron misioneros que hablaban italiano a varias ciudades. En 1966 se organizó la Misión Italiana, después de noventa y nueve años de haberse cerrado la original. El élder Ezra Taft Benson (1899–1994), que entonces integraba el Quórum de los Doce Apóstoles, ofreció una oración rededicando Italia para la predicación del Evangelio.

Diez años después de abrirse la misión, el número de miembros en Italia había aumentado de unos 300 a 5.000; para 1982, esa cantidad se había duplicado. En años recientes, el incremento ha sido extraordinario; del 2005 al 2010 se crearon cuatro estacas nuevas, con lo cual hay siete en total. Actualmente en Italia hay unos 25.000 Santos de los Últimos Días.

El establecimiento de la Iglesia

El élder Craig A. Cardon, de los Setenta, es uno de los miles de Santos de los Últimos Días que desciende de Phillipe Cardon, un converso valdense que emigró a Utah en 1854. Él ha sido testigo de la forma en que la obra del Señor ha avanzado en la tierra de sus antepasados, primero como misionero en la nueva Misión Italiana durante la década de 1960, y después como Presidente de la Misión Italia Roma, en la década de 1980.

Cuando llamaron al élder Cardon como presidente de misión en 1983, todas las capillas de Roma, excepto una, eran edificios alquilados. En aquella época, los edificios nuevos de la Iglesia se costeaban, en parte, con donaciones de los miembros del área; pero, dado que se necesitaban fondos para varios edificios, teóricamente, parecía imposible que los miembros pudieran contribuir tanto dinero. Después de considerar el asunto con mucha oración, se invitó a los miembros italianos a que tomaran el dinero que gastarían ese año para la Navidad y lo donaran al fondo de construcción. En lugar de los regalos, las familias pondrían un ladrillo debajo del árbol de Navidad representando su sacrificio.

“Lo que sucedió en aquella ocasión fue milagroso”, comenta el élder Cardon. “Las contribuciones excedieron la demanda. Debido a eso y al pago fiel de los diezmos de parte de los santos, el Señor derramó una rica bendición espiritual sobre la misión y sobre ellos a medida que continuaron respondiendo de buen grado para hacer todo lo posible por establecer la Iglesia. Estoy convencido de que su dedicación fue una parte fundamental de lo que permitió que la Iglesia continuara progresando hasta el punto de organizarse una estaca y de que ahora se construya un templo en Roma”7.

En 2005, antes de ser llamado como Autoridad General, el élder Cardon regresó a Italia para estar presente cuando se creara la Estaca Roma, Italia, lo cual fue una experiencia muy grata. “Allí estaba la fortaleza del sacerdocio”, dice, “las llaves del sacerdocio, lo que las Escrituras definen como un lugar de refugio: una estaca, ahora establecidos en Roma”.

Un templo en Roma

En la conferencia general de octubre de 2008, cuando el presidente Thomas S. Monson anunció que se iba a construir un templo en Roma, se oyó una sofocada exclamación de asombro y murmullos de entusiasmo por todo el Centro de Conferencias. En Italia, las congregaciones de santos que la veían por satélite prorrumpieron en exclamaciones de alegría. Una hermana recuerda: “Regresamos a casa como si tuviéramos alas, con el corazón lleno de gozo”.

¿Por qué es tan significativo el hecho de tener un templo en Roma? Aparte de ser conscientes de la profunda trascendencia espiritual que tiene el templo, los miembros conocen el significado histórico de la ciudad, según lo explica el élder Cardon: “Su sistema de gobierno y el poder que tuvo en su época; sus exploradores, artistas, científicos e inventores, que han contribuido tanto al mundo; y la bendición que ha sido la influencia religiosa de Roma para introducir el cristianismo alrededor del mundo, son todos parte de la historia de Roma, que ahora se verá favorecida con el templo del Señor”. Durante la ceremonia de la palada inicial, el presidente Monson dijo: “Con respecto al templo que se edificará en este lugar, tiene un significado trascendental para los Santos de los Últimos Días”8.

Durante más de cuarenta años, los miembros italianos han tenido que viajar al Templo de Berna, Suiza, algunos incluso viajando dos días para llegar allí. Massimo De Feo, ex presidente de la Estaca Roma y actualmente Setenta de Área, cree que el Templo de Roma es una señal de que el Señor ha visto los años de servicio y sacrificio de los Santos de los Últimos Días y reconoce su gran deseo de tener un templo.

Cuando se anunció el templo, el élder De Feo dice que el entusiasmo era similar al de un estadio cuando el equipo gana en el último segundo; la alegría era semejante a la que él imagina sentimos en la vida premortal al anunciarse el Plan de Salvación. Los santos se abrazaban sonriendo y llorando; era felicidad verdadera.

“Es maravilloso servir al Señor en esta época tan especial para Italia, para Roma”, dice el élder De Feo. Él testifica: “Sé que el Señor está bendiciendo enormemente esta parte de Su reino”9.

Número de miembros en Italia

1854

66

1965

287

1975

3.929

1985

12.000

1995

17.000

2005

21.791

2013

25.453

Notas

  1. Véase de Ronald A. Malan, “Waldensian History: A Brief Sketch”, Investigación de familias valdenses, www.waldensian.info/History.htm.

  2. Lorenzo Snow, The Italian Mission, 1851, págs. 10–11; véase también Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Lorenzo Snow, 2012, págs. 217–220.

  3. Lorenzo Snow, The Italian Mission, págs. 10–11.

  4. Diane Stokoe, “The Mormon Waldensians” (Tesis para la maestría, Brigham Young University, 1985), págs. 26–27. Para un ejemplo de uno de esos sueños, véase de Elizabeth Maki, “‘Suddenly the Thought Came to Me’: Child’s Vision Prepares Her Family for the Gospel”, 3 de junio de 2013 history.lds.org/article/marie-cardon-italy-conversion.

  5. Lorenzo Snow, The Italian Mission, págs. 15, 17.

  6. Stokoe, “The Mormon Waldensians”, págs. 1–5, 71‑–84.

  7. Craig A. Cardon, de una entrevista con la autora en junio de 2013.

  8. Thomas S. Monson, citado por Jason Swenson en “Rome Italy Temple Groundbreaking”, Church News, 23 de octubre de 2010, ldschurchnews.com.

  9. “Entrevista con el presidente Massimo De Feo —Italia—Episodio 1”, Para todo el mundo (programa de radio archivado); mormonchannel.org.

Jóvenes de la Estaca Roma Este, Italia, ayudan a limpiar y pintar un refugio para personas sin hogar.

El entonces élder Ezra Taft Benson (centro) se reúne con misioneros de la recientemente organizada Misión Italiana.

Centro de reuniones del Barrio Catania, en la costa de Sicilia. La Rama Catania se abrió en 1967, un año después de haberse organizado la Misión Italiana.

Fotografías por Massimo Criscione, excepto donde se indique; fotografía de Cinque Terre por Daniel John Anderson; fotografía de montañas © Corbis.

Fotografía de la estatua de Constantino por Tetra images/Thinkstock.

Extremo izquierdo: fotografías por Massimo Criscione y Kimberly Reid; derecha: columnas romanas por hamai/iStockphoto/Thinkstock.