2014
Vi el rostro de tu madre
Julio de 2014


Vi el rostro de tu madre

Randi Reynolds Allen, California, EE. UU.

Un domingo, durante el verano de 2002, me desperté pensando en mi madre, que había fallecido hacía poco. Estaba de visita en el barrio de la Iglesia en el cual me crié, en Pacific Palisades, California, EE. UU., al cual mi madre había asistido por casi 50 años.

Me arrodillé para decirle al Señor cuánto la extrañaba y para pedirle que me permitiera tener una experiencia espiritual ese día.

Por la tarde, hice planes para asistir a la transmisión de la rededicación del Templo de Nauvoo, Illinois, en el centro de estaca de Santa Mónica, California. Lamentablemente, llegué muy tarde para entrar a la sesión. Volví a mi automóvil y me dirigí a la autopista.

Mientras manejaba, oí una voz que decía: “Randi, ¡ve a ver cómo está Mary!”. Mary es una querida amiga de nuestra familia y miembro devota de otra religión. Ella y su hija Natasha vivieron al lado de la casa de mi tía Ruby por más de 25 años. Ya que no tenían familiares cerca, llegaron a ser parte de nuestra familia. Después de que mi tía falleció en 1984, mi madre iba a visitar a Mary con frecuencia, y siempre le llevaba un regalito o algo que hubiese horneado.

Al principio ignoré el sentimiento; no podía aparecer sin avisar, y no tenía mi celular para llamarla. De pronto, volví a percibir la voz, pero esta vez más fuerte: “Randi, ¡ve a ver cómo está Mary!”. Esta vez hice caso a la impresión a pesar de que ya casi estaba pasando la salida de la autopista que debía tomar para ir a su casa.

Cuando llegué a la casa de Mary, me hizo pasar, pero parecía estar enferma. Me di cuenta de que había estado llorando y le pregunté qué le pasaba. Me dijo que había estado muy enferma y adolorida por causa de una lesión en el cuello. También vi que casi no tenía comida. Dijo que había estado tan enferma que ni siquiera había podido caminar hasta la farmacia ni al supermercado.

Cuando le pregunté por qué no había llamado a alguien de nuestra familia, dijo: “Oré y le pedí al Padre Celestial que enviara a alguien que me ayudara”.

Le dije que el Padre Celestial había escuchado sus oraciones y me había enviado a mí. Nos abrazamos y me dijo algo que nunca olvidaré: “Cuando te vi en la puerta, vi el rostro de tu madre, no el tuyo”.

De inmediato sentí el dulce espíritu de mi madre a mi lado y sentí la impresión de servir de la misma manera que lo hubiera hecho ella. Después de todo, su vida estuvo dedicada a servir a los demás.

Espero no olvidar nunca la importancia de obedecer la voz del Espíritu y el ejemplo que mi madre me dio de servir a los demás.