2014
Ayudar a los demás a tener fe en Cristo
Diciembre de 2014


Ayudar a los demás a tener fe en Cristo

De un discurso de una charla fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia, “Nosotros fuimos la generación más grandiosa”, pronunciado en la Universidad Brigham Young, el 6 de marzo de 2011. Para leer el texto completo vaya a www.lds.org/broadcasts/ces-devotionals?lang=spa.

Los reto a ayudar a los hijos de Dios a regresar a la fe cristiana y al firme fundamento religioso tan necesario para disfrutar de tranquilidad mental y verdadera felicidad.

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Jesus Christ on a knee with a hand outstreched as people behind him look on.

El bálsamo sanador, por David Lindsley.

Al lamentar el debilitamiento de las iglesias cristianas en Europa, Australia y los Estados Unidos, el Papa Benedicto XVI dijo: “Ya no hay evidencia de la necesidad de Dios, y aún menos de Cristo”; y añadió: “Las llamadas iglesias tradicionales parecen estar muriendo”1.

Nos hemos alejado de la adoración tradicional; hay más gente que afirma ser más bien espiritual que religiosa. Si una enseñanza se adapta a su estilo de vida, la aceptan y llega a formar parte de su fe; si no es así, establecen su propia fe hecha por el hombre. Ahora la fe y la espiritualidad se consideran productos de consumo; el materialismo se impone y ha reemplazado a Dios.

Como Santos de los Últimos Días, debemos alzar la voz en oposición a esas tendencias peligrosas destinadas a destruir la fe de la humanidad. En el Libro de Mormón se nos advierte una y otra vez contra el remplazar nuestra confianza en Dios con cosas que no duran. Al describir la época en la que muchos nefitas se alejaban de su fe, Mormón declara: “…se volvieron orgullosos, envaneciéndose su corazón por motivo de sus enormes riquezas; por tanto, se hicieron ricos a sus propios ojos, y no quisieron hacer caso de las palabras de ellos, para andar rectamente ante Dios” (Alma 45:24).

Al ver que la fe cristiana se debilita en la sociedad, la fe de ustedes debe hacerse aún más firme y más segura. Helamán declaró: “…recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12).

Nefi nos recuerda:

“Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados… [y] aquella vida que está en Cristo… porque la senda verdadera consiste en creer en Cristo” (2 Nefi 25:26–28).

¿Tenemos un fundamento que corrobore esa afirmación?

Los símbolos del sacrificio de Cristo

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An angel appearing to Adam and Eve as they prepare to offer a lamb as a burnt offering. The illustration depicts the angel explaining to Adam and Eve that the animal sacrifice was symbolic of the sacrifice to be made by Jesus Christ.

El hecho mejor registrado de toda la historia es el relato del nacimiento y de la misión del Señor Jesucristo en la Tierra. Su misión se profetizó desde los días de nuestros primeros padres. En el libro de Moisés leemos:

“Y Adán y Eva, su esposa, invocaron el nombre del Señor, y oyeron la voz del Señor que les hablaba en dirección del Jardín de Edén, y no lo vieron, porque se encontraban excluidos de su presencia.

“Y les dio mandamientos de que adorasen al Señor su Dios y ofreciesen las primicias de sus rebaños como ofrenda al Señor. Y Adán fue obediente a los mandamientos del Señor.

“Y después de muchos días, un ángel del Señor se apareció a Adán y le dijo: ¿Por qué ofreces sacrificios al Señor? Y Adán le contestó: No sé, sino que el Señor me lo mandó.

“Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre, el cual es lleno de gracia y de verdad.

“Por consiguiente, harás todo cuanto hicieres en el nombre del Hijo, y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás” (Moisés 5:4–8).

Así se instituyeron en la Tierra los sacrificios como ordenanzas del Evangelio, para que se practicaran y efectuaran por la autoridad del sacerdocio, como símbolo del futuro sacrificio del Hijo del Hombre, quien daría Su vida por los pecados del mundo.

La ordenanza se disponía de manera tal que especificara los puntos del sacrificio que haría el Señor cuando viniera en el meridiano de los tiempos. La ofrenda posterior de la Pascua, por ejemplo, estipulaba que se escogiera como ofrenda un cordero macho de un año, sin mancha ni defecto. Se derramaba la sangre y se tenía cuidado de no romper ningún hueso, todo ello como símbolo de la forma en que moriría el Salvador.

Es asombroso que la ofrenda del sacrificio haya continuado a través de todas las edades, desde Adán hasta la época del Salvador. Aunque los hijos de Israel pasaron por muchos periodos de apostasía, la esperanza de que el Hijo Unigénito expiara los pecados de la humanidad y que Su sangre expiatoria hiciera posible la inmortalidad permaneció en el corazón de muchos de ellos.

En general, la práctica de ofrecer sacrificios terminó después de la expiación del Salvador, y se instituyó la Santa Cena para recordar a Sus seguidores que Él había venido a la Tierra y había llevado a cabo Su ministerio terrenal. En Lucas leemos:

“Entonces tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.

“Asimismo, tomó también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:19–20).

Una vez más, me asombra que este recordatorio se haya practicado de muchas formas y maneras a lo largo de las generaciones, incluso durante los oscuros periodos de apostasía, hasta el tiempo de la restauración del Evangelio, cuando se volvió a restaurar el poder del sacerdocio sobre la Tierra para efectuar esa sagrada ordenanza salvadora.

A lo largo de todas las épocas de la historia escrita, hallamos el constante recordatorio de la misión de nuestro Salvador. Él vino a la Tierra como alguien que tenía doble nacionalidad, una de Dios y otra de los hombres. Eso permitió que realizara Su grande y ennoblecedor sacrificio por todos nosotros mediante Su expiación. ¿Podría haber prueba más contundente de que Jesús es el Cristo, el Salvador del mundo, que el estudiar y vivir Sus doctrinas salvadoras que Él reveló a lo largo de las dispensaciones del mundo? Él nos ha dado Su evangelio para guiarnos y dirigirnos en nuestro trayecto terrenal.

El Evangelio es la solución

El presidente David O. McKay (1873–1970) dijo:

“La responsabilidad de demostrar al mundo que el evangelio de Jesucristo resolverá sus problemas descansa en los hombres que lo afirman… Yo también creo que todo problema del mundo se puede resolver mediante la obediencia a los principios del evangelio de Jesucristo.

“La solución a los grandes problemas del mundo se halla aquí, en la Iglesia de Jesucristo. Se han hecho amplias previsiones no sólo para las necesidades individuales, sino también para las naciones y los grupos de naciones… Reconozco que puede parecer que nos estemos adjudicando una sabiduría superior; pero no es así, es simplemente la aplicación del plan de Dios a los problemas del mundo. Ustedes, quienes poseen el sacerdocio y viven en este momento creativo de la historia del mundo, tienen más responsabilidad hoy de la que jamás haya tenido la Iglesia. Repito: Si afirmamos tener la verdad, todo Santo de los Últimos Días tiene la obligación de vivir de tal forma que cuando los pueblos del mundo respondan al llamado y vengan a probar del fruto del árbol, encuentren que es saludable y bueno”2.

El gran mensaje que llevamos al mundo es que el evangelio de nuestro Señor y Salvador se ha restaurado de nuevo sobre la Tierra. Su Iglesia está otra vez en la Tierra con el poder y la gloria del santo sacerdocio.

A los que son ordenados se les da el poder de actuar por Él como agentes Suyos a fin de establecer las doctrinas, las ordenanzas, los principios y los poderes para atar en la Tierra como en los cielos. Ésta es la Iglesia del Salvador; Él dirige los asuntos de Su Iglesia por medio de Sus profetas escogidos. Sus profetas, a su vez, enseñan el Evangelio a los demás y testifican que Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor. Esta época es la dispensación del cumplimiento de los tiempos de la que han hablado los profetas desde el principio del mundo; es la época del cumplimiento de todo lo que han hablado los profetas del Señor y lo que se ha registrado en las Santas Escrituras. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no es una iglesia nueva, sino la Iglesia restaurada al mundo en esta época.

Ustedes son la generación que el Señor ha reservado para estos días. Salieron de las aguas del bautismo con un convenio y una promesa al Señor de representarlo para ayudar a la gente a desechar sus caminos mundanales y regresar a las bendiciones que se nos prometieron si lo seguimos y vivimos según Su evangelio. Pueden ayudar a los hijos de su Padre Celestial a regresar a su fundamento cristiano, a tener fe en Él y a regresar a Su camino.

Lo que pueden hacer

Quizás se pregunten: “¿Qué puedo hacer?”. Hace unos meses, al tomar la palabra en la reunión sacramental, nuestro presidente de estaca sugirió cuatro cosas que podemos hacer para ayudar a los demás a regresar a la fe cristiana:

1. Orar todos los días.

El presidente Thomas S. Monson ha dicho: “A los que están al alcance de mi voz y que estén pasando desafíos y dificultades grandes y pequeñas, la oración brinda fortaleza espiritual… La oración es el medio por el cual nos acercamos a nuestro Padre Celestial, que nos ama. Hablen con Él en oración y después escuchen para recibir la respuesta. Los milagros se llevan a cabo por medio de la oración… Recuerden orar con fervor”3.

Hagan sus oraciones diarias y ayuden a los demás a regresar a su fe cristiana alentándolos a arrodillarse y orar a Dios.

2. Estudiar las Escrituras a diario.

¿Podría haber un testimonio más firme de Jesucristo que los testimonios que hallamos en el Libro de Mormón? De los 239 capítulos, 233 mencionan al Salvador4. ¿No es eso algo asombroso?

Asegúrense de estudiar las Escrituras a diario, y luego ayuden a los demás a regresar a su fe cristiana alentándolos también a estudiar las Escrituras todos los días.

3. Ser dignos de asistir al templo.

Algunos de ustedes han ido al templo y otros no. Es bueno entender lo que se requiere a fin de obtener una recomendación para el templo. Entendemos claramente el proceso por el cual acudimos a un juez en Israel y le confirmamos que somos dignos de tener una recomendación vigente para el templo, y que luego viviremos las normas requeridas para poseer esa recomendación.

Vivan de tal forma que su ejemplo recto demuestre la forma de ser merecedores de las bendiciones del templo.

4. Realizar actos de servicio a diario.

Recuerden las palabras del rey Benjamín: “Y he aquí, os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17). El Señor literalmente contesta nuestras oraciones mediante el servicio que prestamos a los demás.

Sean un ejemplo de servicio cristiano y ayuden a los demás a regresar a su fe cristiana alentándolos a prestar servicio a sus semejantes.

Elevarse a un nuevo nivel de compromiso

Sé que Dios vive. Sé que todos somos Sus hijos y que Él nos ama. Sé que Él envió a Su Hijo al mundo a ser el sacrificio expiatorio para toda la humanidad. Sé que aquellos que abracen Su evangelio y lo sigan a Él, gozarán de la vida eterna, que es el más grande de todos los dones de Dios. Sé que el Salvador dirigió la restauración del Evangelio en la Tierra por medio del ministerio del profeta José Smith. Sé que el único gozo y felicidad perdurables que encontraremos durante nuestra experiencia terrenal los recibiremos al seguir a Jesucristo, al obedecer Su ley y guardar Sus mandamientos.

Los insto a elevarse a un nuevo nivel de compromiso. Los reto a que ayuden a los hijos de Dios a volver a la fe cristiana y al firme fundamento religioso tan necesario para disfrutar de tranquilidad mental y de verdadera felicidad en este periodo de probación mortal.

Que el Señor los bendiga con el valor, la audacia, el entusiasmo y el deseo de restaurar la fe en el evangelio de nuestro Señor y Salvador.

Notas

  1. Papa Benedicto XVI, en Noelle Knox, “Religion Takes a Back Seat in Western Europe”, USA Today, 10 de agosto de 2005; usatoday.com/news/world/2005-08-10-europe-religion-cover_x.htm.

  2. David O. McKay, Gospel Ideals, 1953, pág. 5; cursiva en el original.

  3. Thomas S. Monson, “Sé lo mejor que puedas ser”, Liahona, mayo de 2009, pág. 67.

  4. Véase de Robert J. Matthews, en The Book of Mormon: The Keystone Scripture, ed. Paul R. Cheesman y otros, 1988, pág. 33.