2014
La manta navideña para mamá
Diciembre de 2014


La manta navideña para mamá

Jed Packer, Utah, EE. UU.

Imagen
drawing of a woman wrapped in quilt by Christmas tree

Ilustraciones por Bradley H. Clark.

Una de las experiencias más difíciles de mi vida ocurrió poco después del fallecimiento de nuestra hija de 10 años a causa de un cáncer cerebral. Al observar su cuarto un sábado por la tarde, comprendimos con claridad el proverbio que dice que nadie se lleva nada de esta vida.

Clarissa había muerto, pero su habitación aún conservaba los inequívocos vestigios de su paso por la tierra. Ahora teníamos la abrumadora tarea de determinar lo que haríamos con sus efectos personales. Yo sabía que no sería sencillo desechar ni la más mínima cosa, en especial para mi esposa.

Lidiar con la infinidad de detalles relacionados con los hospitales, la quimioterapia y la radioterapia nos había dejado poco tiempo para limpiar y ordenar.

Mientras guardábamos lo que ella había colocado sobre la cabecera de la cama o en la repisa, nos invadían los recuerdos. Todo aquello tenía un hondo significado; desde su manta, libro o collar preferidos hasta sus muñecos de felpa, libros escolares y pelota de fútbol americano. Mi esposa sollozaba conforme nos preguntábamos qué hacer con cada artículo.

Reunimos muchos de los libros de Clarissa y los llevamos a su escuela primaria para que otros niños los disfrutaran; regalamos su cómoda a un vecino y dimos algunas de sus prendas a sus primos. Centrar la atención en los demás ayudó a facilitar un poco la difícil situación de deshacernos de sus pertenencias.

Varias semanas después, al aproximarse la Navidad, mis dos hijas adolescentes preguntaron a su mamá si podían utilizar algunas de las prendas de Clarissa para confeccionar un presente navideño especial. Seleccionaron las prendas por los recuerdos familiares que evocaban y cortaron trozos cuadrados con cuidado a fin de representar los momentos más preciados de su vida.

Unos días antes de la Navidad, ellas y su líder de las Mujeres Jóvenes, quien las había ayudado a planear el regalo, me mostraron la manta que estaban haciendo. Contemplé asombrado cada cuadrado de tela; representaban acontecimientos de la vida de Clarissa: un cuadrado de su uniforme de fútbol, otro de una camiseta que le compramos durante un viaje familiar, otro del pantalón del pijama que usó en el hospital. Cada retazo, tan preciado y hermoso, me recordaba el tiempo que pasamos con ella. Les dije a mis hijas que era perfecta; sabía que a su madre le encantaría.

Aquella mañana de Navidad presencié un regalo dado del corazón. Siempre recordaré la expresión de mi esposa al abrir el presente y ver lo que sus hijas habían hecho para ella. Desde entonces, se abriga todas las noches con la manta navideña y evoca recuerdos, y sueña con el día en que nuestra familia vuelva a estar reunida gracias a la expiación y resurrección de Cristo.