2015
Siempre hay tiempo para orar
Febrero de 2015


Siempre hay tiempo para orar

La autora vive en Bavaria, Alemania.

La escuela era muy difícil. ¿Mejorarían las cosas?

“Yo oro cada día con fe y hablo con el Padre” (“Oro con fe”, Liahona, marzo de 1991, pág. A5).

“Vamos, Fynn. ¡Es hora de irnos!”, dijo Johan.

El hermano de Fynn, Johan, lo esperaba impaciente en la puerta de entrada; no quería llegar tarde a la escuela.

Fynn frunció el ceño; no quería ir a la escuela. Su familia se acababa de mudar a una nueva casa; era su primer año en la escuela y todavía no había hecho ningún amigo allí. Extrañaba a sus antiguos amigos.

“Tengo miedo”, dijo Fynn, corriendo hacia su madre. “¿Por qué tengo que ir a la escuela?”.

La madre de Fynn le dio un abrazo. “Todo va a estar bien, vamos a hacer una oración”, dijo ella. “Siempre hay tiempo para orar”.

Se arrodillaron y pidieron al Padre Celestial que ayudara a Fynn. Entonces Fynn y su hermano fueron a la escuela. El día fue un poco mejor.

Cada mañana después de eso, Fynn se arrodillaba y hacía una oración pidiendo ayuda al Padre Celestial.

Poco a poco, las cosas mejoraron; Fynn hizo un amigo y ya no tenía miedo. Después de un tiempo, a Fynn le empezó a gustar la escuela.

Un día, Fynn y su hermano estaban caminando a la escuela y Fynn se sentía feliz. Notó que el sol brillaba y pensó en todas las cosas divertidas que estaba aprendiendo. De pronto, se detuvo.

“¡Se me olvidó algo!”, le dijo a Johan. Fynn corrió de vuelta a su casa.

Su madre parecía preocupada cuando entró corriendo.

“¿Qué ocurre?”, preguntó ella.

“¡Se me olvidó orar!”, dijo Fynn. Se arrodilló. Quería agradecer al Padre Celestial por haberle ayudado.

Después de terminar la oración, le dio un abrazo a su madre. “¡Siempre hay tiempo para orar!”, dijo él.

Fynn sonrió y su mamá también. Mientras Fynn corría para alcanzar a su hermano, pensó que quizás el Padre Celestial también estaría sonriendo.