2015
Bendecidos por el día de reposo
Febrero de 2015


Bendecidos por el día de reposo

La autora vive en Utah, EE. UU.

El santificar el día de reposo es finalmente una cuestión de obediencia, de actitud y de elección.

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Youth doing family history work on a computer.

El guardar el día de reposo se convirtió en un desafío para Annabelle Hyatt cuando se la contrató para realizar sus prácticas en una compañía de un parque de atracciones. Annabelle se crió en Texas, EE. UU., y se le enseñó a adorar, descansar y prestar servicio a los demás en el día de reposo; pero cuando se mudó a Florida para comenzar su práctica, tuvo que trabajar los domingos.

“Al principio iba a trabajar obedientemente, igual que todos los demás”, explica ella. “Después de unas semanas, empecé a notar lo triste que me sentía durante la semana por no tomar la Santa Cena ni escuchar las palabras de inspiración que me hacían falta más que nunca”.

Un día, oró pidiendo ayuda y se armó de valor para hablar con su supervisor sobre el deseo que tenía de asistir a la Iglesia y no trabajar los domingos. Su supervisor no entendía por qué lo consideraba tan importante, pero Annabelle insistió. Cada vez que veía a su gerente o al supervisor encargado de los horarios, les mencionaba que necesitaba tener los domingos libres y que estaba dispuesta a trabajar más los otros días para que se los dieran.

“Con el tiempo, ¡por milagro, sucedió!”, dice ella. “Mis días libres eran el sábado y el domingo, lo cual es inaudito para una persona haciendo las prácticas y que apenas lleva un mes en el programa. El privilegio de tener libres los fines de semana normalmente se reservaba para los que tenían más antigüedad”.

Ella da testimonio de las bendiciones: “Al tener nuevamente en mi vida la luz que se obtiene por ir a la Iglesia pude ver y sentir una diferencia notable. Cuando mis compañeros de trabajo preguntaban por qué iba a la Iglesia o por qué lo consideraba tan importante, les decía que fueran conmigo; así que empecé a llevar a algunos de mis compañeros a la Iglesia. Sé sin ninguna duda que el evangelio de Jesucristo es algo que vale la pena defender. El observar el día de reposo es una necesidad para tener el Espíritu en tu vida y llegar a ser una persona mejor”.

Annabelle, como muchos jóvenes adultos, fue bendecida a medida que mantuvo su compromiso de santificar el día de reposo. Aunque puede ser un desafío resistir la presión de trabajar o de participar en actividades de las que normalmente gozamos durante la semana, el santificar el día de reposo es, en última instancia, una cuestión de obediencia, de actitud y de elección. Recibiremos grandes bendiciones. Estas tres jóvenes adultas comparten su testimonio de que el Señor ayuda a Sus hijos a santificar Su día.

El Señor proporcionó la manera

Cuando Katrin Schulze, de Alemania, fue a la universidad lejos de su casa, súbitamente fue probada en su determinación de santificar el día de reposo. “Mis padres nos habían enseñado a mí y a mis hermanos la importancia de santificar el día de reposo”, dijo ella. “Para nosotros, significaba no trabajar, no hacer compras ni jugar deportes el día domingo. No recuerdo que haya habido alguna excepción.

“Mi universidad requería que participara en un seminario que siempre se llevaba a cabo en fin de semana, tanto el sábado como el domingo. Me enfrenté a un gran dilema: a menos que participara, no me podría graduar; por otro lado, deseaba guardar todos los mandamientos del Señor. Al analizar la situación, me di cuenta que no era un problema que yo pudiera resolver sola. Le supliqué al Señor y le pedí que me mostrara la manera de ser obediente y de completar mis estudios. Después de orar sentí paz.

“Al aproximarse la fecha del seminario, me sentía nerviosa, pero al mismo tiempo confiaba en que Él prepararía una manera. Un día me puse de pie ante la pizarra donde se indicaban los horarios del seminario. La mayoría eran durante el fin de semana, pero había una sección programada en un período de tres días que no incluía el domingo. Me di cuenta de que el Señor me estaba ayudando a santificar el día de reposo. Nunca antes y nunca después se ha ofrecido ese seminario en un día que no fuera domingo, pero el año que yo tanto lo necesitaba, el Señor lo hizo posible para mí. Estoy tan agradecida de que el Señor haya proporcionado la manera de ayudarme a guardar Sus mandamientos”.

Prepararse para adorar el domingo

Katherine Wilkinson, de Utah, a menudo se quedaba levantada hasta tarde los sábados por la noche. Respecto a un fin de semana, dijo: “Mis amigas y yo habíamos ido a cenar, a ver una película y nos quedamos levantadas conversando hasta la madrugada. Probablemente eran las 2:00 de la mañana cuando finalmente me fui a dormir.

“El domingo por la mañana apagué el despertador torpemente en la oscuridad a las 7:30 h, pero como las reuniones no empezaban hasta las 8:30 h, mi somnoliento yo razonó que podía cambiar el despertador para que sonara a las 8:00 h. Cuando finalmente me levanté, tuve que apresurarme para estar lista a tiempo. Tras una ducha de dos minutos y sin desayunar, salí por la puerta corriendo.

“Las reuniones parecían pasar lentamente y se me dificultaba mantenerme despierta. Miré el reloj y contaba los minutos para irme a casa a dormir. No fue sino hasta la hora de la Escuela Dominical que me di cuenta de que, por salir apurada, me había olvidado las Escrituras y el manual”.

Al final, Katherine decidió que quería cambiar para poder disfrutar del día de reposo y santificarlo. “Medité en cuanto a mi día de reposo”, dijo. “Me había levantado muy tarde, había ido apresurada a la Iglesia y sólo estaba medio lista, sufrí durante las tres horas de reuniones (sin una buena actitud) y volví a casa a dormir; y ése no había sido el primer domingo que eso sucedía. Me di cuenta de que me estaba privando de todas las bendiciones de la adoración en el día de reposo, especialmente la Santa Cena y lo que me ofrecía.

“El observar el día de reposo incluye más que asistir físicamente a las reuniones de la Iglesia; significa estar allí mental y espiritualmente. Yo quiero hacer eso. El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó: ‘El día de reposo exige pensamientos y hechos constructivos, y si uno solamente está ocioso sin hacer nada, está violando el día de reposo. A fin de observarlo, uno estará de rodillas orando, preparando lecciones, estudiando el Evangelio, meditando, visitando a los enfermos y afligidos, durmiendo, leyendo cosas sanas y asistiendo a todas las reuniones en las que debe estar ese día’ (véase El milagro del perdón, 1976, págs. 94–95). Al empezar a cambiar y honrar ese día sagrado, he sentido mayores bendiciones en mi vida”.