2015
Los pioneros: Un ancla para la actualidad
Julio de 2015


Los pioneros: Un ancla para la actualidad

Del discurso: “Pioneers—Anchors for the Future”, pronunciado en Salt Lake City, en el servicio matutino de adoración de los Hijos de los Pioneros de Utah, el 24 de julio de 2013.

Recuerden a los pioneros, sus historias y el poder de Dios para sostener, salvar y liberar que recibieron como resultado de su fe y su esperanza.

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illustration of a baptism taking place in an icy river

Convencida de la veracidad del Libro de Mormón, Weltha Bradford Hatch pidió que la bautizaran en un río congelado en vez de esperar hasta el verano.

En 1832, Weltha Bradford Hatch —un antepasado de mi esposa, Shelley— y su esposo, Ira, residían en la pequeña comunidad de Farmersville, Nueva York, EE. UU., cerca del lago Seneca. Cuando los misioneros Oliver Cowdery y Parley P. Pratt tocaron a la puerta de la casa de los Hatch, Weltha compró un Libro de Mormón y lo leyó de inmediato. Convencida de su veracidad, pidió que la bautizaran; sin embargo, su esposo le aconsejó que esperara debido al aumento de la persecución y a la llegada inminente de un hijo. Poco después del alumbramiento, Weltha se bautizó, ¡pero sólo después de que hicieron una abertura en el hielo del río en el que se realizó la ordenanza!1.

Ira sentía curiosidad por el mensaje del Evangelio; deseaba saber más, y también sintió la impresión de hacer una contribución para la edificación del Templo de Kirtland. De modo que él y Weltha viajaron en calesa a Kirtland, Ohio, EE. UU., para conocer al profeta José Smith. Al llegar, les dijeron que podrían encontrar al Profeta con un grupo de hombres que estaban cortando árboles en una arboleda cercana.

Después de llegar a la arboleda, uno de los hombres hundió el hacha en uno de los árboles, se acercó a ellos, y dijo: “Hermano Hatch, lo he estado esperando durante tres días; el dinero que usted ha traído se utilizará para construir el púlpito del templo”.

Ese hombre era José Smith. No hace falta decir que Ira se bautizó, y él y Weltha regresaron a su hogar, reunieron sus pertenencias y se unieron a los santos en Kirtland2.

Uno de mis antepasados, Isaac Bartlett Nash, se unió a la Iglesia en Gales, y cruzó el Atlántico y las llanuras antes de unirse a los santos en Salt Lake City. Después de su llegada, oyó a uno de los élderes que presidían la Iglesia censurar el uso de tabaco con estas palabras: “Hay élderes en esta asamblea que en este momento tienen tabaco en la boca, aunque ni siquiera un cerdo masticaría esa hierba vil”. Isaac, con una mascada de tabaco en la boca, salió de allí en silencio, se la sacó de la boca, la dejó caer al suelo y dijo, dirigiéndose al tabaco: “Quédate aquí hasta que venga por ti”. Nunca volvió3.

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Illustration of a man on a ship during a storm.

¿Qué es lo que impulsó a Weltha a querer bautizarse en un río congelado en vez de esperar hasta el verano? ¿Qué es lo que motivó a Ira a viajar de Nueva York a Ohio y después donar dinero para un templo que construiría una iglesia de la que él todavía no era miembro? ¿Qué hizo que Isaac fuese capaz de abandonar su tierra natal, navegar por el océano Atlántico, cruzar los llanos y luego agregar el mascar tabaco a la lista de cosas que había abandonado?

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) observó: “El poder que impulsó a nuestros antepasados en el Evangelio fue el poder de la fe en Dios. Fue el mismo poder que hizo posible el éxodo de Egipto, el pasar a través del mar Rojo, el largo trayecto por el desierto y el establecimiento de Israel en la Tierra Prometida”4.

La fe es un principio de acción así como de poder5; “no es tener un conocimiento perfecto de las cosas” (Alma 32:21), más bien, es una “certeza” del Espíritu (véase Hebreos 11:1) que nos motiva a actuar (véanse Santiago 2:17–26; 2 Nefi 25:23; Alma 34:15–17), a seguir al Salvador y guardar todos Sus mandamientos, incluso a través de épocas de sacrificios y pruebas (véase Éter 12:4–6)6. Tan ciertamente como que el sol se levanta por la mañana, la fe produce esperanza —la expectativa de cosas buenas que han de venir (véase Moroni 7:40–42)— y nos proporciona el poder del Señor para sostenernos7.

Si el poder que motivó a nuestros antepasados pioneros fue la fe, la esperanza que nació de esa fe fue la que los mantuvo anclados. Moroni escribió:

“…por medio de la fe todas las cosas se cumplen:

“de modo que los que creen en Dios pueden tener la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios” (Éter 12:3–4).

El fundamento de la fe que los pioneros tenían en Cristo los motivó a actuar con la esperanza y con la expectativa de cosas mejores por venir, no sólo para ellos mismos, sino también para su posteridad. Debido a esa esperanza, eran seguros y firmes, impulsados a glorificar a Dios en medio de cualquier privación. Para los que eran incondicionalmente fieles, el poder de Dios se manifestaba de maneras milagrosas.

¿Cómo pueden esos pioneros convertirse en un ancla para nosotros en la actualidad? Tengo tres sugerencias.

Recuerden a los pioneros

Recuerden a los pioneros, sus historias y el poder de Dios para sostener, salvar y liberar que recibieron como resultado de su fe y su esperanza. Nuestros antepasados pioneros nos ayudan a saber quiénes somos como pueblo del convenio y a confirmar que nuestro Dios —con quien hemos hecho convenio y en quien “no hay variación” (Mormón 9:19)— nos bendecirá en tiempos de dificultad y de tribulación, tal como los bendijo a ellos.

Alma enseñó que Dios “cumplirá todas las promesas que [nos] haga, pues ha cumplido sus promesas que él ha hecho a nuestros padres” (Alma 37:17). Con este conocimiento, los pioneros nos inspirarán a actuar de la misma manera, con fe, y a permanecer anclados mediante la esperanza.

Ésa es el ancla que buscamos en nuestro mundo moral, espiritual y temporalmente tumultuoso: una fe viviente y motivadora en Cristo, y la esperanza que nos ancla a Sus caminos.

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Mormon pioneers at Red Buttes Camp on October 19, 1856. The pioneers are trying to light a fire to cook with in heavy snow and wind. The painting is part of the exhibits at the Mormon Handcart Visitors' Center at Martin's Cove in Wyoming.

El relato de las compañías de carros de mano de Willie y de Martin se ha convertido en un símbolo de la fe y la esperanza de los primeros pioneros. Es un milagro que sólo unas 200 personas de aproximadamente 1000 integrantes de la compañía murieron8. La labor llena de fe y de esperanza de los que los rescataron, junto con la ayuda divina, salvaron a las compañías de carros de mano9.

Después de salir del Valle del Lago Salado, los equipos de rescate tuvieron que afrontar las mismas tormentas de invierno tempranas, intensas e implacables, que azotaron a las compañías de carros de mano. Ante la intensidad de la naturaleza, algunos de los del equipo de rescate vacilaron en su fe, perdieron la esperanza y regresaron a su casa.

Por el contrario, Reddick Allred, con firmeza, se hizo cargo de una estación de rescate durante tres semanas en un peligroso clima invernal. Cuando una persona del equipo de rescate intentó convencer al hermano Allred de que regresaran, Reddick se negó:

“Rechacé su propuesta y… le aconsejé que se quedara, ya que la vida de los de la compañía dependía de nosotros”, escribió en su diario. “Entonces… propuso que, ya que yo era el presidente de la estación, ellos centraran su fe en mí y que yo preguntara al Señor para saber lo que debíamos hacer. Me negué a ello, puesto que [el Señor] ya había dicho lo que quería que hiciéramos”10.

Esa fe inquebrantable en los momentos de prueba es lo que crea hombres y mujeres firmes, y da seguridad y dirección fija cuando rugen tormentas potencialmente desorientadoras. Uno de los frutos de ese tipo de fe es que aquellos que la posean estarán en condiciones de nutrir, rescatar y bendecir a los demás. Imaginen la cálida emoción que habrá sentido Reddick Allred al ver la compañía de carros de manos llegar a su estación; e ¡imaginen el gozo que sintieron los de la compañía al verlo a él!

Recuerden la unidad que existía entre ellos

Recuerden que, en general, los pioneros eran unidos. Los historiadores han hecho la observación de que la migración de los Santos de los Últimos Días hacia el Oeste de Estados Unidos fue diferente de las migraciones de otros grupos hacia el mismo lugar.

“Eran literalmente aldeas en movimiento, pueblos de sobriedad, solidaridad y disciplina inauditas en cualquier otro lugar de la ruta hacia el Oeste…

“Pocos de los que emigraban a California y Oregón pensaron en la gente que vendría después de ellos… Pero no fue así con los mormones. Lo primero en que pensó la compañía pionera fue en ubicar buenos lugares para acampar, donde hubiese leña, agua, pastos; en medir distancias y establecer hitos. Tanto ellos como las compañías subsiguientes se esforzaron al máximo para construir puentes y allanar los empinados senderos que conducían a los cruces de los ríos. Construyeron balsas y barcas transbordadoras y las dejaron para el uso de compañías posteriores”11.

La razón de esa diferencia fue que los miembros de la Iglesia vinieron a edificar Sion. En términos prácticos, Sion es que “estime cada hombre a su hermano como a sí mismo, y ponga en práctica la virtud y la santidad delante [del Señor]” (D. y C. 38:24). Sion —una sociedad con personas que son una en corazón y voluntad, que viven en rectitud y en la que no hay pobres entre ellos (véase Moisés 7:18)— era y debe ser el resultado de que cada hombre busque “el bienestar de su prójimo, y [haga] todas las cosas con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios” (D. y C. 82:19).

Ese sentido de comunidad y de responsabilidad compartida produjo un esfuerzo unificado para seguir al profeta de Dios. Ésa es una de las razones principales por las que los pioneros lograron el éxito que tuvieron, y es una parte importante del legado que nos transmiten. Ellos nos susurran que nosotros también prosperaremos mediante el poder del Señor sólo en la medida en que actuemos como uno, con un sentido de comunidad y mutua responsabilidad al seguir al profeta del Señor.

Transmitan el espíritu pionero

Tenemos la responsabilidad de inculcar en nuestros hijos y nietos el mismo espíritu que motivó los pasos de los pioneros. Una sencilla lección de la forma en que esto se lleva a cabo se manifiesta en la familia Muñoz, de Otavalo, Ecuador. En marzo de 2013, me reuní con el hermano Juan José Muñoz Otavalo, su esposa, Laura, y uno de sus hijos, Juan Amado, para conocer más sobre su tiempo como miembros de la Iglesia. Me enteré que el hermano Muñoz fue uno de los primeros conversos de Otavalo.

Cuando era niño, alguien le regaló un ejemplar del Libro de Mormón en español; no podía leerlo, pero sintió un profundo poder y espíritu cuando lo sostuvo en sus manos. Lo escondió en su casa, ya que sabía que sus hermanos lo destruirían.

De vez en cuando, sacaba el libro del lugar donde lo había escondido sólo para sostenerlo y sentir su poder. Tras soportar considerable adversidad y oposición, se unió a la Iglesia y llegó a ser uno de los primeros misioneros que salieron del pueblo de Otavalo. Tiempo después, se casó con una ex misionera, y juntos criaron una familia fiel, centrada en el Evangelio. Sirvió fielmente como líder de la Iglesia y colaboró en la traducción del Libro de Mormón y de las ordenanzas del templo al quichua, su idioma natal.

Juan Amado, que es ex misionero, lloró mientras escuchábamos al hermano Muñoz contar su historia de fe. Cuando su padre terminó de hablar, ese buen hijo dijo: “Siempre he sentido aprecio por los primeros pioneros que cruzaron las llanuras con sus carros de mano en Norteamérica. Su fe, devoción y dedicación me han inspirado y conmovido profundamente a lo largo de la vida; pero hasta el día de hoy, no me había dado cuenta de que aquí en Otavalo también hay pioneros, ¡y son mis padres! Eso me llena de alegría”.

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Photo of Juan José Muñoz Otavalo and his wife, Laura, of Otavalo, Ecuador.

El hermano y la hermana Muñoz nos enseñan que nosotros transmitimos un legado pionero de fe al ser pioneros, al abrir, mostrar y vivir el camino del Evangelio a fin de que los demás lo sigan. Cuando constantemente manifestamos fe en el Señor y anclamos nuestras almas con esperanza en Él, llegamos a estar “seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios” (Éter 12:4). Entonces, al igual que Reddick Allred, ministraremos a aquellos que estén perdidos en el sendero de la vida, y ellos —incluso las generaciones futuras— conocerán, por medio de nosotros, el poder y la paz que proviene de una vida como ésa.

El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, ha dicho:

“A la mayoría de nosotros no se nos pedirá que recojamos unas pocas pertenencias en carromatos o carros de mano y caminemos 2.100 km para demostrar nuestra fe y valor. Hoy en día tenemos desafíos distintos: son otras las montañas que escalar, otros los ríos que vadear, otros los valles que hacer ‘florecer como la rosa’ (Isaías 35:1)… “Nuestro

desafío consiste en vivir en un mundo lleno de pecado e indiferencia espiritual, donde la satisfacción personal, la deshonestidad y la avaricia parecen abundar en todas partes. El yermo actual es uno de confusión y mensajes contradictorios”.

El élder Ballard agregó que no debemos ser triviales en cuanto a los mandamientos de Dios. “Evitar las tentaciones y las maldades del mundo requiere la fe y la fortaleza de un verdadero pionero moderno”12.

Ruego que cada uno de nosotros tome la misma determinación de ser un pionero, de ir por delante y abrir el camino para aquellos que son zarandeados por un mundo hundido en el pecado, la confusión y la duda. Que recordemos a los pioneros y sus historias, que recordemos que vinieron a edificar Sion en un esfuerzo unido, y que después aceptemos la responsabilidad de inculcar esa fe en todas las personas que conozcamos —especialmente en la nueva generación— y que lo hagamos mediante la ofrenda de nuestro propio “sacrificio vivo” (Romanos 12:1), de una vida motivada por la fe en el Señor Jesucristo y anclada en la esperanza de las cosas buenas que habrán de venir por medio de Él.

Ser un pionero significa que “no [nos cansaremos] de hacer lo bueno” (D. y C. 64:33). Indudablemente, Weltha Hatch no sintió que el ser bautizada en un río congelado tuviese un significado especial; ni tampoco Isaac Nash pensó que fuese algo trascendental tirar al suelo una mascada de tabaco; y en cuanto a Reddick Allred, él simplemente hizo lo que el Señor dijo que debía hacer.

¡De todas esas cosas pequeñas y sencillas ha surgido algo grandioso!; de modo que, tengamos presente que en las grandes empresas no existen las cosas pequeñas. A medida que vivamos el Evangelio, sigamos al profeta, elijamos la fe en vez de la duda, y hagamos las cosas pequeñas que aumentan la fe y producen la esperanza que afianza el alma, cada uno de nosotros será un pionero que preparará el camino para los demás.

Notas

  1. Véase Wandering Home: Stories and Memories of the Hatch Family, 1988, pág. 3.

  2. Véase Wandering Home, pág. 3.

  3. Isaac Bartlett Nash, The Life-Story of Isaac B. Nash, sin fecha, pág. 2.

  4. Gordon B. Hinckley, “The Faith of the Pioneers”, Ensign, julio de 1984, pág. 5.

  5. Véanse Lectures on Faith, 1985; Hebreos 11:4–40; Jacob 4:6; Éter 12:7–22.

  6. Véase también Lectures on Faith, 1985, pág. 69.

  7. Véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, “Fe”; véanse también Alma 57:19–27; 58:10–13; Mormón 9:8–21; Moroni 7:33–37; Doctrina y Convenios 27:17.

  8. Véase de Andrew D. Olsen, The Price We Paid: The Extraordinary Story of the Willie and Martin Handcart Pioneers, 2006, pág. 470.

  9. Véase de Olsen, The Price We Paid, págs. 473–474.

  10. De Olsen, The Price We Paid, pág. 160.

  11. Wallace Stegner, The Gathering of Zion: The Story of the Mormon Trail, 1964, pág. 11.

  12. M. Russell Ballard, “La fe y la fortaleza de los pioneros: en el pasado y ahora”, Liahona, julio de 2013, págs. 20, 21.