2015
Las normas inalterables del Padre Celestial
Agosto de 2015


Las normas inalterables del Padre Celestial

Tomado del discurso “Standards and Tolerance”, pronunciado en un devocional de la Universidad Brigham Young-Idaho, el 13 de noviembre de 2012. Para leer el texto completo en inglés, véase byui.edu.

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Élder Allan F. Packer

Las normas de Dios son inalterables y nadie puede cambiarlas; a las personas que piensan que eso es posible les espera una gran sorpresa en el Juicio Final.

Mi primer trabajo después de terminar los estudios universitarios fue en una importante fábrica de aviones. Mientras estaba allí, aprendí que para que los aviones fueran seguros, la compañía tenía especificaciones para cada una de sus piezas, y se tenía que certificar cada una de ellas para asegurar que cumpliera todos las normas estándar, entre ellas la forma, el tamaño, el material y las tolerancias.

Si la pieza cumplía con el estándar, se colocaba en el inventario para fabricar un avión; si no, se rechazaba y se devolvía al abastecedor. Los abastecedores de las piezas se aseguraban de comprender y satisfacer todos los requisitos, incluso las tolerancias.

¿Estarían ustedes dispuestos a viajar en un avión fabricado con piezas de calidad inferior? ¡Por supuesto que no! Querrían que todas las piezas excedieran el estándar. Sin embargo, hay personas que parecen muy dispuestas a adoptar normas de inferior calidad en su conducta. Sólo si ustedes conocen, entienden y viven la doctrina de Cristo, podrán adoptar la conducta requerida para ser merecedores de la exaltación.

Tolerancia es una palabra que se oye con frecuencia en la sociedad de hoy, generalmente en el contexto de tolerar o aceptar las culturas o conducta de los demás. A veces, la usan las personas que buscan la aprobación para hacer algo sin considerar el impacto que pueda tener en la sociedad o en los que los rodean. No es mi intención hablar sobre esa definición, sino concentrarme en la definición del vocablo como se usa en ingeniería y en la aplicación que tiene para nosotros.

Tolerancia es el margen de diferencia o variación aceptable de un estándar establecido. En una pieza fabricada, la tolerancia puede especificarse diciendo que es de unos 13 cm de largo, más o menos 0,0025 cm. Otra pieza quizás tenga la especificación de estar hecha de un material determinado con una pureza del 99,9 por ciento, como las barras de oro. El Señor ha establecido márgenes de tolerancia para ayudarnos a ser merecedores de la exaltación.

Las normas y el criterio para juzgar

Los estándares o normas para la salvación se llaman mandamientos, y es nuestro Padre Celestial quien los ha establecido. Esas normas se aplican a todas las partes de nuestra vida y en todo momento; no se aplican en forma selectiva a un determinado momento ni a cierta situación. Los mandamientos definen los márgenes de tolerancia que se exigen para merecer la exaltación.

Existe un criterio que, en cierto sentido, es como el proceso de certificación que debe pasar una pieza para un avión. Así como hay pruebas para calificar las piezas de una aeronave, nuestro Padre Celestial tiene un criterio para determinar si pasamos la certificación, y nos beneficiaría el conocer y satisfacer las normas dentro del margen de tolerancia que el Señor ha establecido.

Recordarán que las diez vírgenes en la parábola del Salvador fueron invitadas a la fiesta de bodas y que cuando llegó el novio, cinco tenían aceite y pudieron entrar con él, mientras que las otras cinco llegaron tarde y no pudieron entrar. (Véase Mateo 25:1-13).

Con respecto a esa parábola, el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Los cálculos de esta parábola son espeluznantes. Las diez vírgenes obviamente representan a los miembros de la Iglesia de Cristo, porque todas fueron invitadas a las fiestas de bodas y todas sabían lo que se requería para ser admitidas cuando el esposo llegara; pero sólo la mitad estuvo lista cuando Él llegó”1.

Las primeras cinco vírgenes cumplieron las normas, y nosotros también debemos hacerlo.

Dios nos creó a Su propia imagen. El plan para nosotros en esta tierra es obtener un cuerpo, ganar experiencia, recibir las ordenanzas y perseverar hasta el fin; y se han establecido estándares y márgenes de tolerancia que debemos cumplir para merecer la exaltación. Dios ha prometido que podemos ser exaltados, pero también ha dicho: “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis” (D. y C. 82:10).

Las normas y el albedrío

En el plan de salvación de Dios, se nos modela, se nos forma y se nos pule para que lleguemos a ser como Él; es algo que cada uno de nosotros debe experimentar individualmente.

“Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).

Dios ha decretado lo que debemos hacer y los estándares (o normas) que debemos cumplir. Lo verdaderamente extraordinario es que Él nos da el albedrío moral de decidir si aceptamos o no cumplir esas normas; no obstante, nuestras decisiones tienen consecuencias. Él nos dio el albedrío, pero no nos da la autoridad para cambiar las normas ni las consecuencias de nuestras decisiones.

Dado que hay normas y que tenemos el albedrío para decidir, hay un Juicio Final en el cual se evaluará a cada uno de nosotros para ver si cumplimos con el estándar o, en otras palabras, si hemos vivido de acuerdo con las normas y las tolerancias que Dios ha decretado. Su juicio será final.

La doctrina del arrepentimiento nos permite corregir o rectificar los defectos, pero es mejor concentrarse en cumplir las normas de Dios que pensar en invocar el principio del arrepentimiento antes del Juicio. Yo aprendí esa lección cuando era jovencito.

En mi adolescencia, pasaba los veranos trabajando en la hacienda de mi abuelo, situada en Wyoming, EE. UU. Era un establecimiento ganadero de más de ochocientas hectáreas, además de los campos de pastoreo. El trabajo de la hacienda requería gran cantidad de equipo, y como el centro más cercano para repararlo estaba muy lejos, mi abuelo nos enseñó a mantenerlo con mucho cuidado y a inspeccionar todo antes de salir a trabajar. Si algo se rompía, por lo general era a varios kilómetros de distancia de la casa, lo que implicaba tener que hacer una larga caminata.

No me llevó mucho tiempo aprender la ley de las consecuencias; siempre era mejor evitar los problemas que tener que caminar tanto. Lo mismo sucede con los mandamientos de nuestro Padre Celestial; Él conoce la diferencia entre alguien que está luchando sinceramente por llegar a ser como Él y una persona que está empujando los límites pero tratando de mantenerse apenas dentro de lo aceptable.

Las normas y la oposición

Actualmente, en el mundo hay quienes procuran desechar o cambiar las normas establecidas por Dios; pero eso no es nada nuevo.

“¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (2 Nefi 15:20).

No debemos dejarnos engañar ni prestar atención a lo que digan los que traten de convencernos de que las normas de Dios han cambiado; ellos no tienen autoridad para cambiarlas; solamente el diseñador, el Padre Celestial, puede cambiar las especificaciones.

Todos reconocemos lo ridículo que sería que un abastecedor de piezas de avión prestara atención a un inexperto en la materia que le aconsejara hacer cambios a las especificaciones o tolerancias de una pieza; ninguno de nosotros querría viajar en un avión fabricado con esa pieza.

Del mismo modo, nadie acusaría de desconsiderado ni de intolerante a un fabricante de aviones que rechazara ese tipo de pieza; y el fabricante no se dejaría intimidar ni permitiría que lo obligaran a aceptar piezas que no le fuera posible certificar; el hacerlo pondría en peligro su negocio y la vida de los pasajeros que viajaran en sus aviones.

Eso también sucede con las leyes y los mandamientos de Dios; Sus normas son inalterables y nadie las puede cambiar; a las personas que piensan que eso es posible les espera una gran sorpresa en el Juicio Final.

El cumplir con las normas

Nuestro Padre Celestial es el diseñador del Plan de Salvación, y Él ha proporcionado todo lo que necesitamos para hacernos merecedores de regresar a Su presencia. Las normas se han establecido, se conocen y están disponibles para cada uno de nosotros.

El Salvador nos ha dicho que todos somos capaces de cumplirlas. La Palabra de Sabiduría es una evidencia de esto; explica que se da “como un principio con promesa, adaptada a la capacidad del débil y del más débil de todos los santos, que son o que pueden ser llamados santos” (D. y C. 89:3; cursiva agregada).

El Salvador también nos enseña que ninguno de nosotros va a ser “tentado más de lo que pueda resistir” (D. y C. 64:20), pero que debemos velar y orar “incesantemente” (Alma 13:28).

Ustedes tienen el poder para hacerlo, “porque el poder está en [ustedes], y en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa” (D. y C. 58:28).

Ustedes pueden cumplir las normas y las tolerancias; tienen la capacidad para hacerse merecedores de la exaltación.

La guía del Espíritu Santo

Aprendemos las normas al asistir a la Iglesia, al estudiar las doctrinas que se encuentran en las Escrituras y en las palabras de los profetas modernos, y al actuar de acuerdo con ellas.

La mejor fuente de guía son las impresiones del Espíritu Santo, quien nos enseñará todo lo que debemos hacer (véase 2 Nefi 32:2–3). Con la ayuda del Espíritu Santo y la luz de Cristo (véase Moroni 7:16–18), podemos discernir el bien del mal y tener esa guía a lo largo de la vida; experimentamos sentimientos en el corazón y nos vienen pensamientos a la mente que nos brindan consuelo y dirección; y eso es verdad aun en el caso de los niños.

Dios ha prometido que nos ayudará en nuestro empeño por cumplir Sus normas. Así como no estaríamos dispuestos a viajar en un avión fabricado con piezas de calidad inferior, tampoco debemos aceptar ni practicar una conducta inferior. Sólo si conocemos, entendemos y vivimos la doctrina de Cristo podemos ser merecedores de la exaltación.

Nota

  1. Véase de Dallin H. Oaks, “La preparación para la Segunda Venida”, Liahona, mayo de 2004, pág. 8.