2015
¿Puedo conseguir un Libro de Mormón?
Agosto de 2015


¿Puedo conseguir un Libro de Mormón?

Joni Hilton, California, EE. UU.

Al entrar en el aeropuerto de camino a casa tras visitar a unos viejos amigos, me sentía desanimada por no haber compartido el Evangelio en ese viaje. Siempre llevo un Libro de Mormón en el bolso para acordarme de orar por alguien a quien dárselo; pero, con demasiada frecuencia, allí queda. Aquel viaje iba a ser otra derrota.

Respiré hondo e hice una oración en silencio; sentía que, como miembro, era una pésima misionera.

Mientras me acercaba lentamente al control de seguridad, tuve la impresión de hablar con la mujer que estaba delante de mí. Conversamos acerca de nuestros destinos y luego pasamos a filas diferentes. Pero, cuando me dirigía a la puerta de embarque, volví a ver a la misma mujer. “Hola otra vez”, me dijo. “¡Me alegra verle!”.

Le pregunté cuándo partía su vuelo. “Aún faltan unas horas. He llegado temprano”.

“¡Entonces venga y siéntese conmigo!”, le dije.

Aún me faltaban 45 minutos para subir al avión, así que nos sentamos en mi puerta de embarque y hablamos de nuestro trabajo. Mencioné algunas de las cosas que escribo para los Santos de los Últimos Días y de repente a ella se le iluminó el rostro.

“¿Es usted mormona?”, me preguntó. “He querido saber más acerca de los mormones por un tiempo. ¿Cómo puedo conseguir un ejemplar del Libro de Mormón?”.

“Bueno”, dije abriendo el bolso, “precisamente aquí tengo uno”.

“¡Qué suerte!”, exclamó. “Supongo que hoy era cuando teníamos que conocernos”.

Mi corazón rebosaba de gratitud. Cuando ella me preguntó en qué se diferencian los Santos de los Últimos Días de otras religiones, sentí que era guiada en cuanto a lo que decir.

Le dije que iba a pedir a las misioneras que se comunicaran con ella, y entonces anunciaron mi vuelo. Abrí el bolso para sacar la tarjeta de embarque pero no podía encontrarla. ¡Vacié el bolso y allí, al fondo de todo, junto a la tarjeta de embarque, había un ejemplar de la revista Ensign de la conferencia general! Se lo regalé y di gracias al Señor por haberme hecho buscar la tarjeta de embarque. Ella mencionó que habitualmente solía llevar consigo algo para leer, pero que esa vez no lo había hecho.

“Tal vez fue para que leyera esto”, dijo. Con la tarjeta de embarque en la mano, la abracé y me despedí de ella.

Ahora conversamos cada semana y ella me habla de sus visitas con las misioneras. Ya ha pasado un año y espero que algún día se bautice. No sé si sucederá, pero todavía me maravilla cómo obró nuestro Padre Celestial para que nuestro caminos se cruzaran. Le doy gracias por haber oído mi oración y por haberme concedido la sencilla oportunidad de compartir un Libro de Mormón.