2015
La hermana Spafford me estaba hablando a mí
October 2015


La hermana Spafford me estaba hablando a mí

Sandy Howson, Ohio, EE. UU.

Ya tarde una noche, yo estaba jugando un juego de comida en internet cuando mi esposo pasó por allí y me dijo que se iba a dormir.

“En seguida voy”, le dije.

“Si no lo veo, no lo creo”, me contestó.

Yo estaba jugando un juego en el que cocinaba comida virtual en un restaurante virtual para clientes virtuales. Eché un vistazo a la pantalla de la computadora y dije: “De hecho, en quince minutos estará lista la comida”.

Para pasar el rato mientras esperaba, tomé el libro Hijas en Mi reino: La historia y la obra de la Sociedad de Socorro, que había estado sobre el escritorio desde que me lo habían dado en la Sociedad de Socorro. Comencé a leer el prefacio. En la tercera página encontré lo siguiente que escribió la hermana Belle S. Spafford, novena Presidenta General de la Sociedad de Socorro:

“Considero que la mujer típica de la actualidad haría bien en reconsiderar sus intereses, evaluar las actividades en las que toma parte, y entonces dar ciertos pasos para simplificar su vida, poniendo en primer lugar lo importante y haciendo hincapié en aquello en que las recompensas serán mayores y más duraderas, y liberándose de las actividades menos satisfactorias” (2011, véase la página XIII).

Aparte de las Escrituras, no hay nada que haya causado una impresión tan fuerte en mí. Esa mujer, que falleció hace más de treinta años, me estaba hablando a mí. Sus palabras probablemente son más relevantes en la actualidad que cuando las pronunció.

Supe inmediatamente que nunca más volvería a jugar juegos en línea. Apagué la computadora, me fui a la cama y le conté a mi esposo la decisión que había tomado. El día siguiente ni siquiera encendí la computadora; en vez de ello, calculé cuántas horas había desperdiciado en esos juegos cada día.

Multipliqué tres horas al día por 365 (días en el año) y lo dividí por 24 (horas en el día). Me sorprendió descubrir que había malgastado 45,62 días por año. Esas preciadas horas y días se habían ido para siempre; podría haberlas pasado leyendo las Escrituras, disfrutando con mi esposo y mis hijos, prestando servicio a los demás o magnificando mis llamamientos.

Las Autoridades Generales a menudo hablan de ese tema en la conferencia general; sin embargo, el mensaje nunca me había impactado y pensé que no se aplicaba a mí.

Agradezco que el Espíritu Santo me ayudó a reconocer que las Autoridades Generales, y Belle S. Spafford, me estaban hablando a mí.