2015
Dignas de las promesas prometidas
Noviembre de 2015


Dignas de las promesas prometidas

La visión de las increíbles bendiciones prometidas de nuestro Padre debe ser el foco central ante nuestra vista cada día.

¿No sienten amor por esa hermana en el video? Sabemos que muchas de ustedes que no han tenido la oportunidad de tener hijos propios han dedicado su vida a amar, enseñar y bendecir a los niños; y por ello, ¡cuánto las ama nuestro Padre Celestial y nosotras, sus hermanas!

Imagen
Una joven sosteniendo a un recién nacido

¿No hemos tenido todas, incluso nuestras queridas hermanas más jóvenes de la Primaria y de las Mujeres Jóvenes, la oportunidad de sostener en nuestros brazos a un bebé recién nacido y que nos mire a los ojos? ¿Hemos percibido el sentimiento sagrado y santo que envuelve a ese espíritu celestial que nuestro Padre Celestial recientemente envió a su cuerpecito puro y recién creado? Pocas veces he tenido sentimientos tan dulces, tiernos y espirituales.

Nuestros cuerpos son dones sagrados de nuestro Padre Celestial. Son templos personales. Al mantenerlos limpios y puros, podemos ser dignas de ayudar a nuestro Padre Celestial a crear cuerpos para Sus amados hijos en espíritu.

Imagen
Habla el presidente Packer

En el último discurso de conferencia general del presidente Boyd K. Packer, que tal vez recuerden como “una galleta y un beso”, él testificó que “el mandamiento de multiplicar y henchir la tierra… es esencial… y es la fuente de la felicidad humana. Mediante el ejercicio correcto de este poder [creativo], podemos acercarnos a nuestro Padre Celestial y experimentar una plenitud de gozo, e incluso la divinidad. El poder de procreación no es una parte secundaria del plan; es el plan”.

Continuó:

“El amor verdadero requiere que se reserve hasta después del matrimonio el intercambio de ese afecto que libera los poderes sagrados… [evitando] las situaciones en las que el deseo físico asuma el control…

“Nuestra felicidad en la vida terrenal, nuestro gozo y nuestra exaltación dependen de la manera en que respondamos a esos persistentes y poderosos deseos físicos”1.

Mis queridas hermanas, tanto las jóvenes como las no tan jóvenes, he sentido gran ansiedad al preparar este discurso. Como lo expresó Alma, hijo: “… deseo desde lo más íntimo de mi corazón… que… invoquéis su santo nombre, y veléis y oréis incesantemente, para que no seáis [tentadas] más de lo que podáis resistir… para que en el postrer día seáis [enaltecidas]”2.

Más adelante, Mormón también testificó que en los días de Alma, Korihor, el anticristo, “les predicaba, desviando el corazón de… muchas mujeres”3.

Hermanas, Satanás ha levantado en nuestros días un estandarte al estilo de Korihor, con un éxito cada vez mayor. ¿Cuáles son algunas de sus herramientas? Novelas románticas seductoras, telenovelas, mujeres casadas conectándose con antiguos novios en las redes sociales, y la pornografía. ¡Debemos tener mucho cuidado, queridas hermanas! No podemos jugar con los dardos ardientes de Satanás y no quemarnos. No sé de nada que nos califique más para la compañía constante del Espíritu Santo que la virtud.

Muchos en el mundo de hoy buscan satisfacción y conocimiento instantáneos en internet. Por el contrario, seremos sumamente bendecidas si ejercemos fe y paciencia, y acudimos a nuestro Padre Celestial, la fuente de toda verdad, con nuestras preocupaciones. Hay tantas respuestas y certeza que podemos recibir al escudriñar y estudiar a diario las Escrituras y mediante la oración sincera y suplicante; sin embargo, no existen tales promesas respecto al internet. El profeta Jacob testifica: “… porque el Espíritu habla la verdad, y no miente. Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán”4.

Cuando vemos, leemos o experimentamos cualquier cosa que esté por debajo de las normas de nuestro Padre Celestial, eso nos debilita. Sin importar la edad que tengamos, si lo que vemos, leemos, escuchamos o elegimos hacer no va de acuerdo con las normas del Señor que están en Para la Fortaleza de la Juventud, apáguenlo, rómpanlo, tírenlo, evítenlo y cierren la puerta.

Imagen
El Salvador en Getsemaní

Ninguna de nosotras es perfecta, queridas hermanas, pero cuando hemos pecado, el presidente Packer nos ha recordado:

“La promesa es: ‘He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más’ (D. y C. 58:42)…

“La Expiación, que puede rescatar a cada uno de nosotros, no deja cicatrices. Eso significa que no importa lo que hayamos hecho, ni dónde hayamos estado ni cómo haya ocurrido, si verdaderamente nos arrepentimos, Él prometió que lo expiaría; y al hacerlo, queda resuelto. Hay muchos de nosotros que vivimos castigándonos… con sentimientos de culpa, sin saber exactamente cómo escapar. Se escapa al aceptar la expiación de Cristo, y todo lo que fue dolor puede convertirse en belleza, amor y eternidad”5.

Además del arrepentimiento, ¿qué ayudas o herramientas se nos han dado para ayudarnos a permanecer limpias y virtuosas? Todas nuestras jóvenes de la Primaria y de las Mujeres Jóvenes conocen y cantan la canción “El poder de las Escrituras”6. ¿Podemos extenderlo a “El poder de la oración”, “El poder del templo”, “El poder de los convenios”, “El poder del día de reposo”, “El poder del profeta” y “El poder de la virtud”?

Hay también grandes bendiciones y promesas protectoras relacionadas con la manera debida de llevar puesto el gárment del templo. He llegado a sentir que simbólicamente me pongo túnicas reales que mi Padre Celestial me ha dado. Testifico, hermanas, que cuando nos esforzamos por usar el gárment debidamente, nuestro Padre lo reconoce como una gran señal de nuestro amor y devoción hacia Él. Es una señal de los convenios que hemos hecho con Él, y Él ha prometido: “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo, mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis”7.

Hace poco, hablé con una amiga que se ha divorciado dos veces debido a las adicciones e infidelidad de sus maridos. Ella y sus tres hijos han sufrido enormemente. Ella dijo suplicante: “Me he esforzado tanto para vivir rectamente, ¿por qué tengo tantas pruebas?, ¿qué he hecho mal?, ¿qué quiere mi Padre Celestial que haga? Oro y leo mis Escrituras, ayudo a mis hijos y voy al templo con frecuencia”.

Al escuchar a esa hermana, quise exclamar: “¡Lo estás haciendo! ¡Estás haciendo todo lo que nuestro Padre Celestial quiere y espera que hagas!”.

Comprensiblemente, muchos han expresado que las bendiciones prometidas de nuestro Padre están “demasiado distantes”, en particular cuando la vida está llena de desafíos. Pero Amulek enseñó que “esta vida es [el tiempo para]… prepararse para comparecer ante Dios”8 no para recibir todas las bendiciones. El presidente Packer explicó que el “… ‘vivieron felices para siempre’ nunca se escribió para el segundo acto. Esa frase pertenece al tercer acto, cuando los misterios se resuelvan y todo se ponga en orden”9. Sin embargo, la visión de las increíbles bendiciones prometidas de nuestro Padre debe ser el foco central ante nuestra vista cada día, así como el ser conscientes “de la abundancia de sus tiernas misericordias”10 que experimentamos a diario.

No sé la razón por la que tenemos las muchas pruebas que tenemos, pero yo pienso que la recompensa es tan grande, tan eterna y duradera, tan gozosa y más allá de nuestro entendimiento, que en ese día de recompensa quizás queramos decir a nuestro misericordioso y amoroso Padre: “¿Era eso todo lo que se requería?”. Creo que si a diario pudiésemos recordar y reconocer la profundidad del amor que nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador tienen por nosotras, estaríamos dispuestas a hacer cualquier cosa para volver a Su presencia una vez más, rodeadas por Su amor eternamente. ¿Qué importará, queridas hermanas, lo que suframos aquí si, al final, esas pruebas son precisamente lo que nos preparará para la vida eterna y la exaltación en el Reino de Dios con Ellos?

Testifico que nuestros cuerpos son dones sagrados de nuestro Padre Celestial y que, al mantener nuestra vida pura y limpia mediante el sacrificio expiatorio de nuestro Salvador y conservar a la vista a diario la perspectiva de las recompensas prometidas por nuestro Padre, un día recibiremos “todo lo que [nuestro] Padre tiene”11. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.