2016
Nuestro espacio
Enero de 2016


Nuestro espacio

Recibir mi medallón de las Mujeres Jóvenes

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Illustration of a Young Women medallion.

Arriba a la izquierda y la derecha: ilustraciones por David Malan.

Me siento muy feliz por haber recibido el Reconocimiento a la Joven Virtuosa. Me enorgullece decir que me he mantenido pura y limpia, y que puedo llevar mi medallón con orgullo. “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su valor sobrepasa grandemente al de las piedras preciosas” (Proverbios 31:10).

La organización de las Mujeres Jóvenes es maravillosa y ayuda a las jóvenes a progresar y prepararse para el matrimonio en el santo templo. Me siento agradecida a mi Padre Celestial por esta organización. Al ganarme el medallón, he completado una de las metas de mi vida y sé que puedo continuar haciendo mucho bien en la obra del Señor.

Katherine Moreno, Venezuela

Nuestros talentos pueden hacer del mundo un lugar mejor

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artwork by a young woman for a Personal Progress award

Con la ayuda de mi madre y mi hermana pinté este cartel para el festival deportivo de la Sociedad de Socorro de nuestra estaca. Mi madre me recomendó a la presidenta de la Sociedad de Socorro, quien me pidió que hiciera el cartel para ellas. Acepté su petición y empecé por hacer unos bocetos. Gracias a mis esfuerzos, combinados con los de mi familia, pudimos crear una bella obra de arte que representa el tema: “Descubramos la nobleza de ser madres y el gozo de ser mujeres”.

Sé que si usamos nuestros talentos para servir a los demás, no solo los haremos felices, sino que desarrollaremos nuestras habilidades personales. El Señor bendice a quienes se valen de los talentos que Él les ha dado para edificar Su reino. Tal y como nos enseña la parábola de los talentos, si no compartimos nuestros dones con los demás, los perdemos (véase Mateo 25:24–29); pero si usamos nuestros talentos para hacer el bien, podemos hacer del mundo un lugar mejor.

Vanessa Pamittan, Filipinas

Lo que se puede aprender de Mi Deber a Dios

Participar activamente en las actividades de Cumplir Mi Deber a Dios requiere todo nuestro corazón, dedicación, fortaleza y, más que nada, fe. El programa Mi Deber a Dios es verdaderamente inspirado.

Como hombre joven, uno aprende cosas maravillosas que se pueden aplicar al resto de la vida si completamos las metas de Mi Deber a Dios: espirituales, temporales, físicas y muchas más.

Puedo decir que vale la pena el esfuerzo de dedicarse a completar esas metas. He aprendido a ser un hombre mejor, he fortalecido mi testimonio del evangelio de Jesucristo y me he preparado mejor para recibir el Sacerdocio de Melquisedec. Es muy gratificante saber que un día seré capaz de ser un buen ejemplo para mis futuros hijos porque he logrado esta meta maravillosa e importante.

Jonathan Argüello, Venezuela

La misión fue mejor de lo esperado

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illustration of missionaries studying

Arriba a la izquierda y la derecha: ilustraciones por David Malan.

De joven anhelaba el día en que pudiera servir en una misión de tiempo completo. Cuando por fin llegué al campo misional, descubrí que el servicio misional no era como esperaba: era mejor. Era más difícil de lo que me imaginaba, pero la satisfacción que recibí al hacer lo que el Señor requería de mí fue indescriptible.

Nunca antes había experimentado el gozo de ayudar a alguien a asistir a la Iglesia. Nunca antes había sentido la emoción de oír a alguien decir: “Por supuesto, pasen”, para que pudieran oír el Evangelio restaurado. Nunca antes había sentido la realidad del poder que se recibe al declarar el arrepentimiento. Nunca antes había orado con tanta verdadera intención. Nunca antes se me había pasado tan rápido una hora de estudio de las Escrituras. Nunca antes me había hecho llorar el ser consciente de mis imperfecciones. Nunca antes había experimentado la tristeza que acompaña a las palabras: “Élderes, no vengan más a mi casa”. Nunca antes me había salido una ampolla en el pie del tamaño del pulgar. Nunca antes me había sentido tan protegido. Nunca antes había sentido tanta responsabilidad por mis acciones porque llevaba el nombre “Jesucristo” en el pecho.

Nunca antes había estado tan cerca de mi Padre Celestial como lo estuve durante mi misión de tiempo completo.

Nahuel Cabranes, Perú