2016
Estabilidad espiritual: construir un barco que no se hunda
Abril de 2016


Estabilidad espiritual: construir un barco que no se hunda

De un devocional de la Universidad Brigham Young, 16 de septiembre de 2014. Para el texto completo en inglés, visite speeches.byu.edu.

Necesitamos suficiente estabilidad espiritual para navegar con éxito nuestra vida terrenal y regresar a salvo a nuestro hogar celestial.

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Icono y fotografías del barco © lublubachka/Thinkstock, MicheleBolero/Thinkstock, David Harding/Thinkstock.

A principios del siglo XVII, el rey de Suecia, Gustavo II Adolfo, comisionó la construcción de un buque de guerra al que llamarían Vasa. El buque representaba una inversión considerable de recursos, en particular el roble con el que se construiría el navío. Gustavo Adolfo supervisó muy de cerca el proceso de la construcción, con la intención de asegurarse de que el Vasa cumpliera completamente con sus expectativas.

Después de iniciada la construcción, Gustavo Adolfo ordenó que hicieran el Vasa más largo. Debido a que los soportes que corrían a lo ancho ya se habían construido de preciado roble, el rey indicó a los constructores que aumentaran el largo del buque sin aumentar el ancho. Aun cuando los constructores sabían que el hacerlo comprometería la navegabilidad del Vasa, vacilaron en decirle al rey algo que sabían que él no quería escuchar, así que obedecieron. Gustavo Adolfo también insistió en que el buque no solo contara con el acostumbrado único puente de cañones, sino que tuviera cañones en tres cubiertas, con los cañones más pesados en la cubierta superior. De nuevo, yendo en contra de su buen juicio, los constructores obedecieron.

El 10 de agosto de 1628, el Vasa comenzó su viaje inaugural. Después de que el Vasa abandonó el puerto, un fuerte viento arremetió contra sus velas y el buque comenzó a inclinarse. En poco tiempo, “escoró completamente y el agua entró por las portas hasta que lentamente se hundió con velas, banderines y todo”1. El viaje inaugural del Vasa fue de aproximadamente 1.280 metros.

El deseo de Gustavo Adolfo de construir un símbolo de estatus extravagante arruinó el diseño de lo que hubiera sido un magnífico barco de velas, el buque de guerra más poderoso de su época. La renuencia de los constructores del barco a dar su opinión —el temor que tenían a que el rey se disgustara— privó al rey de su conocimiento y perspectiva. Todos los participantes perdieron de vista las metas del proyecto: proteger a Suecia y promover sus intereses en el exterior. Un barco que intenta desafiar las leyes de la física es simplemente un barco que no flotará.

A fin de que naveguemos la vida terrenal con éxito, necesitamos suficiente estabilidad espiritual para afrontar los vientos laterales y las contracorrientes, hacer los virajes necesarios y regresar a salvo a nuestro hogar celestial. Hay cosas que podemos hacer a fin de aumentar nuestra estabilidad espiritual; mencionaré cuatro de ellas.

Obedecer los mandamientos de Dios

La primera es obedecer los mandamientos de Dios. Tal como el Vasa estaba sujeto a las leyes de la física, todos estamos sujetos a las leyes espirituales. Nadie está exento. Es necesario que obedezcamos esas leyes espirituales, a las que nos referimos como mandamientos de Dios.

El trabajar con las leyes de la física en la construcción del barco quizá le pareció restrictivo a Gustavo Adolfo, pero el Vasa no se hubiera hundido antes de que comenzara la misión si hubiera cumplido con esas leyes. Por el contrario, habría tenido la libertad y la flexibilidad de lograr su propósito.

De la misma manera, la obediencia a las leyes de Dios preserva nuestra libertad, flexibilidad y habilidad de lograr nuestro potencial. Los mandamientos no tienen como fin el restringirnos; por el contrario, la obediencia lleva a una mayor estabilidad espiritual y a una felicidad a largo plazo.

La obediencia es nuestra decisión. Jesús indicó: “He aquí, os he dado los mandamientos; guardad, pues, mis mandamientos” (3 Nefi 15:10). Es así de sencillo. Resuélvanlo. Decidan ahora mismo obedecer con exactitud. No hay nada que aumente más la estabilidad espiritual ni que nos dé mayor libertad para cumplir con la misión de la vida.

Prestar atención a los consejos y aprender a lo largo de toda la vida

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La segunda es que debemos prestar atención al consejo de fuentes de confianza y comprometernos a llegar a ser personas que aprenden a lo largo de toda la vida.

Uno de los obstáculos para adquirir conocimiento es la arrogancia que proviene de pensar que sabemos tanto que ya no tenemos nada que aprender. Todos lo hemos visto en personas que están demasiado seguras de su propia brillantez. Es muy difícil enseñarle a un sabelotodo.

Consciente de ello y deseoso de ser una persona que aprende a lo largo de toda su vida, el presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, ha dicho: “Sigo siendo un niño que tiene mucho que aprender. Casi todas las personas pueden enseñarme algo”2. Cuando me extendió el llamamiento de ser Autoridad General, el presidente Eyring me enseñó una lección importante. Dijo que cuando escucha a alguien contar un relato que ha escuchado antes o utilizar un pasaje de las Escrituras con el que está muy familiarizado, se pregunta: “¿Por qué me está recalcando eso el Señor” y “¿Qué me falta aprender de ese relato o pasaje?”. Si deseamos aumentar nuestra estabilidad espiritual, estaremos dispuestos a aprender y seremos lo suficientemente humildes como para aceptar que se nos guíe, independientemente de la edad o la experiencia que tengamos.

Realmente es nuestra decisión. Podemos escuchar y prestar atención al consejo que nos den los líderes de la Iglesia, especialmente de los que sostenemos como profetas, videntes y reveladores; los padres y los amigos de confianza; o bien, podemos no hacerlo. Podemos procurar ser personas que aprenden a lo largo de su vida; o bien, no hacerlo. Podemos aumentar nuestra estabilidad espiritual; o bien, no hacerlo. Si no aumentamos nuestra estabilidad espiritual, nos volveremos como el Vasa: un barco que no flota.

Prestar servicio a los demás

La tercera: el dirigir nuestros pensamientos y esfuerzos hacia los demás, el interesarnos en ellos y el prestarles servicio aumenta nuestra estabilidad espiritual.

El enfoque en la eternidad se mantiene más nítido cuando nos concentramos en los demás a medida que procuramos ayudar a los hijos del Padre Celestial. Ha sido más fácil para mí recibir inspiración cuando estoy orando para saber qué hacer para ayudar a otra persona que cuando simplemente estoy orando por mí.

Posiblemente pensemos que en algún momento futuro estaremos en una mejor situación para ayudar, pero, en realidad, el tiempo es ahora. Estamos equivocados si pensamos que será más conveniente prestar servicio a los demás cuando tengamos más tiempo, más dinero o más de cualquier cosa. Independientemente de las circunstancias, tenemos una decisión que tomar: ¿Ayudaremos a los demás o no? Reprobamos una importante prueba de la mortalidad si no decidimos ayudar a los necesitados; y, si ayudamos, aumentamos nuestra propia estabilidad espiritual.

Hacer de Jesucristo nuestro fundamento

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Icono y fotografías del barco © lublubachka/Thinkstock, MicheleBolero/Thinkstock, David Harding/Thinkstock.

La cuarta, la última y la más importante: la estabilidad espiritual aumenta en proporción a la medida en que establezcamos a Jesucristo como nuestro fundamento.

Sin Cristo, somos conducidos como una nave que es sacudida por las olas. No tenemos poder porque no tenemos vela; no tenemos estabilidad, especialmente en épocas de tormenta, porque no tenemos ancla; no tenemos dirección ni propósito, porque no tenemos nada que dirija nuestro curso. Debemos hacer de Jesucristo nuestro fundamento.

A fin de afrontar y vencer los vientos laterales y las contracorrientes de la vida, y a fin de estar preparados para ellos, debemos obedecer los mandamientos de Dios; llegar a ser personas humildes, dispuestas y decididas a aprender a lo largo de toda la vida; prestar servicio a los demás y establecer a Jesucristo como el fundamento de nuestra vida. A medida que lo hagamos, aumentará nuestra estabilidad espiritual. A diferencia del Vasa, será posible que regresemos a salvo al puerto, habiendo cumplido con nuestro destino.

Notas

  1. Carta del Consejo Sueco del Reino al rey Gustavo II Adolfo; traducción [al inglés] citada en Richard O. Mason, “The Vasa Capsizes”, virtualschool.edu/mon/CaseStudies/Vasa/vasa.html. Existen muchos informes en cuanto al Vasa; para la historia y otros vínculos, véase, por ejemplo, vasamuseet.se/en.

  2. Henry B. Eyring, en Robert I. Eaton y Henry J. Eyring, I Will Lead You Along: The Life of Henry B. Eyring, 2013, pág. 409.

Icono y fotografías del barco © lublubachka/Thinkstock, MicheleBolero/Thinkstock, David Harding/Thinkstock.